Madrid.— El proceso iniciado el pasado mes de enero en contra una mujer natural del país escandinavo acusada de crímenes de guerra por haber utilizado presuntamente a su hijo como niño soldado en Siria, está poniendo de relieve el importante papel que juega en las organizaciones yihadistas el contingente femenino captado por el islamismo radical. 

Desde hace más de una década, las mujeres que se incorporan al bloque yihadista ya no se dedican exclusivamente al sustento de la familia y las tareas del hogar. Además de aportar nuevos efectivos para su adiestramiento, han pasado a reforzar con una militancia integral a los grupos terroristas y, llegado el caso, pueden ejercer incluso de combatientes. 

La madre procesada en Suecia, Lina Ishaq, tiene 49 años y viajó a Siria en 2013 para unirse al Estado Islámico (EI). Según la Fiscalía escandinava, a partir de la primavera de 2016 su hijo de 15 años fue reclutado por la organización terrorista, conocida también como Dáesh, para participar en operativos de guerra. El diario sueco 'Expressen' relata que el adolescente murió en combate con 17 años en circunstancias que no se especifican. 

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“Durante el periodo que vivió en casa, el hijo fue educado y capacitado para participar en las hostilidades, fue provisto de equipo militar y armas militares, y utilizado en combate, para la propaganda y otras misiones de guerra”, refirió la fiscal del caso Reena Devgunh, luego de resaltar la especial responsabilidad de la madre por haber incitado a su hijo a que se convirtiera en combatiente del EI, aunque la mujer ha negado todos los cargos en su contra. 

El delito que investiga la justicia sueca no se refiere únicamente al uso de niños en frentes de batalla, sino también a otras acciones vinculadas con las acciones subversivas de los grupos yihadistas, como espiar a los adversarios o usar a los menores como cebo, mensajeros o guardias. Según el Ministerio Público se trata del primer juicio iniciado en Suecia por crímenes de guerra relacionados con la utilización de un niño soldado. 

Las autoridades suecas informaron que en el transcurso de la investigación descubrieron que varios menores de 18 años oriundos del país escandinavo, fueron utilizados por el EI u organizaciones similares. Todos ellos han muerto. 

A finales de 2020, en las localidades españolas de Mogán y Melilla, fueron detenidas dos personas por su presunta participación en los delitos de integración en organización terrorista, captación y adoctrinamiento con fines terroristas. 

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“Los agentes constataron que la acción de los detenidos se dirigía fundamentalmente hacia mujeres que presentaban indicadores de vulnerabilidad, con escasa formación religiosa, fácilmente manipulables e influenciables. Tras conseguir su adoctrinamiento e incorporación al grupo, les hacían partícipes de su objetivo terrorista e instrumentalizaban como nuevas captadoras y como madres de futuros muyahidines”, reveló la Policía Nacional

La intención de los detenidos era doble; por un lado, incrementar el número de integrantes del grupo y, por otro, asegurar que los descendientes de los matrimonios fueran perfectamente adoctrinados para contribuir a extender la “verdadera religión", agregaba el Ministerio del Interior de España, luego de subrayar que los miembros de la célula asumían la poligamia como forma de vida y su disposición a contraer tantos matrimonios como fuera posible. 

El proceso de captación y radicalización de europeas, sobre todo con hijos o dispuestas a tenerlos, se enmarca en una nueva cosmovisión creada por el EI con el objetivo de empoderar a las mujeres, convenciéndolas de que no sólo serán madres y esposas de combatientes, como lo fueron tradicionalmente en esas organizaciones, indica Ariadna Trespaderne, criminóloga e investigadora vinculada a la Comunidad de Inteligencia y Seguridad Global (Ciseg). 

Las mujeres con hijos o en edad de procrear tienen un papel destacado en estos grupos islámicos, tanto en las áreas de conflicto (Siria o Irak), como en el mundo occidental, incluida la Unión Europea

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“A pesar de que el papel asignado a la mujer por la organización Dáesh, suscrito también por Al-Qaeda con idéntico sentido, es desde sus orígenes un papel relegado a ser esposa y madre, guardiana del hogar y sustento de sus hijos, la propaganda también establece que la mujer podría dejar eventualmente su hogar, participando de la yihad si fuese necesario y como parte de una guerra defensiva”, subraya María Dolores Calvente Moreno, especialista en análisis del terrorismo, insurgencias y movimientos radicales. 

