Desde hace años, Estados Unidos y México han utilizado la migración como piñata electoral. Pero en este 2024, con elecciones en ambos países y la cifra de migrantes que intentan cruzar la frontera norte mexicana creciendo de forma incontenible, el tema se ha vuelto central.

En diciembre pasado, la cifra de encuentros de migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México alcanzó un récord: 302 mil; las detenciones llegaron a un máximo histórico de 2.2 millones en el año fiscal 2022. Ciudades como Nueva York, Washington y Los Ángeles enfrentan una crisis por la cantidad de migrantes que están llegando y que rebasa todas sus capacidades.

El 15 de enero arrancó el proceso electoral estadounidense con miras a las presidenciales de noviembre. El caucus republicano reveló que la principal preocupación entre los republicanos es la migración. Y Donald Trump arrasó.

En las primarias republicanas de New Hampshire, a pesar de ser éste un estado mucho más independiente y menos conservador que Iowa, la prioridad repitió: migración.

Trump y el presidente de Estados Unidos están perfectamente conscientes de que, para regresar —el primero— o mantenerse —el segundo— en la Casa Blanca, todos los caminos pasan por el tema migratorio. Es por eso que el republicano se atreve a retomar frases de Hitler y decir que los migrantes “envenenan la sangre de Estados Unidos”, mientras que el demócrata se vuelve más Trump que Trump y promete “cerrar la frontera” si se aprueba el presupuesto que le permitiría mantener la ayuda a Ucrania, pero también aplicar las leyes más estrictas que se recuerden en una administración demócrata, presionado como está por los políticos republicanos.

Aunque Biden y los demócratas insisten —de palabra— en que Estados Unidos es un país de migrantes, la lucha por la reforma migratoria en este primer gobierno de Biden fracasó, y el panorama no parece muy positivo para que se apruebe en una eventual segunda administración suya, menos si Trump regresa a la Oficina Oval. Republicanos y demócratas se han hecho de sus “muros”: el magnate presionó por uno físico, “hermoso”, lleno de tecnología; Biden tiene a México y otros países haciendo el trabajo de evitar que los flujos migratorios continúen a la alza.

Las organizaciones defensoras de los migrantes alzan la voz respecto de las violaciones de derechos humanos que se están cometiendo a ambos lados de la frontera, silenciadas por el clamor de Trump y los republicanos de que solo criminales, locos y narcotraficantes están llegando a suelo estadounidense.

Reuniones migratorias bilaterales van y vienen, con comunicados que repiten una y otra vez la “importancia” que tiene el asunto y el “extraordinario apoyo” que recibe el gobierno estadounidense por parte del mexicano. Al mismo tiempo, las denuncias de abusos, extorsiones, desapariciones de migrantes crecen, igual que el negocio de narcos, extendido a trata de personas, y de funcionarios corruptos.

El de los migrantes es un panorama triste, pelotas políticas en un tablero donde lo pierden todo, incluyendo sus vidas, en su intento por huir de amenazas, violencia, desempleo o falta de oportunidades educativas.

La situación no es mejor al otro lado del charco. Países como Francia y Reino Unido cierran la llave de la migración, mientras crece la desesperación de quienes huyen de las guerras y el hambre en África, en Israel o en Siria. La crisis migratoria es una bomba de tiempo. Y el momento de la explosión está cada vez más cerca.

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