Desde el estallido de la pandemia se ha hablado de la preocupante convivencia de las víctimas de violencia de género con sus abusadores en los confinamientos. Como Sara Cincurova explora, para las personas discapacitadas el peligro es todavía mayor.
"Cuando eres discapacitada y vives con tu abusador, te da miedo hablar", dice Ebere, una sobreviviente discapacitada que fue víctima de abuso durante años.
"En particular si estás atrapada en casa con él o dependes de su dinero o sus cuidados".
Ebere, nombre ficticio, ha sufrido abusos toda su vida.
Nacida en Nigeria, contrajo la polio de bebé y desde entonces usa una silla de ruedas.
Sus padres consideraron su discapacidad como una "maldición" y abusaron de ella física y mentalmente.
"Me trataban como si fuera nada. Me golpeaban y amenazaban, a diferencia de mis hermanos, sin discapacidad, a quienes se les trataba con respeto".
Cuando tenía 7 años, Ebere fue agredida sexualmente por su tío. Pero cuando intentó denunciarlo, cuenta que sus padres le dijeron que la matarían si hablaba sobre ello.
Se sintió "indefensa".
Según Unicef, los menores discapacitados tienen cuatro veces más probabilidades de ser víctimas de abuso y tres veces más probabilidades de sufrir violencia sexual que los menores no discapacitados.
Ebere huyó a Reino Unido con una visa de estudiante para estudiar trabajo social.
"Pensé que había escapado del abuso para siempre porque había huido de mi familia", señala, pero no era así.
Pronto conoció a un hombre y empezó una relación.
"Pensaba que era un caballero, un príncipe azul. Pero resultó ser un abusador y un jugador. Se convirtió en un hombre controlador y empezó a violarme.
"Experimentar el abuso por segunda vez me afectó muchísimo", dice. "Nadie sabe lo que pasa entre esas cuatro paredes. No quería vivir más".
Ebere no sabía cómo escapar hasta que una persona amiga le puso un pequeño teléfono en una de sus compresas para que su pareja no lo encontrara. Esto le permitió llamar a la policía y su compañero fue detenido.
Pero una vez que estuvo libre, le resultó difícil encontrar alojamiento accesible para alguien en silla de ruedas.
Muchos albergues tienen escalones para llegar al edificio o habitaciones y umbrales de puertas demasiado estrechos para la silla de ruedas.
También tuvo problemas para encontrar lugares con los recursos suficientes para atender sus necesidades de salud mental.
"Me alojaba en hostales, hoteles y refugios, pero no era feliz. No sentía que hubiera inclusión", relata.
Lentamente, a lo largo de cinco años, Ebere reconstruyó su vida y ahora tiene su propia casa.
"Cuento mi historia porque viví un infierno y no quiero que nadie pase por lo mismo que he pasado yo".
Lauren Avery, de la organización Minority Rights Group International que aboga por los derechos de las minorías, dice que las mujeres discapacitadas que tienen alguna otra característica, como en el caso de Ebere ser refugiada, pueden sufrir una doble discriminación.
"En primer lugar, tienen una probabilidad más alta de experimentar violencia. En segundo lugar, se encuentran con barreras a la hora de denunciar los abusos y acceder a servicios".
Avery indica que datos de todo el mundo muestran que la violencia contra mujeres discapacitadas se ha intensificado durante los confinamientos por la pandemia de Covid-19.
Todavía es pronto para tener cifras exactas, pero la organización Women's Aid expone que, antes de la pandemia, las mujeres discapacitadas tenían tres veces más probabilidades de sufrir abuso doméstico y más probabilidades de experimentar múltiples formas de abuso en su vida que las mujeres no discapacitadas.
Avery alega que estos datos se tienen que reflejar en las medidas de apoyo disponibles.
"Un enfoque del tipo 'talla única' claramente no está funcionando", opina.
"Todos los usuarios y usuarias deberían tener la posibilidad de decir cuáles son sus necesidades tan pronto como entran en contacto con los servicios de atención contra la violencia doméstica.
"A partir de ahí se pueden hacer esfuerzos para hacer ajustes para satisfacer esas necesidades".
Emma Dalmayne, una mujer autista de Londres, tenía 17 años cuando huyó de una situación de abuso en casa con su bebé de 8 meses.
"Había sido sometida a abuso físico grave, pero también sufría abuso mental. No se me permitía mirar por la ventana o usar el teléfono. Pero no me daba cuenta de que esto era violencia", explica.