Para persuadir a las mujeres, los yihadistas les hacen promesas de que podrán ser activistas, reclutadoras, difusoras de propaganda o incluso combatientes activas. Todo responde a una estrategia: si el EI pretende crear un califato, no puede lograrlo sin la participación de la mujer, por lo que ésta figura de forma destacada en la propaganda de captación de la organización terrorista que cada vez más se lleva a cabo a través de las redes sociales, precisan los analistas. Para ello, las que están casadas pueden participar en la yihad sin el permiso de sus maridos, una licencia excepcional en el sometimiento femenino propio del extremismo islámico. 

“Puede decirse que el crecimiento de ISIS (EI) ha cambiado el rol de la mujer en los grupos yihadistas, pero también lo contrario, que la mayor presencia femenina en la organización ha contribuido a su crecimiento como tal”, apunta un informe del Centro Europeo contra el Terrorismo, perteneciente a Europol. 

“Las mujeres yihadistas piensan que el islam les concede un estatus superior del asignado en las sociedades occidentales, dispuestas a borrar su religión y atacar su identidad musulmana. Por ello, la vestimenta islamista que portan supone renunciar a la cultura occidental al tiempo que un signo de su recuperada independencia”, refiere el documento de Europol

El EI ha marcado el camino en la evolución del papel de las mujeres en la yihad; la duda está en determinar si la utilización de la mujer para roles de combate pasará de ser una mera respuesta táctica, a una característica mucho más permanente, advierten los especialistas. 

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Las mujeres occidentales emprenden su viaje a Medio Oriente para unirse a grupos extremistas acompañadas de sus hijos en mayor medida que los hombres, quienes suelen hacerlo en solitario, apunta por su parte Rachel Bryson, investigadora del Tony Blair Institute for Global Change. 

En los últimos años, un número creciente de países están actualizando sus códigos penales para dar una respuesta judicial a la contribución de cientos de mujeres europeas a los grupos terroristas, muchas de ellas migrantes de segunda o tercera generación. Los actos de apoyo, como desplazarse al extranjero con la intención de unirse a una organización terrorista, proporcionar o recibir entrenamiento terrorista o financiar una organización terrorista, están considerados como delito en varios países europeos. 

Sin embargo, estas medidas penales orientadas a castigar el comportamiento de las mujeres que deciden abrazar la causa yihadista comprometiendo el futuro de sus hijos, repercuten directamente en los menores cuando se quedan huérfanos, las madres se arrepienten de su decisión o la familia acaba recluida en un campo de refugiados del Medio Oriente. 

Los estándares internacionales establecen que los niños reclutados por grupos armados no estatales tienen que ser considerados, principalmente, como víctimas. Sin embargo, los menores europeos que se incorporaron al EI con el consentimiento materno, son catalogados como “bombas de relojería” a la hora de ser repatriados a sus países de origen, debido a la contrición de la madre o la pérdida de alguno de los progenitores. 

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Durante años, los niños fueron entrenados y empleados como espías, plantadores de bombas y atacantes suicidas, lo que sugiere un adoctrinamiento ideológico sistemático que los convierte en una potencial amenaza para el país que los reciba, puntualizan los informes de seguridad. 

Ante lo complejo de la situación y la posible violación de los derechos de los menores, la Cruz Roja pide diferenciar entre aquellos que ahora tienen más de 13 o 14 años y que fueron llevados por sus padres cuando se unieron al EI y que se han integrado rápidamente en la esfera de influencia del grupo yihadista, frente a aquellos que todavía son bebés o menores de 12 años, y cuyas probabilidades de rehabilitación son mayores. En cualquier caso, el debate sigue abierto, mientras centenares de niños de padres yihadistas esperan en los campos de refugiados ser reclamados por los países europeos de los que sus progenitores, o ellos mismos, son oriundos.