Creció soñando con emular las grandes hazañas de su madre, pero la vida puede que le haya reservado el final más trágico al montañista británico Tom Ballard.
El escalador se encuentra desaparecido junto a su compañero, el italiano Daniele Nardi desde el pasado fin de semana, cuando intentaron alcanzar su primera cima de más de 8 mil metros con el ascenso al temible Nanga Parbat en Pakistán, conocido como la "montaña asesina" del Himalaya.
El último contacto por parte de ambos ocurrió hace 11 días, cuando se encontraban a 6 mil 300 metros.
Pese a que el pasado miércoles se informó que se daba por finalizado el operativo de búsqueda, asumiéndose la muerte de ambos, han seguido los intentos por localizarlos.
Este jueves, el escalador español Alex Txikon dijo que había visto dos siluetas por la ruta del espolón Mummery por la que los desaparecidos tenían previsto ascender.
El embajador de Italia en Pakistán, Stefano Pontecorvo, reiteró que seguirá buscando hasta que no haya ninguna posibilidad de continuar.
"Si llegamos al punto en el que se ha hecho todo lo posible y no se ha encontrado nada, en ese momento será decisión de la familia, aconsejada por nosotros, dar por finalizada la búsqueda. Pero no estamos ahí todavía", afirmó el diplomático.
Se cree que los escaladores pudieron quedar atrapados en una avalancha.
Desde antes de nacer ya la vida de Tom Ballard giró en torno a las montañas.
Su madre, Alison Hargreaves, se convirtió en 1995 en la primera mujer en la historia en alcanzar la cima del Everest sola y sin ayuda de oxígeno artificial.
Ese ascenso fue el mayor logro de la alpinista escocesa que, desde la cumbre, envió un mensaje a sus hijos: "Para Tom y Kater, mis niños, estoy en el punto más alto del mundo y los amo profundamente".
Hargreaves, fascinada desde niña por explorar las cimas más icónicas del mundo, siempre se mantuvo fiel a su lema de vida: "Es mejor haber vivido un día como un tigre que mil días como una oveja".
Un ejemplo de esta filosofía lo dio en 1988, cuando embarazada de seis meses de Tom escaló la mítica pared norte del Eiger, en los Alpes.
Su ambición por seguir coronando cumbres la llevó a preparar una expedición al K2, la segunda montaña más alta del mundo, tan solo meses después de haber conquistado el Everest.
Para ella no tenía sentido asumir riesgos y siempre abogó por no hacer cosas que pusiera en peligro su vida, pero ni la más exhaustiva preparación pudo evitar lo que le ocurrió después de llegar a la cima del K2.
En el descenso, Hargreaves y otras cinco personas fallecieron al quedar atrapadas en una tormenta. Tenía 33 años y su cuerpo nunca pudo ser recuperado.
Pese a lo ocurrido, su marido Jim Ballard le dijo a la BBC días después de la muerte de Hargreaves que su intención era seguir su legado y que dependería de sus hijos el seguir los pasos de su madre en el futuro, si fuera su deseo.
Tom lo hizo y en su carrera completó ascensos en varias de las más importantes cadenas montañosas del mundo.
Nunca tuvo otro deseo que ser montañista y siempre quiso conquistar el Himalaya como lo hizo su madre hace 24 años.
Pero, por ahora, no se sabe si pudo lograr su sueño.
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