Advertencia: este artículo contiene imágenes que pueden herir la sensibilidad del público.
La imagen le ha dado la vuelta al mundo, pero no es el único caso, y probablemente no será el último.
Los cuerpos sin vida de Óscar Alberto Martínez, de 25 años, y su hija Angie Valeria, de 23 meses, fueron hallados el lunes flotando en el río Bravo que delimita la frontera entre México y Estados Unidos.
Ambos eran originarios de El Salvador y murieron en su intento por llegar a Estados Unidos a través del río que, a simple vista, luce calmo y poco profundo.
Sin embargo, ambos migrantes son dos más en una cifra de miles de muertes en la frontera, señala el investigador Jason de León, un antropólogo de la Universidad de California que ha estado documentando durante una década las muertes de migrantes.
"Miles de personas han muerto desde finales de 1990 a lo largo de la frontera México-Estados Unidos. Este padre y su hija son solo el caso más reciente y más público", dice el experto a BBC Mundo.
"Desafortunadamente, la mayoría de las muertes que se producen a lo largo de la frontera México-Estados Unidos no se van a fotografiar. No van a estar en las primeras páginas de cualquier periódico porque ocurren en el medio de la nada", agrega.
Las autoridades de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) tienen registro de 7.511 personas fallecidas entre 1998 y 2018, si bien el número ha ido bajando desde 2012 a niveles de hace 20 años.
Del total de muertes, el 37% se dio en la remota y peligrosa región desértica de Arizona a la que los migrantes se dirigieron para encontrar un camino poco vigilado hacia Estados Unidos.
Como muestran las estadísticas, hay pasos cercanos a localidades del sur de la frontera estadounidense que han sido los más fatales en la búsqueda del "sueño americano".
Estados Unidos y México comparten una frontera de unos 3.100 km, pero una tercera parte de ella está resguardada por algún tipo de muro o valla metálica, principalmente en zonas urbanas.
Desde la ciudad de El Paso, Texas, al este, la división de ambos países es el río Bravo (conocido en Estados Unidos como río Grande) que ocupa casi la mitad de la frontera.
Al oeste de El Paso, en cambio, inicia una zona desértica en la cual hay una división lineal que se extiende hacia las ciudades de Nogales, Yuma y finalmente llega hasta San Diego, en la costa del Pacífico.
En 1994, el gobierno de EU puso en marcha una política migratoria más estricta, llamada "Hold the line", que llevó a la construcción de vallas y el despliegue de miles de agentes de la Patrulla Fronteriza.
Mientras que antes de eso los cruces se daban principalmente a través de las ciudades fronterizas, estas barreras físicas hicieron que muchos migrantes se trasladaran a zonas remotas sin barreras y menos vigiladas, según los expertos.
El paso con más fallecimientos de los últimos 20 años es el de la región desértica en los alrededores de Yuma y Nogales, ambas localidades en el sur de Arizona.
En esas condiciones, los migrantes suelen dar un rodeo de decenas de kilómetros para evitar las zonas vigiladas de la Patrulla Fronteriza y adentrarse a territorio de Estados Unidos sin ser vistos.
Como muestran las estadísticas del CBP, en esa zona cercana a Nogales en 1998 hubo 11 muertes, para 2003 se elevó la cifra a 137, y alcanzó un máximo en 2010 con 251 fallecimientos. Después de eso, la cifra en ese punto bajó, hasta 58.
En total en esa área ocurrieron 2 mil 785 muertes de las 7 mil 500 de toda la frontera, entre 1998 y 2018.
Cerca de las grandes ciudades donde se erigieron primero las vallas, como San Diego o El Paso, las muertes comenzaron a disminuir.
En San Diego, por ejemplo, de 44 muertes en 1998, el registro pasó a 29 en 2003 y solo 8 en 2010. Algo similar ocurrió en El Paso.
Jason de León explica que la zona de Arizona "históricamente ha sido la más mortal", pero en los años más recientes el paso por algunos puntos del río Bravo se volvió el más fatal ya que la seguridad en la zona de Arizona se ha incrementado.
Desde el centro de México, la ruta más corta hacia la frontera de Estados Unidos es el sur de Texas, por lo que los migrantes acostumbran a viajar hacia las ciudades mexicanas de Matamoros, Reynosa, Laredo o Piedras Negras.
Cruzar de México a Texas solo se puede hacer a través de puentes fronterizos, pues el río Bravo corre por un sinuoso camino desde El Paso hasta desembocar en el Golfo de México, cerca de McAllen.
No obstante, hay quien opta por cruzar el río nadando para evitar esos controles migratorios, pese al peligro que supone.
En las últimas dos décadas, la zona de McAllen fue la segunda región de toda la frontera con más muertes, pero tomó el primer lugar a partir de 2014.
En esa zona se registraron casi 850 fallecimientos en los últimos siete años, mientras que en la región de Nogales (en Arizona, históricamente con mayor registro de muertes) se documentaron un centenar menos en el mismo periodo.
Cerca de McAllen es donde se ahogaron Óscar Alberto Martínez y Valeria, los migrantes de El Salvador hallados el lunes pasado.
Al ser un río de baja profundidad y anchura -en los sectores de cruces de migrantes llega a alcanzar 2,5 metros y entre 5 y 15 metros de lado a lado- suele aparentar poca peligrosidad.
"Hay puntos en los que, cuando la corriente se empieza a incrementar, la gente se ahoga fácil en ese río, especialmente si no saben nadar muy bien como en el caso de esta familia (de El Salvador)", explica De León.
La presa La Amistad, cercana a la localidad Del Río, en época de lluvias libera un caudal que genera crecidas súbitas del río Bravo lo que aumenta la peligrosidad cerca de Eagle Pass y Laredo.
Además, en los últimos años se ha incrementado la presencia de adultos acompañados de niños, un colectivo aun más en riesgo en estos recorridos, indica el experto.
De León advierte que ahora la situación se puede agravar en ambos lados de la frontera, por el reciente acuerdo entre México y Estados Unidos para incrementar la vigilancia migratoria.
Para impedir la aplicación de aranceles a las exportaciones mexicanas anunciadas por Trump, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador acordó una nueva estrategia para controlar la migración irregular hacia Estados Unidos.
Como parte de ese plan, entre otras cosas, se anunció el despliegue de 6.000 efectivos de la Guardia Nacional mexicana -formada principalmente por oficiales de la Policía Militar-,además del desmantelamiento de "las organizaciones de tráfico y trata de personas, así como sus redes de financiamientos y transporte ilegales".
El presidente de México defendió que su país solo está haciendo lo que le corresponde en materia migratoria, "pero al mismo tiempo cuidamos que se respeten los derechos humanos, y que se atienda el problema de fondo, la falta de oportunidades".
No obstante, su acuerdo generó gran controversia y organizaciones civiles mexicanas consideraron que sus acciones no son la mejor solución al grave problema.
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