Baltimore.— María Perales Sánchez vivió hasta los ocho años en un ranchito cerca de Dolores Hidalgo, Guanajuato, cuna de la Independencia mexicana, un detalle que considera “gracioso e interesante”. A esa edad su familia decidió dejar atrás México para cruzar la frontera sin documentos e instalarse en Texas, como miles de otros mexicanos que hicieron lo mismo para sacar adelante a sus familias y dar oportunidades y futuro a sus hijos.

Pero su historia no es cualquiera: es una de las demandantes contra el gobierno del presidente Donald Trump en el caso que el Tribunal Supremo de Estados Unidos empezará a escuchar hoy sobre el intento de fulminar el programa DACA, que le da a ella (y a otros 700 mil jóvenes, la gran mayoría mexicanos) protección contra la deportación, de modo que ha podido, por ejemplo, estudiar en Princeton, de las universidades más importantes en ese país.

Recibe a EL UNIVERSAL en la organización por los derechos de migrantes mexicanos en la que trabaja, en vísperas de la audiencia judicial que marcará su futuro.

¿Qué sintió cuando el presidente Donald Trump anunció en 2017 que quería terminar con el programa DACA?

—Recuerdo estar exhausta. Estaba a pocos días de iniciar mi último año en la universidad, a pocas semanas de viajar a México para hacer una investigación para mi tesis. Iba a ver a mi abuela y a la familia que había dejado atrás 13 años antes.

Me sentí exhausta porque había estado haciendo activismo [en materia] de derechos de los migrantes durante todo mi paso por la universidad. Lo sentí como un revés. De repente todo el trabajo que habíamos hecho quizá no iba a ser posible.

Dos meses después su universidad, Princeton, demandó al gobierno. ¿Cómo se involucró en el caso?

—Princeton estaba buscando opciones sobre qué hacer, llamó a los estudiantes con DACA en una sala y nos dijeron que estaban explorando [presentar una demanda judicial]. Les dije: ‘Me uno a ustedes si la presentan’; y lo hicimos.

Podría haberse unido de forma anónima, pero decidió que su nombre figurara en el caso.

—Por mucho tiempo el sistema de migración ha intentado atemorizarnos de quién somos y quería resistirme a ello. Tenía el apoyo de mi familia, de los que muchos de ellos no tienen estatus [legal] ni DACA, ni nada. Dijeron: ‘Si pasa algo, tenemos que luchar de vuelta, estamos aquí para apoyarte’. Si ellos estaban dispuestos a arriesgarse para que yo pudiera participar en esto, [entonces] yo iba a arriesgarme personalmente, me lo iba a jugar todo.

Cada vez salen más jóvenes como usted a dar la cara y poner su nombre a pesar de las posibles represalias...

—Y por eso es que lo saqué a relucir. Queremos ser vistos; por mucho tiempo han intentado dejarnos en las sombras. Nos preocupamos más de que nuestra comunidad de indocumentados se sienta respetada, sea vista y no [viva] con miedo.

¿Lo hacen para dar un componente humano y tratar de influir en la opinión pública?

—Es mucho más que impactar a políticos que pueden o no hacer algo en nuestro favor. Si ese es el efecto que tiene, está bien, pero para mí tiene que ver más con la gente de nuestra comunidad, que los que también son indocumentados [dejen] de sentir miedo. Es más sobre nuestra dignidad que de atraer gente que no nos ve como personas.

¿A quiénes se refiere?

—Cada vez nos está apoyando más y estamos contentos: conocen nuestras historias y nos entienden. Pero todavía hay mucha gente allá fuera que no nos ven como seres humanos, que apoyan mucho la retórica antimigrante y xenófoba. Como los seguidores de Trump, sin ir más lejos. Es importante decirles que nos da igual, que seguimos aquí, que somos humanos, que seguimos viviendo nuestras vidas y somos visibles.

