San José.— Devoradora de salarios, promesas políticas y augurios económicos, la inflación no necesitó de visa ni de pasaporte para pasearse victoriosa por América Latina y el Caribe desde 2021, despedirse de 2022 con los ingredientes de convulsión mundial requeridos para encarecer las cestas alimentarias básicas de la época navideña y cerrar el año y recibir a 2023 con pronósticos de nubarrones y de riesgo de huracán social.
De Colombia a Cuba, de Costa Rica a Chile, de Guatemala a Ecuador, de República Dominicana a Venezuela o de Brasil a Nicaragua, el generalizado aumento del costo de la vida y la constante pérdida del poder adquisitivo de los sueldos agitaron aún más las aguas del descontento social de 661 millones de latinoamericanos y caribeños que no salen del conflicto agudizado por la pandemia de Covid-19, que llegó en febrero de 2020.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) emitió desde junio de este año un presagio de tempestad para el cierre de 2022. Con su efecto dominó en las economías nacionales, el panorama global fue agravado por la guerra que Rusia lanzó contra Ucrania con su impacto en el incremento de los precios mundiales del petróleo y derivados y en los demás bienes importados.
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“La inflación regional, que sigue la tendencia mundial, pasará de 6.6% en 2021 a 8.1% en 2022”, vaticinó la Cepal. “La pobreza aumentaría de 29.8% en 2018 a 33.7% en 2022 y la pobreza extrema se incrementaría de 10.4% en 2018 a 14.9% este año. Esto implica que 7.8 millones de personas estarán en riesgo de caer en inseguridad alimentaria, cifra que se sumaría a los 86.4 millones que actualmente se enfrentan a esta situación en la región”, advirtió. “Se prevé un crecimiento anual promedio del Producto Interno Bruto (PIB) de 1.8% en 2022, con una tendencia a regresar al lento patrón de crecimiento de 2014-2019 de sólo 0.3% promedio anual”, agregó en el informe especial Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿cómo enfrentar esta nueva crisis? “La crisis social” interamericana “no cesa” y sin que la emergencia sanitaria haya acabado, reafirmó el organismo en otro reporte de 2022.
Junto a la inseguridad o la violencia, el costo de la vida se afianzó como uno de los factores de mayor desasosiego o descontento popular en el hemisferio occidental y acorraló a los gobiernos que, sin importar su signo ideológico, quedaron enfrentados a la urgencia de cumplir las promesas que hicieron a la población en sus campañas políticas electorales. La inflación minó las billeteras de millones de latinoamericanos y caribeños, y desgastó los índices de popularidad —o agrandó los de impopularidad— de los gobernantes, cuyos compromisos de abatir la inflación se toparon con la realidad política y socioeconómica.
Para el abogado colombiano Reynaldo Villalba, vicepresidente de la (no estatal) Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), de París, “la inflación golpea particularmente a América Latina y el Caribe por diversas causas (...) La política neoliberal que se viene aplicando hace más de cuatro décadas en el continente ha golpeado el bienestar de los pueblos latinoamericanos de una forma impresionante”, dijo a EL UNIVERSAL. Tras fustigar “la privatización de los servicios públicos, la entrega de los bienes públicos a empresas privadas y de los recursos a las multinacionales y las economías extractivas que devastan la naturaleza y los recursos vitales”, relató que conflictos se reflejaron en las complicaciones para ejercer la soberanía alimentaria.
“Nuestros pueblos tienen la posibilidad de producir para su consumo interno, pero también para exportar y alimentar a otras partes del mundo. Sin embargo, es increíble que tengamos que importar los alimentos básicos en una economía familiar. ¿Cómo es posible que tengamos que importar los productos que históricamente han sido cultivados en cada pueblo? (...) A las compañías multinacionales que monopolizan estos mercados les conviene, porque es una forma de dominación de economías y de los pueblos”.
