Machismo, discriminación, violencia, incluso el humor a costa de ellas… son las realidades que viven las mujeres en el mundo y en las estadísticas América Latina sale mal parada, advierte en entrevista con EL UNIVERSAL la ecuatoriana María Fernanda Espinosa, expresidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas. “Los números son de terror”, asegura. Por eso, considera, “hay que seguir alzando la voz” en tanto “haya una mujer violentada”.
Quizá no se tenga claro qué es violencia de género, por eso se puede ver “normal” el maltrato a una mujer en cualquier área. ¿Es así?
—Lamentablemente tiene que continuar siendo parte central de la agenda de reiniciación de los derechos de las mujeres. Dolorosamente, las cifras en lugar de bajar suben en todos los índices de violencia; violencia en el marco de la pareja, la sexual, la trata de personas que afecta a más de 60% de mujeres, la mutilación genital femenina o el matrimonio infantil. También la violencia política contra las mujeres; lo digo en primera persona, habiéndolo vivido, las mujeres que estamos en el área de la política. Las llamadas de emergencia se han incrementado 30% a nivel mundial. Los datos son que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, cifras inaceptables; los feminicidios continúan creciendo, América Latina sale muy mal parada en esas estadísticas.
¿Cuál viene siendo el origen de esto?
—Vivimos en sociedades marcadas por la violencia, por la polarización, las desigualdades en todos los rubros; nuestras estructuras sociales son altamente discriminatorias, hay una gran exclusión, el machismo hoy en día sigue siendo el pan de todos los días. Creo que nuestros sistemas educativos no han ayudado, no se ha tenido puesto el foco en una educación que no naturalice la violencia contra las mujeres ni la violencia verbal ni la física, ni sicológica.
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Hay mucho que hacer; el rol de los medios de comunicación es fundamental para combatir y contrarrestar los estereotipos, no naturalizar la violencia, que el humor no sea a costa de la dignidad de las mujeres, un humor machista, pasa mucho en América Latina y en muchos lugares del mundo. Hay profundas razones de orden religioso. Algo que duele en el alma y el corazón es la mutilación genital femenina; esto también es una verdadera pandemia.
¿Por qué las mujeres han tenido que recurrir a plataformas como el Me Too para alzar la voz y defenderse de alguna forma? ¿Quién está fallando?
—Están fallando las desigualdades como una forma de la sociedad, está fallando la educación, nuestro sistema de valores, de naturalización de la violencia. La tarea que se tiene es gigante, enorme, no hay que bajar los brazos ni perder la fuerza; las organizaciones feministas tienen una voz, un gran peso, al igual que las organizaciones indígenas. Hay que seguir ganando estos espacios que nos corresponden, nadie viene a buscarnos para ellos, hemos luchado duro para obtenerlos.
¿Quién ha dejado de escuchar a las mujeres?
—No solamente no es escuchada, sino que las sociedades siguen siendo profundamente patriarcales para tener una ley de acción afirmativa.
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¿Qué es lo que los gobiernos han dejado de hacer para que las mujeres lo sigan reflejando en las calles, en marchas, protestas, etc?
—Mientras haya una sola mujer maltratada o víctima de feminicidio, o siga habiendo una de cada cuatro niñas que se casa antes de los 18 años en América Latina, etc., hay que seguir haciéndolo. O cuando estamos en posiciones de toma de decisiones, con la oportunidad de hablar, hay que hacerlo.
¿No ha habido un compromiso al 100% por parte de los gobiernos hacia las mujeres?
—Se han tenido serios retrocesos a nivel mundial, hay muchos gobiernos que han tenido una involución… Es un tema de apropiación social, de nuevos contratos sociales que le digan no a la discriminación, no a la diferencia en derechos de las mujeres y de las sociedades. Si somos 50% de la población tenemos que tener el mismo porcentaje de los espacios, un tema aritmético, pero a veces no solamente es número [sino] profundamente de calidad: hay que ver el rol de las mujeres en los procesos de paz, prácticamente no se consideraba la participación de las mujeres en estos procesos.
De un tiempo para acá ha aumentado el poder, la participación de las mujeres en puestos de importancia. ¿Esto pudiera contrarrestar de algún modo la violencia en contra de la mujer?
—Definitivamente. Está comprobado, varios estudios demuestran que la presencia de mujeres en los parlamentos garantiza marcos normativos y políticos de acción afirmativa en favor de las mujeres. Por experiencia propia sé que como ministra necesitaba el apoyo normativo y demás, y siempre encontraba una voz interesada y comprometida de parte de las legisladoras. Es una realidad. Por ejemplo, cuando hay una mujer como ministra de finanzas, te aseguro que no corta el financiamiento para los centros de acogida y de emergencia para mujeres violentadas, como ocurrió en plena pandemia en Ecuador.
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¿La pandemia oscurece aún más las ayudas y alternativas que pudiera haber para que las mujeres tengan apoyos efectivos?
—Dolorosamente, el confinamiento, la falta de acceso de las mujeres en los servicios de salud sexual y reproductiva, el acceso al empleo entre otros puntos, todos los números han ido para atrás: en la lucha contra la pobreza, en el acceso al empleo digno, etc., y dolorosamente todas las cifras van para atrás [en el tema de las] las mujeres. Evidentemente la pandemia no ha ayudado.