Cuando Anna*, actriz, se enamoró de un actor más exitoso y mayor que ella, pensó que había encontrado al hombre perfecto. Poco tiempo después se comprometieron, y a partir de ahí, todo empezó a cambiar. A Anna le tomó tiempo darse cuenta de que su cuento de hadas se había transformado en una relación abusiva.
La gente cree que el abuso emocional no es tan malo como el abuso físico, pero déjame decirte: te deja cicatrices.
Mi relación con Thom parecía un cuento de hadas, de esos que solo ves en las películas. Nos conocimos poco antes de que cumpliera 30 años, cuando estaba confundida sobre sobre qué quería hacer de mi vida: estaba sola, sin niños, y no tenía casa propia.
En ese momento estaba trabajando en una obra de teatro, y una de las actrices me dijo que él iba a venir esa noche a vernos actuar. Ella lo conocía desde hacía 14 años, y había trabajado con él en un proyecto anterior.
Yo acababa de separarme de alguien y pensaba que él era adorable, y ella me dijo que conocerlo quizás era una buena idea, ya que me ayudaría a recuperarme.
Signos de abuso emocional
El abuso emocional es abuso doméstico, y es crucial que todos aprendamos a distinguir los signos de advertencia temprana y llamemos al comportamiento controlador y coercitivo por lo que es.
Los signos clásicos incluyen:
"Si te das cuenta de que actúas como si estuvieses caminando en puntas de pie o cambiando tu comportamiento (aislándote de amigos y familia) para hacerlo feliz, puede que estés en una relación abusiva. Las relaciones sanas se construyen sobre el respeto y la confianza mutua, no sobre el poder y el control"
Adina Claire, codirectora ejecutiva de Women's Aid
Intercambiamos números de teléfono enseguida. Resultó que él ya me estaba siguiendo en Twitter después de haberme visto en una obra (más tarde descubrí que era lo primero que hacía cuando alguien le atraía).
Unos días más tarde nos juntamos para tomar un café y fue amoroso conmigo. Me acuerdo de pensar: "¡Esto es increíble!". Y luego empezaron los textos que, mirando hacia atrás, deberían haberme alarmado.
Me enviaba entre 50 y 100 mensajes al día. Mensajes largos. Una vez me dijo: "Te envío mensajes muy largos y solo recibo una respuesta de una línea".
Yo estaba muy ocupada con mi obra y otras cosas. Cualquiera hubiera tenido dificultad para lidiar con semejante cantidad.
Él solía decirme que, después de nuestro segundo almuerzo, se había dado cuenta de que estaba enamorado de mí. Venía a verme actuar, me llevaba a cenar y se interesó muchísimo por mi vida, mi infancia y mi familia.
Pensé que él era muy diferente a los hombres con los que había salido antes.
Dos semanas después de que nos conocimos, era mi cumpleaños. Lo invité a mi fiesta pero me dijo que no vendría, que yo debería pasar tiempo con mis amigos. Parecía muy respetuoso de mi espacio personal.
En el poco tiempo en que lo había conocido, noté que tenía todas las cualidades que siempre quise en la persona con la que salía. Era bueno y considerado sin que hubiese que insinuarle nada y hacía todas las cosas que yo había hecho por mis exnovios y que nunca habían sido correspondidas.
A la distancia, veo que esta fue su manera de atraerme, de crear un mundo que yo nunca quisiese dejar.
Como la primera vez que tomas drogas y te da un subidón, luego, cuando te haces adicto, siempre estás buscando recrear esa primera sensación, pero ya nunca es lo mismo. Él era así.
Al final, me sentía como una adicta, esperando que nuestra relación volviese a como fue en un principio, cuando todo era divertido y demasiado bueno para ser cierto.
Dos días después de mi cumpleaños, me quedé en sus casa y nos acostamos por primera vez. Hubo un par de oportunidades antes, pero él no me presionó, lo cual también me hizo pensar que él era genial.
A la mañana siguiente me pidió que fuese su novia. Le dije que sí. El mismo día me habló largo y tendido sobre cómo, ahora que estaba con él, la prensa iba a interesarse en mí, y en cómo la gente iba a empezar a decirme cosas más malas de él, por quién era.
Luego me preguntó si había leído su entrada en Wikipedia, porque yo nunca había visto su trabajo y me dijo que debería empezar a saber qué es lo que él había hecho.
Yo le dije: "Estás sentado frente a mí, voy a saber lo que hiciste cuando tú me lo cuentes".
Un par de días más tarde me dijo que había estado pensando mucho y que se estaba poniendo muy celoso de mis exnovios y mi pasado. Me dijo que necesitaba tiempo para trabajar sobre él mismo y que apreciaría que yo no le hablase de ellos.
