Antes de morir, la reina Isabel II hizo a su hijo, el ahora rey Carlos III, un último regalo.
“Cuando llegue el momento, mi hijo Carlos será rey. Sé que le darán tanto a él como a Camila el mismo apoyo que me han dado a mí. Es mi sincero deseo que, cuando llegue ese momento, Camila sea reconocida como reina consorte mientras continúa su propio y leal servicio”, decretó la monarca en el marco del Jubileo de Platino, las celebraciones por su 70 aniversario en el trono.
Se trata, explica la Casa Real, de la esposa del rey en turno. A diferencia del monarca, no ocupa una posición formal en la estructura de gobierno; no tiene poder político alguno ni puede tomar decisiones políticas. Su papel es el de “acompañar” al soberano.
Desde hace tiempo existe de hecho un departamento interno en la Casa Real conocido como “reina Camila”, cuya función básica es promover su imagen, en preparación para su rol como reina consorte.
La función principal de Felipe, Duque de Edimburgo y esposo de la reina Isabel II, fue la de acompañarla y apoyarla; no veía documentos de Estado ni podía celebrar audiencias oficiales y Camila tampoco podrá hacerlo.
Felipe se convirtió en el consorte más longevo en la monarquía británica y la acompañó en todas sus giras en la Commonwealth y visitas de Estado al extranjero. Se prevé que Camila hará lo mismo.
Además, Felipe realizó sus propios viajes solo, al extranjero, en representación de la reina a partes remotas de la Commonwealth.
Habrá, sí, una diferencia entre Felipe y Camila: el marido de una reina reinante no puede ser coronado ni ungido en la ceremonia de coronación. Ella sí será coronada.
ed