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El año 1986 hizo historia en Colombia, pues el país vivió un momento único en su historia cuando el Papa Juan Pablo II visitó varios sitios emblemáticos.
Sin embargo, fue un inesperado hecho el que llamó la atención de miles de personas alrededor del mundo. Su santidad llegó al país el primero de julio de 1986 y durante siete días, visitó 11 lugares, destacando su visita al recién devastado municipio de Armero, en el departamento del Tolima.
Entre la multitud que esperaba al sumo pontífice en el Aeropuerto Internacional el Dorado, se destaca la historia de Miguel Ignacio Bermúdez, un hombre que logró pasar el protocolo de seguridad y asegura que “solo quería saludar al papa Juan Pablo Segundo”.
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Al ver la gran cantidad de personas que esperaban por la llegada del sucesor de Pedro, Miguel Ignacio Bermúdez no encontró una mejor opción que hacerse pasar por un escolta del Papa, para poder obtener una fotografía con él.
En ese entonces, Miguel Ignacio Bermúdez, era un ex seminarista de 33 años de edad, licenciado en filosofía y periodista deportivo, se convirtió en la primera persona que saludó al papa Juan Pablo II al llegar a Colombia, en el archivo del periódico EL TIEMPO, se menciona que el hombre se dio el lujo de estrechar las manos del pontífice en cuatro ocasiones.
Sin embargo, no fue esta hazaña la que llamó la atención del mundo, pues Bermúdez logró colarse como un ‘escolta más’ en el protocolo de seguridad y acompañó el recorrido de ocho kilómetros, desde el aeropuerto hasta la Plaza de Bolívar.
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Pero, ¿cómo logró burlar la seguridad de uno de los hombres más y mejor custodiados del mundo?, el hombre aseguró 25 años después que lo ocurrido es “un milagro de Dios”.
En ese entonces, el hombre trabajaba en una fundación que promovía el deporte, además, había abandonado su carrera religiosa y estaba recién casado, pues indicó que entró al seminario a cuándo tenía 17 años, y varios años más tarde sintió que ese no era su camino, por lo que afirma que “Es mejor ser un buen laico que un mal sacerdote”.
"Su pontificado marcó a tres generaciones. Juan Pablo II ha estado presente en los momentos más importantes de mi vida", mencionó en el año 2011 al periódico EL TIEMPO.
Este mismo año, habló con un periodista de EL TIEMPO y le comentó que al recordar cómo logró burlar el extremo esquema de seguridad dispuesto para la visita papal, compuesto por unos 5 mil hombres de la Policía y el Ejército, repite: "Nunca planeé nada, las cosas se fueron dando".
Cinco años atrás, el 13 de mayo de 1981, había ocurrido el atentado que casi le cuesta la vida a Juan Pablo II, cuando se desplazaba, en Roma, en un papamóvil descapotado.Así mismo, indicó que llegó a la glorieta de la Avenida El Dorado, en las afueras del Aeropuerto Internacional El Dorado, sobre las 10:45 de la mañana, pues hasta ese lugar estaba permitido el ingreso del público y solo podían pasar los portadores de las credenciales de seguridad y logística.
Estando en la primera fila de la multitud, vio cómo un mensajero, en su moto, bordeó el lugar, sin obstáculos, e ingresó a una bodega ubicada en el costado derecho.
Mientras seguía la misma ruta, buscando pasar al otro lado, se topó con un soldado que se asomaba en el techo, apuntándole con una ametralladora. Entonces, como si nada, lo saludó y empezaron a conversar; luego, sacó un puñado de dulces, se los entregó, se despidió y siguió campante hasta alcanzar la salida de pasajeros del muelle nacional.
Vio cómo se acercaba un Land Rover blanco, con una especie de carpa de cristal en la parte superior: el papamóvil. Asegurando que este fue estacionado en el costado derecho de la vía, tras una puerta falsa levantada en tejas de zinc.
Decidió hacerse pasar por reportero, y pidió permiso para fotografiarlo. En ese instante, llegaron dos amigos suyos sacerdotes y se les acercó, lo que despistó a los policías, que presumieron que era parte de la organización.
Lo que le dio paso a su ‘momento de gloria’ fue cuando tres obreros intentaron levantar la puerta de zinc para que el papamóvil ingresara al aeropuerto y entrar un pesado andamio, pero al parecer necesitaban la fuerza de un cuarto hombre: ahí estaba Bermúdez.
“Mi Diosito me estaba mostrando el camino claro para poder ingresar”, recuerda. Tras lograr pasar desapercibido por todos los protocolos de seguridad, Bermúdez llegó hasta el salón VIP, donde, asegura, se acomodó el pelo, se ajustó la corbata y la chaqueta azul jaspeada.
“Era muy tarde para arrepentirme, tenía que seguir”, dijo. Decidió actuar como jefe de protocolo y se situó en el pasillo, afuera del salón, donde recibió al mismo presidente, Belisario Betancourt, a la primera dama y a los ministros, quienes se ubicaron rápidamente en los palcos asignados.
Tomó una bandeja repleta de empanadas y gaseosas y se las repartió a los hambrientos soldados que custodiaban el acceso a la pista de aterrizaje; aprovechó el desorden generado por el improvisado ágape y logró ubicarse en la punta del tapete rojo dispuesto exactamente debajo de donde segundos más tarde quedaría la trompa del avión.
El Papa Juan Pablo Segundo pisó el suelo colombiano a las 15:18 del primero de julio de 1986, el sumo pontífice se asomó y saludó a los presentes, como si su hazaña fuera poca, Bermúdez logró tomar la primera serie de fotos en el lugar, imágenes que solo él pudo captar, por el privilegio de su ubicación.
Después de arrodillarse y de besar el suelo, Juan Pablo II se levantó y fue Bermúdez el primer colombiano a quien saludó. “Santo Padre: bienvenido a Colombia”, le dijo sin dejar de apretarle las manos, con voz temblorosa.
Bermúdez encontró una oportunidad para estar cerca de su santidad, pues cuando el Papa ya estaba en el vehículo vio que la parte trasera del papamóvil tenía una escalerilla y sin pensarlo dos veces, se trepó de un solo brinco, asegurando que de cada lado del vehículo iban los escoltas de la guardia suiza.
Miguel Ignacio Bermúdez dice que uno de los guardaespaldas lo interrogó al salir del aeropuerto, preguntando en perfecto español ¿Quién eres?, a lo que él respondió: “soy un ciudadano colombiano (...) y es el día más feliz de mi vida”, respondió Bermúdez entre lágrimas.
Al parecer conmovió al guardaespaldas suizo, quien le permitió seguir a bordo con el compromiso de bajarse cuando se detuviera el papamóvil. Pero este solo paró en la Plaza de Bolívar, frente a la Catedral Primada, donde también se coló como el más diestro polizón.
Durante los ocho kilómetros de recorrido, el secretario privado del papa Juan Pablo II, le entregó a Bermúdez un estuche con una camándula que, luego, el ‘infiltrado guardaespaldas’ le pasó al arzobispo de Bogotá, quien iba en el papamóvil; para que el Santo Padre se la bendijera.En el momento de la entrevista en el año 2011, el hombre aseguró ser el colombiano “más bendecido” con la visita del Papa Juan Pablo Segundo a Colombia.
El hombre dice que se declara devoto, no fanático, y confiesa que entre los favores recibidos del Papa está la buena salud de toda su familia. “¿Qué mejor milagro que mis padres y mis ocho hermanos estén con vida?”.
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