ATENCIÓN: Este artículo contiene imágenes y descripciones que pueden herir la sensibilidad de algunas personas.
"La gente no huye de sus hogares porque quiere, la gente huye de sus hogares porque siente que tiene que hacerlo. ¿Por qué? Porque no tienen trabajo, porque están amenazados por las pandillas, porque no tienen cosas básicas como agua, educación, salud".
Con estas palabras, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, responsabilizó a su propio país por la muerte de un padre y su hija que se ahogaron la semana pasada cuando intentaron cruzar el Río Bravo para llegar a Estados Unidos desde la frontera con México.
La foto de Óscar Martínez y su hija Angie Valeria Martínez Ávalos, de apenas 23 meses de edad yaciendo abrazados boca abajo en la rivera del río causó indignación en todo el mundo y reinició el debate sobre la inmigración ilegal y las duras políticas migratorias del presidente estadounidense Donald Trump
En conversación con la BBC, Bukele -quien asumió el cargo hace un mes- afirmó que su gobierno tenía que resolver los problemas que obligaban a la gente a abandonar el país.
Convertir a El Salvador en un lugar seguro y mejor, fue una de las promesas de su campaña.
"Podemos culpar a cualquier otro país, ¿pero y qué de nuestra culpa? ¿De qué país huyeron? ¿Huyeron de Estados Unidos? Huyeron de El Salvador, huyeron de nuestro país. Es nuestra culpa", continuó el presidente.
Aunque condenó el tratamiento que se les da a los migrantes en Estados Unidos y México, Bukele reiteró que había que enfocarse en hacer que "El Salvador sea un mejor país, un lugar del que nadie tenga que migrar".
"Creo que la migración es un derecho, pero debería ser una opción, no una obligación. Y ahora mismo es una obligación para mucha gente".
Muchos de los migrantes que intentan entrar en Estados Unidos dicen huir de la violencia y la pobreza en El Salvador, Honduras y Guatemala.
El objetivo de estas personas es solicitar asilo en Estados Unidos.
En opinión de muchos críticos, la postura de Trump frente a la inmigración está empujando a los migrantes a elegir rutas más peligrosas.
Según la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, al menos 238 migrantes murieron en la frontera entre México y Estados Unidos, pero activistas de derechos humanos aseguran que la cifra es mayor.
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