Bruselas.— Una nueva crisis migratoria ha hecho que la Unión Europea vuelva a levantar la guardia en su fortificada frontera, ahora en su flanco oriental, concretamente el que comparte con Bielorrusia.
Pero más allá de los números y la tragedia provocada por la falta de acceso adecuado al refugio por parte de quienes buscan protección internacional, inquieta el uso en la Europa rica de un discurso que legitima el tratamiento de solicitantes de asilo “como algo distinto a humanos”.
Es cada vez más frecuente la utilización de términos como “uso de migrantes como armas” y “ataques híbridos” para describir la llegada masiva de refugiados a sus fronteras.
Más preocupante aún es el hecho de que el discurso no solo es empleado por gobiernos nacionalistas, como el polaco y el húngaro, también por las autoridades encargadas de coordinar la respuesta humanitaria.
De la misma forma se han manifestado otros los líderes del club europeo. El presidente lituano Gitanas Nauseda, dice que “la Unión Europea entiende muy bien que no se trata solo de un ataque híbrido contra Lituania (…) sino contra la UE en su conjunto”.
Para Félix Bender, investigador en filosofía política de la Universidad de Lovaina, la retórica usada por la Comisión Europea y diversos líderes de la Unión Europea, así como la reproducida por la prensa, para describir la situación en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, es errónea.
Considera que está completamente fuera de lugar, porque el usar el término “ataque híbrido” para describir la presencia de unos cuantos solicitantes de asilo en las fronteras externas de Europa, en el cruce bielorruso de Bruzgi había 2 mil hasta el 11 de noviembre, es equivalente a tratar a los seres humanos como objetos, y no como seres humanos.
“Es moralmente aborrecible”, asegura el investigador, resaltando que ese lenguaje implica cambiar la forma como se ve a quien solicita asilo. “Ya no aparecen principalmente como personas que buscan protección internacional contra la persecución política en sus estados de origen, sino como amenazas”, escribe en un texto enviado como referente a este diario y publicado en Social Europe.
“Si se le llama a algo arma nos hace reaccionar como si lo fuera”, sostiene. Pone como ejemplo el bate de béisbol, el cual en sí mismo no es un arma, pero podría interpretarse como tal si las partes involucradas en una confrontación lo entiende así.
Términos como “militarización de la migración”, igualmente denigra a los solicitantes de asilo y, por lo tanto, formula y legitima las reacciones políticas inmorales.
No es la primera vez que la Europa rica utiliza este tipo de términos ante una crisis humanitaria a las puertas de sus fronteras. De la misma forma se manifestó el gobierno griego, cuando el régimen del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, anunció que no impediría más el avance de migrantes hacia el territorio de la UE, una forma de chantaje para conseguir la renovación de la “paga” para seguir desempeñando el papel de guardián fronterizo de la UE.
“Están organizado masivos flujos migratorios al este del mar Egeo. La instrumentalización del migrante escaló el fenómeno a una amenaza híbrida, que directamente afecta la estabilidad interna de la UE”, reza un documento enviado el año pasado por el Ministro de Asuntos Marítimos de Grecia, Ioannis Plakiotakis, al titular de la Agencia Europea de Protección de Fronteras, Fabrice Leggeri, para describir la situación en ese momento.
“Si la UE y sus Estados miembros tienen la intención de permanecer inmunes al chantaje y enviar un mensaje contundente al régimen autoritario bielorruso, no deberían seguir sus términos”, sostiene Bender.
“No deben aceptar la idea de la ‘migración armada’, sino tratar a los solicitantes de asilo como lo que son: seres humanos en busca de protección internacional. Actuar de manera diferente no solo es moralmente incorrecto, sino también un error estratégico”, precisa.
Bielorrusia volvió al radar de la UE desde la cuestionada reelección de Lukashenko en medio de protestas, en agosto del año pasado. Desde ese momento, los incidentes han proliferado, el último de ellos en forma de conflicto abierto con Polonia, Letonia y Lituania, por la “instrumentalización cínica de los migrantes”, denuncian los países afectados.
La tensión ha llegado a tal nivel, que se han presentado demandas ante la UE para que financie la construcción de muros fronterizos, iniciativa que por ahora no ha prosperado en la agenda de la Comisión Europea. A la fecha, la UE se ha limitado a sancionar al régimen bielorruso a través de sanciones selectivas, las cuales sumaban hasta el 15 de noviembre, 166 individuos y 15 entidades, incluyendo el propio mandatario y su hijo mayor y asesor de Seguridad, de nombre Viktor.
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