Washington
Menores encerrados en jaulas de alambre, durmiendo en el suelo bajo mantas térmicas. Niños llorando desconsolados al ser separados de sus padres. María Meza, una mujer hondureña de 39 años, arrastrando a sus hijas gemelas lejos de los gases lacrimógenos en la frontera entre México y Estados Unidos.
Este 2018 estuvo plagado de imágenes icónicas de las consecuencias de las políticas migratorias de la administración Donald Trump. Fue el año de las caravanas migrantes, de la separación de familias en la frontera, de las amenazas constantes. 2018 fue la continuación a un mandato que nació con vocación antiinmigrante, de un presidente que empezó su recorrido político insultando a los mexicanos (“criminales, narcotraficantes, violadores”), a los haitianos (“todos tienen SIDA”), intentando prohibir la entrada a los “peligrosos” nacionales de países de mayoría musulmana.
Tras un 2017 marcado por la lucha sobre el programa que beneficiaba a los soñadores (DACA) y los intentos de vetos migratorios, este año los temas migratorios de Trump se han peleado en la frontera. Los ojos del mundo se abrieron con la crisis de la separación familiar y la política de Tolerancia Cero: en menos de seis semanas, entre abril y mayo, más de 2 mil niños fueron arrancados de sus padres, sin explicación ni certeza de reencuentro. “Creo que fue un punto de reflexión […] acerca del tema de la migración y de los migrantes”, apunta a EL UNIVERSAL Rachel Schmitdke, experta en migración del Mexican Institute del Wilson Center. A pesar de que la detención familiar data de hace tiempo, las imágenes de jaulas con menores separados de sus padres recibió grandes críticas de la opinión pública y creó una aura de vigilancia en la población sobre las acciones de su gobierno en esta materia.
Según la experta, es probable que la administración Trump “no vaya a tocar el tema de separación de familias de nuevo”. Esa crisis puso el tema migratorio en el centro del debate político, especialmente en vísperas de elecciones de medio mandato, en noviembre pasado. A eso se le añadió, en octubre y en plena vorágine electoral, las denominadas “caravanas”, los grupos de miles de centroamericanos en éxodo de la violencia y la falta de oportunidades de sus países de origen.
“Han servido a su administración para politizar un poquito y utilizar como justificación para unas políticas más estrictas, más duras”, dice la experta. Su gobierno también ha defendido enviar al ejército como medida disuasoria o el uso de gases lacrimógenos para dispersar un momento tenso en la frontera, todo para frenar una presunta “invasión”.
“Lo que pasó es que creó una crisis artificial. […] No diría que es una crisis migratoria, pero sí una crisis humanitaria”, explica Schmidtke, añadiendo que, a pesar de que los migrantes siguieron las nuevas normativas y políticas, se encontraron más obstáculos que hicieron empeorar su situación.
La solución de las cuestiones migratorias no está en la mente de Trump. “No es una prioridad, solamente están viendo la parte de seguridad fronteriza”, refuerza la analista. El presidente siempre se concentró más en la ley y el orden que en resolver crisis humanitarias, escudándose en que no había consenso bipartidista para un cambio en las leyes sobre migrantes. La realidad demuestra que tampoco hay visos de acuerdo en seguridad, básicamente por su obsesión por construir un muro en la frontera con México.
“Quiere complacer a su base, quiere decir que ha hecho una política migratoria estricta, cero tolerancia, y eso es realmente lo que su base quiere. Eso no significa que la mayoría del público americano está de acuerdo con estas políticas”, recuerda la experta. El 52% de los estadounidenses están en contra de las acciones en migración de Trump, según una encuesta presentada esta semana por las cadenas públicas NPR y PBS.
La falta de una reforma migratoria, sin embargo, no es sólo un problema de Trump, sino de toda la clase política. “No veo una visión de largo plazo […] No veo cómo quieren ver el sistema migratorio en cinco años, en 10 años. Tenemos una política reaccionaria, en vez de una visión comprehensiva de que el mundo está cambiando, que los migrantes están cambiando y que tenemos que cambiar también. Eso falta: entender”, lamenta Schmitdke.
En su opinión, EU está en un momento clave, en el que tiene que decidir qué hace de cara al futuro, si quiere seguir en este camino de “limitar aún más la migración”, con políticas cada vez más estrictas.
Trump y su obsesión por la seguridad nacional, además de su visión antiinmigrante de la sociedad —en parte para contentar a su base electoral— no van a solucionar el problema. Al contrario: todavía pueden aparecer de la nada nuevas propuestas para limitar los visados legales, o crear más incertidumbre entre los que están en protección temporal.
Como la que ya viven los soñadores, pendientes de sentencias judiciales para saber su futuro. O la que están sufriendo decenas de miles de personas que hasta ahora estaban amparados por el programa de Estatus de Protección Temporal, el conocido TPS.
Este 2018 acaba con EU fuera del Pacto Mundial sobre Migración, promovido por Naciones Unidas, y con Trump insistiendo en frenar los flujos migratorios y evitar, en nombre de la seguridad nacional, que EU se convierta en un “campo migratorio”, una más de las tendencias de criminalización al extranjero de esta administración.
Schmidtke es “optimista” de cara a 2019, especialmente si sale adelante la propuesta del nuevo gobierno mexicano de enfocar los esfuerzos en la inversión en el Triángulo Norte para resolver los factores que empujan a los migrantes a abandonar sus países.
“Parece que, por lo menos, el presidente Trump lo está recibiendo con una mente un poquito más abierta”, comenta la analista, que cree posible que EU pueda entrar en ese plan si se le convence de que es una forma de reducir flujos migratorios. No obstante, se corre el riesgo de que lo usen como medida de presión para que México asuma “más responsabilidad” acerca de los migrantes. Sea como sea, cualquier avance en esos aspectos no va a aportar cambios sustanciales en la política interna de EU en cuanto a la migración.