Parecía que estaba tratando de ser abierto y honesto, así que le dije que sí.
Sentados en el parque, al día siguiente, antes de que yo me fuera a trabajar, me dijo cuánto le gustaría que yo regresase a su casa esa noche. Le dije que sentía lo mismo, y ahí fue cuando me pidió que me mudara con él. Tres semanas después desde que nos vimos por primera vez.
Le dije que sí.
Al principio, me traía café con dulces a la cama, flores, me dejaba notas por la mañana cuando se iba a trabajar y se cruzaba conmigo durante el día si estábamos cerca, aunque fuera por unos pocos minutos, solo para que nos digamos "hola". Se mostraba como el hombre perfecto.
Pero alrededor de esa época, un amigo me dijo que unos años antes, Thom le había enviado mensajes abusivos a una amiga suya. Me advirtió que tuviese cuidado, y que él había escuchado que él no era un buen tipo. Recuerdo pensar que esa descripción no se parecía a la persona que yo conocía.
Cuando le pregunté a Thom sobre esto, juró que no y luego cambió rápidamente de tema. Empezó a acusarme de que por mi culpa, estaba descuidando a su familia.
Me dijo que porque había estado poniendo toda su energía en nuestra relación, se estaba perdiendo cosas muy importantes en su casa. Entré en pánico y me disculpé. Pero, en retrospectiva, está claro que esta era solo una forma de desviar la atención de los correos abusivos.
Los regalos eran algo importante para Thom, aunque nunca eran cosas que yo realmente quisiese. Eran cosas que él quería que yo usara, bastante caras. Era como si él quisiese crear la idea perfecta que tenía en su cabeza de cómo debería verse su novia.
Hubo tantas señales de advertencia que dejé pasar en ese momento. No solo sentía celos de mis ex. Si hablaba de una experiencia que me había hecho feliz, me decía que estaba celoso de no haber estado allí. Siempre trataba de controlar lo que yo decía.
El contacto cuando no estábamos juntos se tornó abrumador. Sentía que tenía que responder a sus mensajes inmediatamente. Era como si no quisiera dejar ningún espacio para que yo pensara en nada que no fuese él.
Las discusiones empezaron a los dos meses desde que comenzó nuestra relación. Hasta ese entonces todo había sido tan perfecto que fue completamente inesperado.
Pero, de repente, parecía ser que si yo estaba de buen humor o las cosas estaban bien entre nosotros, él instigaba una pelea (dos o tres veces por semana). Era espantoso y agotador y, para empezar, yo estaba en shock.
A pesar de esto, tres meses después de que nos conocimos, se puso de rodillas y me propuso matrimonio. Yo estaba superada por la emoción. Hablamos de nuestro futuro y de tener niños y todo se sentía natural y maravilloso.
Fue en este momento, sin embargo, cuando le prometí casarme con él y estaba viviendo en su casa, que nuestro mundo perfecto empezó a desintegrarse.
Mandó a hacer el anillo de compromiso en base a uno que había visto hace cinco años, antes de que nos conociéramos. Odié eso. Estaba hecho de su piedra favorita, y sentía que yo me estaba acomodando al anillo, otra vez a esa imagen perfecta que él tenía en su cabeza, y no que el anillo había sido elegido para mí.
Estaba teniendo dificultades en el trabajo y me molestó descubrir que él era condescendiente y desdeñoso con mi carrera. Me hablaba como si yo no supiese lo que estaba haciendo. Pero, de hecho, yo llevaba años trabajando en esta industria y me había ido bien, solo que no había tenido éxito a nivel comercial.
La noche de nuestra fiesta de compromiso, él no hizo ningún esfuerzo por hablar con mis amigos. Después, cuando todos se habían ido, le dije: "Gracias por haberte mostrado tan tranquilo con que el hecho de que viniera Robbie". Robbie era un amigo con el que yo había tenido una breve aventura en el pasado.
Thom había bebido una copa de champán el día que nos comprometimos, pero esta había sido la primera vez que realmente bebía alcohol conmigo.
Estaba completamente borracho y perdió el control. Agarró un libro que había comprado sobre los celos y lo lanzó en mi dirección. Tiró un adorno de mármol por el balcón y empezó a gritar e insultarme.
Me llamó puta, me dijo que me sacara el anillo y que me marchara de su casa.
Debería haberme marchado, pero sentía que no podía. No quería creer que este era realmente él: era el alcohol u otra cosa. No tenía sentido irme cuando acabábamos de celebrar nuestra decisión de casarnos, de estar juntos para siempre.
Un día de la semana siguiente volvió a casa del trabajo y me dijo que yo había hecho que él quisiera matarse. Habló de ir al hospital, pero no fue porque al día siguiente tenía que trabajar. Eso no fue completamente inesperado.