"Muchas personas autistas quizá no se den cuenta de que no te tienen que golpear para abusar de ti".
Emma estudió cuidadosamente cómo escapar.
"La noche antes de marcharme, fui sometida a una de las peores palizas. Había hecho 'demasiado ruido' mientras preparaba un biberón para mi bebé en la cocina y fui pateada en el suelo como una pelota de fútbol".
Tirada en el piso, Emma vio a su bebé que la miraba fijamente y se dijo que no podía seguir así. "Ya basta", pensó.
La mañana siguiente, una amiga apareció por sorpresa en su casa y Emma fue con ella a la oficina de Correos para cobrar su subsidio, el único lugar al que su pareja le dejaba ir sola.
Luego él se quedaba con el dinero.
Fuera de la casa le mostró a su amiga las lesiones de la noche anterior y avisaron a la policía.
Los agentes se encontraron con ellas en la calle principal.
"Les enseñé mis lesiones, los moretones en la espalda y el pecho", recuerda Emma.
Los agentes y la amiga de Emma entraron en la casa para recoger algunos objetos mientras la mujer esperaba en el auto de la policía. De ahí le ofrecieron la posibilidad de elegir entre tres albergues donde resguardarse. Eligió el que estaba más lejos de su casa.
Cuando llegó al refugio, lloró con alivio y miedo. Pero cuenta que su autismo hizo que la situación fuera confusa y le hubiera gustado tener más apoyo e "instrucciones claras" sobre lo que tenía que hacer.
"La policía te debería acompañar al refugio, especialmente si tienes dificultades manejándote en el transporte público", indica.
"El personal del refugio debería dejar las cosas más claras, como las indicaciones a los lugares relevantes de la zona, que es nueva para ti".
Emma coincide con Avery en que el apoyo no debe ser de talla única, especialmente en los casos donde hay una discapacidad.
Durante su violenta relación, su pareja le hizo pasar hambre y su estómago se había encogido tanto que no era capaz de comer en el refugio.
"Pero nadie me preguntó sobre esto y yo era incapaz de comunicarme", explica.
Para Emma, dar información sin que le pregunten le resulta difícil. Por eso no recibió terapia o tratamiento.
"No asuman que simplemente porque alguien puede hablar es capaz de comunicarse. Cuando la gente me mira piensan 'estará bien, puede hablar, puede explicar lo que pasó'. Pero yo no podía".
A su juicio, los trabajadores de apoyo deben tener formación para ayudar a personas discapacitadas.
"Quizá necesitemos ayuda con las cuentas o ver a un nutricionista y un doctor cuando llegamos por primera vez.
"Necesitamos que nos alojen en una habitación tranquila y segura, y que se nos proteja de traumas, el ruido y el agobio", señala.
Una sobre-estimulación puede llevar a algunas personas autistas a experimentar crisis nerviosas o a cerrarse completamente.
Cuando dejó el refugio, Emma empezó a apoyar a mujeres que habían sufrido violencia doméstica.
Se convirtió en directora ejecutiva de Autistic Inclusive Meets, una organización centrada en crear una comunidad para las personas autistas.
"Es un tema muy próximo a mi corazón. Como persona autista, es tan fácil verte en una situación en la que te culpas a ti misma del abuso. Dar ayuda a personas discapacitadas es muy importante. El amor no debería hacer daño".
En el caso de las personas con alguna discapacidad, física o mental, la vulnerabilidad es aún mayor pues a menudo dependen de su abusador para tener los cuidados necesarios.
"Las personas vulnerables aguantan más porque creen que se merecen el abuso, tienen una autoestima baja", sostiene Emma.
"Nadie merece tener vergüenza, pasar miedo, ser separado de sus seres queridos, que no se le deje hablar", agrega.
"Cuando se miran las dinámicas de abuso, los perpetradores intentan crear un clima de miedo y aislamiento social", le dice a la BBC Sara, periodista freelance que trabajó en líneas de atención telefónica y en varias organizaciones de ayuda a mujeres en Reino Unido, Francia y Eslovaquia.
Eso sucede con personas discapacitadas y las que no lo son.
Pero en el caso de las personas discapacitadas, el abusador cuenta con la ventaja de que les resulta más difícil defenderse.
"Es muy importante hablar de este tema y asegurarnos de que podemos mejorar los servicios para personas discapacitadas víctimas de abuso", subraya Sara.
Ilustraciones: Katie Horwich.
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