En cuatro días los venezolanos protagonizarán una elección crítica e histórica, pues podrían presenciar un cambio de gobierno y el inicio de un cambio del régimen autoritario de 25 años, en unos mismos comicios. Ello, si los resultados se dan como esperan la opinión pública, las encuestadoras más reconocidas y los expertos más connotados.

Los riesgos electorales más temidos no han desaparecido totalmente, pero han pasado a un segundo plano: no tener algún aspirante opositor unitario en la carrera, y/o ilegalizar a la tarjeta del partido Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Ahora los temores giran en torno a lo que hará el régimen autoritario desde adentro de la infraestructura electoral, qué resultados anunciará.

La cadena de hechos tras las elecciones primarias de 2023 es una clara evidencia de la existencia de un régimen autoritario. El principal fue la “inhabilitación” de María Corina Machado, candidata ganadora en las primarias y devenida en lideresa de la oposición que quiere cambio; su candidatura fue abortada por el régimen. En segundo lugar, su sustituta, Corina Yoris, fue impedida de inscribirse por el sistema informático del Consejo Nacional Electoral (CNE). Sin embargo, se inscribió un nombre para guardarle el cupo al candidato definitivo.

Se llama Edmundo González. Apodado el “candidato-tapa”, vino a ser el abanderado opositor emergente, sobrevenido y accidental. Igual que el bateador del último inning, llamado a batear con las bases llenas, el juego empatado, pichando Maduro, González asumió su destino.

Diplomático, sin carrera política y desconocido para el gran público, logró colarse desde abril como el aspirante, sin querer serlo. Gracias a la sagacidad de la Plataforma Unitaria Democrática y la tenacidad estratégica de María Corina Machado, quien le endosó sus votos; a los errores de cálculo del régimen y a las negociaciones de Barbados, la oposición unitaria logró, in extremis, poner una pica en Flandes, y tener un candidato para el cambio.

Llegamos al próximo domingo con altas probabilidades de triunfo para González. De 15 empresas encuestadoras, nueve (entre ellas las más conocidas y reconocidas del país) le dan ganador con porcentajes entre 20% y 40% en contra de Maduro; y seis empresas de dudosa profesionalidad dan ganador al aspirante oficialista. Mis propios análisis sobre la pérdida de votos del PSUV de 2012 a 2024, indican que el oficialismo ha dejado en el camino 37% de los sufragios, que han ido a parar a las arcas opositoras. Esto hace a éstas unas elecciones de desalineamiento agudo del voto chavista.

Mitigados los peligros de alterar la oferta candidatural, los riesgos se tras- ladan a la infraestructura electoral con maniobras aún en curso. Se busca neutralizar la diferencia de 2 millones o más de votos de González sobre Maduro con manipulación del registro electoral, obstáculos a los testigos opositores, entre otras acciones.

El oficialismo ha desatado, al final, una batalla discursiva triunfalista. Maduro pronostica una guerra civil y un baño de sangre si gana González. En 2015, también desplegaron una campaña similar. Perdieron y reconocieron. Antes del anuncio del CNE, aquel 2015, un pronunciamiento del Alto Mando Militar pidió respetar los resultados. El domingo, los militares volverán a tener una crucial responsabilidad. El ministro de la Defensa ha dicho: el que gana, a gobernar; y el que pierde, a descansar. ¡Ojalá, el 29J sea una suerte de año nuevo para Venezuela!

*Autor del libro: Por qué vota la gente (2011), Politólogo, abogado, Dr. en ciencias políticas. Exdirector del Instituto de Estudios Políticos, exrector del CNE y presidente del Observatorio de las democracias en Iberoamérica.

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