El martes el Tribunal Supremo escuchará los argumentos iniciales para el caso sobre la legalidad de la supresión de DACA. ¿Cómo se imagina ese día?

—Espero estar en comunidad, rodeada de otros receptores de DACA, TPS, indocumentados y otros [tantos] de nuestros aliados.

Tengo muchas ganas de [participar en] las manifestaciones, de la emoción [del momento]. De ver a mi hermana, que vuela por primera vez para estar aquí conmigo en este movimiento; mi familia, que no es tan activa pero siempre han sido un sistema de apoyo muy fuerte.

¿Qué espera que pase dentro del Tribunal Supremo?

—Nuestro equipo se ha estado preparando día y noche para este caso. Tengo muchas ganas de verles teniendo la oportunidad de presentar sus argumentos. No puedo ir más allá porque es parte del proceso.

¿Por qué es tan importante este caso para usted?

—Va a afectar a más de 700 mil personas indocumentadas que forman parte de nuestras comunidades y han estado aquí por mucho tiempo. Es también muy importante que indocumentados estén en la sala [del Tribunal Supremo], en un espacio que no creo que inicialmente estuviera diseñado para tener gente que no son parte del país.

Es siempre interesante ver el poder de la comunidad de indocumentados de defenderse por ellos mismos, de estar ahí, en la sala, haciendo que [los responsables] rindan cuentas.

Una vez pase el martes el tribunal tiene hasta junio del próximo año para tomar una decisión, ¿cómo va a ser su vida hasta entonces?

—Haré lo que he estado haciendo desde que entré en el caso: seguir haciendo trabajo para los derechos de los migrantes. Eso nunca va a parar (…) No voy a dar a nadie el poder de decir que voy a estar esperando esta decisión para saber cómo puedo vivir mi vida: la estoy viviendo ahora y hay mucho cambio que puede hacerse desde ya.

Voy a seguir luchando, sea cual sea la decisión que salga. Voy a decidir mi vida tomando control sobre ella: eso es lo que voy a estar haciendo. No sé como va a ser, dependerá de qué decisión salga, pero estoy totalmente segura de que voy a seguir haciendo este trabajo.

Habla de “seguir luchando”. ¿Qué quiere decir con eso?

—El objetivo siempre ha sido más allá de DACA, al menos ciudadanía para todos los 11 millones de indocumentados. La gente ha estado luchando desde antes de 2017, incluso décadas antes, por algo que afecta a nuestra comunidad, no abandonamos a nadie.

Es por eso que digo que vamos a seguir luchando, porque incluso si hay una decisión positiva todavía queda mucho trabajo por hacer. Necesitamos incluir a nuestros niños, a nuestros padres. Tenemos que frenar la separación de familias. No es una lucha que vaya a dejar de existir.

¿Y qué opina de los políticos, confía que puedan ayudarles?

—Creo mucho más en el poder del movimiento. El poder de la gente es el que ganó DACA y tengo fe que así siga. […] Siempre podemos presionar y empujar a los políticos, aunque quizá no es realista con esta administración. Eso no significa que vamos a callarnos.

¿Cómo se siente cada vez que escucha una nueva medida o un nuevo mensaje antiinmigrante saliendo de la Casa Blanca?

—Es agotador, pero a la vez me da más munición para decirme por qué soy parte de esta lucha. La lucha por DACA no va sola, también tiene que ver con cuando hizo el veto musulmán, cuando empezó a atacar a los que tienen TPS (…) Te paras frente a Trump porque estás en solidaridad con el resto que está parándose ante Trump. Me da más poder para seguir luchando, porque no puede seguir haciendo esto.

Leí que tiene una Virgen de Guadalupe en su salón...

[Ríe] —Sí, sí.

¿Le pide algo?

—Sólo pido que me dé fuerza y seguir en la lucha, y por la fortaleza del movimiento. Por nuestra seguridad y nuestra fortaleza.

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