Más Información
Diputados avalan súper secretaría de García Harfuch; SSPC investigará delitos y coordinará inteligencia a nivel nacional
"Soy del mero Sinaloa, donde se rompen las olas"; al ritmo de banda y aguachile, apoyan a músicos y meseros afectados por violencia
“Aún hay tiempo”: Inai lamenta extinción aprobada por Diputados; pide al Senado reconsiderar reforma
Trudeau se declara abierto a "otras opciones" con México en el T-MEC; solo si el país no aborda preocupaciones comerciales con China
Con prórroga o sin ella, elección judicial va, asegura Taddei; afirma que presupuesto de 13 mmdp no es ninguna “ocurrencia”
Así fingió “El Guacho” su muerte para vivir en Estados Unidos; su esposa es hija de “El Mencho”, líder del CJNG
INE aprueba calendario y programa de trabajo para elección judicial; hay un retraso del 15% en actividades
Las Vegas, Nevada.— Todos le tenían ganas a Michael Bloomberg, el exalcalde de Nueva York que ha transformado la carrera demócrata con sus millones de dólares, y le hicieron pagar la novatada. La figura de Bloomberg es odiada por todos, y su historial dio para atacarlo por todos los flancos, en una imagen de unidad que escasea en el partido pero que ha encontrado un enemigo común: la chequera de Bloomberg.
El debate empezó durísimo contra el filántropo, que recibía golpes por todos lados, dejándolo hecho trizas. Colocado en una de las esquinas del escenario, por la disposición acordada por los organizadores, en ocasiones pareció que desaparecía, que había abandonado, derrotado en la lona de un ring en el que debutaba.
La más dura fue la senadora Elizabeth Warren, fantástica en todo el debate con una agresividad desconocida hasta ahora, pero que la colocó al frente del pelotón. “Me gustaría hablar sobre contra quién estamos compitiendo: un multimillonario que llama a las mujeres ‘vieja gorda’ y ‘lesbianas cara de caballo’. Y no estoy hablando de Donald Trump: hablo de Michael Bloomberg”, dijo. Tras la frase demoledora, el soplido en la sala de prensa resonó incontrolable, igual que lo hizo en 2016 cuando Trump llamó “mujer asquerosa” a la demócrata Hillary Clinton en uno de los debates que los enfrentó.
“Corremos el riesgo de sustituir un multimillonario arrogante por otro”, añadió. Todos la secundaron en los ataques: “Necesitamos alguien diferente a Donald Trump. Y no creo que mirando a Trump digamos: ‘Necesitamos a alguien todavía más rico en la Casa Blanca’”, se unió Klobuchar.
Le llegaron ataques por todo, directos a la yugular: sus políticas racistas en Nueva York, las acusaciones de ambientes de trabajo agresivos contra mujeres en sus empresas, la poca transparencia en sus declaraciones de impuestos, pero cuando más parecía que se iba a rendir, esquivó el knockout tras una pausa publicitaria, con planes y propuestas. Como si el descanso lo hubiera transformado y dejara atrás las dudas e incluso contraatacando.
Golpeado pero sin acabar noqueado, Bloomberg salvó la partida como pudo. Se aprovechó de que, en un instante, algunos se dieron cuenta que no podía ser el único en recibir los golpes. Porque, de ser así, daría vía libre al senador Bernie Sanders a la nominación. El que no apareció en casi ningún momento del debate fue el nombre del rival que tendrán en noviembre. “No estamos hablando suficiente de Donald Trump”, se quejó la senadora Amy Klobuchar. Las alocuciones al presidente brillaron por su ausencia, ahora que todos tenían una piñata nueva que golpear.