San José.— Por falta de acceso a agua potable y a insumos para la menstruación, como protectores diarios, toallas, compresas, tampones, copas, calzones, piezas reutilizables u otros productos adecuados y seguros, millones de latinoamericanas y caribeñas se inhiben de salir de sus casas en sus periodos de regla y pierden gran cantidad de días de estudio y de trabajo y ahondan la discriminación social y el rezago económico en América Latina y el Caribe.
En un fenómeno conocido como pobreza menstrual, porque perjudica la economía del cuidado asociada a la menstruación y golpea los ingresos familiares e individuales, la decisión de las mujeres de abstenerse de acudir a estudiar o a laborar puede llegar a sumar hasta unos 60 días al año, según la duración de la regla.
“En este momento, niñas, adolescentes, mujeres (…) no pueden ir a la escuela, colegio, trabajo o actividades sociales porque no tienen lo necesario para gestionar su menstruación”, explicó la emprendedora social Marysela Zamora, directora ejecutiva de la organización no estatal Nosotras Women Connecting, de Costa Rica. “En el año lectivo de una niña sin acceso, ella podría perder hasta 60 días de educación. Dos meses completos fuera de escuelas es inaceptable. El solo hecho de no tener el mismo acceso a la educación hace que esa niña enfrente dificultades aún más profundas que interfieran con su proyecto de vida”, dijo Zamora a EL UNIVERSAL.
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“Es clave comprender que la pobreza menstrual que viven muchas mujeres está relacionada tanto con el no acceso a productos menstruales, como con la falta de acceso a educación menstrual, agua, infraestructura o condiciones que aseguren una gestión digna, segura y autónoma para quienes menstrúan”, advirtió. Nosotras Women Connecting lanzó esta semana en Costa Rica una campaña para que la Asamblea Legislativa (Congreso) incluya los productos para la menstruación en la canasta básica y con menor tarifa tributaria. “Es una realidad mundial que las mujeres trabajan más, ganan menos y además pagan impuestos sexistas. Por este motivo, liberar la menstruación del pago de impuestos es sinónimo de justicia social y tributaria con las mujeres”, planteó el proyecto. Costa Rica, con economía abierta y de libre mercado, y Cuba, con economía de control estatal, evidenciaron la realidad.
Cada mes y según la duración de su fase menstrual, una cubana gasta más de la mitad del salario mínimo mensual en Cuba, de 21 dólares, en sus necesidades menstruales. El costo subirá con madre e hija menstruantes, en un país en el que esos productos casi siempre escasean y se ven obligadas a buscarlos en el mercado negro y a mayor precio.
Una costarricense en el rango de menores ingresos al mes (443 dólares) consume cerca de 8% en Costa Rica en pagar artículos para la menstruación, señaló Nosotras Women Connecting basada en datos oficiales; 80 mil niñas, adolescentes y adultas costarricenses se ausentaron de cursos lectivos, trabajos o actividades sociales en 2018 por carecer de “lo necesario para su menstruación”, lo que afecta “especialmente a aquellas que viven en zona rural costera, donde (…) existe menos infraestructura, profundizando la pobreza menstrual que viven muchas”, narró Zamora.
Con 661 millones de habitantes, de los que 223 millones están en la miseria, los 33 países latinoamericanos y caribeños cerraron 2022 con 337 millones de mujeres, con 118 millones en la pobreza y 124 en la miseria extrema por cada 100 hombres, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Por la pandemia del coronavirus, el área sufrió un severo retroceso social de 10 años. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU alertó desde 2014 que la falta de acceso a servicios adecuados de agua y saneamiento, “en particular para la gestión de la higiene menstrual y el estigma generalizado asociado a la menstruación”, repercuten negativamente en la igualdad de género y los derechos humanos de ellas.
Cepal reveló en 2020 que más de 15 millones de latinoamericanos y caribeños defecan al aire libre y que 440 millones carecen de servicio seguro (agua y otros) de saneamiento. “Los residuos humanos sin tratar pueden propagar enfermedades. La higiene de las manos es una de las barreras más eficaces contra la propagación de enfermedades. Además, la disponibilidad de baños privados con agua corriente y limpia ayuda a las mujeres y a las jóvenes a vivir su menstruación con dignidad”, subrayó.
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