Un recuento de la Cepal sobre las secuelas del Covid-19 sin precedentes en el hemisferio occidental mostró que la pobreza extrema y moderada en América Latina y el Caribe creció de 185.5 millones de personas en 2019 a 230.9 millones en 2020 entre 661 millones de habitantes. La incidencia de la pobreza extrema en la zona aumentaría 0.2% en 2022 y podría alcanzar a las 81.8 millones de personas, prevé la comisión.
Un informe que tres instituciones de la ONU —la Cepal, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— difundieron a principios de este mes, alertó que el número de personas con hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13.2 millones de 2019 a 2021 y llegó a un total de 56.5 millones.
La causa del fenómeno fue el encarecimiento de los productos básicos y el incremento de la pobreza extrema, determinaron Cepal, FAO y PMA en el reporte de seguridad alimentaria y nutricional sostenible en el área ante el trastorno alimentario mundial.
La inseguridad alimentaria moderada o grave afectó a 267.7 millones de personas —40.6%— de la población de América Latina y el Caribe en 2021, lo que significó 62.5 millones más que en 2019, porque “el aumento de la inflación de alimentos y de la pobreza extrema es uno de los factores que incrementan la inseguridad alimentaria y el hambre”, describió. El 40.6% superó al promedio mundial: 29.3% contrastó. El deterioro quedó en evidencia: en 2019 fue de 31.7%, por lo que creció casi nueve puntos porcentuales a 2021, el mayor aumento mundial. La inflación de los alimentos agudizó “el riesgo de hambre” y el alza del precio internacional de los productos básicos, cuyo aumento promedio alcanzó 11.7% en septiembre de 2022, se transmitió a los consumidores, recordaron.
La inflación de alimentos agudizó el riesgo de problemas de acceso a una dieta saludable, de inseguridad alimentaria y de hambre y golpeó más a los hogares de menores ingresos: el hambre aumentó en la región en 30% entre 2019 y 2021, recalcaron las tres instituciones. América Latina y el Caribe ratificaron su “alta dependencia” de la importación de fertilizantes y la variación de los precios de los alimentos generó un impacto negativo e “inevitable” en los medios de vida, en especial de la población rural y de los sectores más vulnerables y en el acceso a una dieta saludable, añadieron.
La zona exhibió agudas dificultades de producción y comercialización que se ahondaron como importadores de trigo, maíz y aceites vegetales, cuyos precios subieron por la guerra en Ucrania. Las cifras oficiales de cada país mostraron la profundidad del golpe en 2022. Argentina contabilizó una inflación de 76.6% de enero a octubre de 2022 y de 88% de octubre de 2021 a octubre de 2022. El precio general de alimentos subió 57.9% de septiembre de 2021 a septiembre de 2022 en Cuba, según datos oficiales. “La inflación ha afectado notablemente el poder de compra real de los hogares cubanos en 2022”, tuiteó el economista cubano Pedro Monreal. Colombia reportó que la inflación aumentó 0.77% de octubre a noviembre de 2022, 11.72% de enero a noviembre de este año y 12.53% de noviembre de 2021 al mes anterior.
Venezuela, que en diciembre de 2021 salió de una hiperinflación en la que se hundió en 2017, entró a finales del mes anterior a una acelerada devaluación del bolívar frente al dólar. En una economía dolarizada de hecho, el valor oficial del dólar pasó de 4.58 bolívares en enero de 2022 a 14.12 bolívares al 13 de este mes, en un proceso que repercutirá en el precio de bienes y servicios. La inflación fue de 155.8% de octubre de 2021 a octubre de 2022. La inflación de Brasil, de 10.2% en 2021, llegó a 5.2% de enero a noviembre de 2022 y a 6% de noviembre de 2021 a noviembre de 2022. De noviembre de 2021 a noviembre de 2022 fue de 7.8% en México; 3.2% en Bolivia; 13.3% en Chile; 3.6% en Ecuador; 7.6% en República Dominicana; 9.2% en Guatemala; 10.4% en Honduras, 11.4% en Nicaragua, y 8.3% en Paraguay. De septiembre de 2021 a septiembre de 2022 fue de 8.8% en Perú; 10% en Uruguay, y 10.4% en Costa Rica.
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