Cada vez que teníamos una discusión, se volvía agresivo y abusivo y me hacía pedazos, y luego volvía llorando. Desde su punto de vista, él siempre era la víctima.
Yo no estaba preparada para dejarlo en ese momento, pero empecé a tenerle miedo. Comenzó a afectarme físicamente y dejé de comer.
Le conté a una amiga lo que había pasado, pero me daba mucha vergüenza contárselo a alguien más. Este hombre era mi prometido y no quería que nadie pensara mal de él.
Él empezó a beber cada vez más y las peleas, el control y el abuso continuaron. Él utilizó todo lo que tan cuidadosamente había descubierto de mi familia contra mí. Me dijo que mi hermano era un drogadicto, que mi padre me había abandonado y que mi mamá no era una buena madre.
Me dijo cosas que más tarde aseguró no recordar haberme dicho.
Yo me decía a mí misma que todas las parejas discutían, y que nada nunca era perfecto. Pero no todos los novios te llaman puta y te dicen que te vayas de su casa.
Si venía a visitarme una amiga, me sentía nerviosa pensando cuándo regresaría él a la casa. No sabía qué podía pasar, no quería que otra gente viera su furia y no quería que Thom se molestara al encontrar a una amiga en la casa.
Se volvió una pregunta diaria: "¿Qué hará hoy?" La ansiedad me provocaba un nudo en el estómago.
Si él estaba tratando de aislarme de mis amigos, estaba empezando a lograrlo. Y, por alguna razón, yo empecé a pensar que no quería que mi familia viniese a la boda. Todavía no sé cómo me hizo sentir de esa manera.
Acomodé mi carrera a la suya, e hice que mi trabajo se ajustara a su rutina, así podía visitarlo cuando estaba fuera. Después de comprometernos, me dijo que dejara mi trabajo extra, que yo disfrutaba porque me permitía socializar, y él dijo que depositaría en mi cuenta de banco unos 2 mil 500 dólares.
Se lo conté a una amiga y me dijo que no lo hiciera, porque necesitaba mi independencia. No lo hice, pero dos mese después sí (él me daba poco a poco más razones para que lo hiciera y finalmente las acepté).
Cuando miro hacia atrás, esto me dé mucha rabia.
Durante una pelea gigantesca, le dije que me sentía en una prisión y que había perdido el sentido de mi identidad. Me preguntó qué se podía hacer para rectificar esto y le dije que necesitaba pasar unos días con una amiga.
Se enojó mucho y me dijo: "No puedo creer que vas abandonar esta relación".
Hasta el día de hoy, en la mente de Thom, yo no lo dejé porque él estaba abusando de mí, yo lo abandoné.
Unas semanas después, me enteré por una amiga que Thom le había enviado un email abusivo a una exnovia. Lo llamé y le pregunté por ello. Me dijo: "Le dije que era una puta porque necesitaba que alguien se lo dijera".
Le pregunté si pensaba decirme que se había puesto en contacto con ella y me dijo que no, porque no creía que yo me fuera a enterar. Le pregunté si pensaba disculparse y me dijo que no tenía nada de qué disculparse.
Ver cómo abusaba de otra personas me hizo dar cuenta de que lo que estaba haciendo conmigo estaba mal. Ahí fue cuando dije: "Me perdiste. No puedo seguir con esto. Tú necesitas ayuda". Creo que fue la primera vez que me defendí y realmente lo ataqué.
Sabía que tenía que irme antes de que él regresara a casa porque si volvía a verlo cara a cara, me convencería de que me quedase. Me diría que lo podríamos solucionar.
Creo que no pensó que yo me iba a ir. Desde el día que nos conocimos hasta el día que me fui no había pasado siquiera seis meses. Pero, afortunadamente, tenía gente increíble alrededor mío que podía ver qué estaba pasando y me sacó de allí, aunque no fue fácil.
Lo más difícil de salirme fue tratar de descifrar qué parte de él era real y cuál falsa, preguntarme si este tipo que conocí era solo un personaje que estaba interpretando para atraerme. También tuve que aceptar el hecho de que había estado en una relación abusiva.
Al final, sentía que ya nada era mío, ni siquiera mis pensamientos. Pasé mucho tiempo pensando en él desde el día en que lo conocí. Todo el tiempo mis pensamientos vuelven a él, incluso ahora. Odio el hecho de que tuviera ese control sobre mí.
Mucha gente no quiere creer que alguien puede comportarse de esa manera, sobre todo alguien que creen conocer. Incluso mi hermano me dijo: "Es normal cómo te trató- solo tienes que tolerarlo-, eso es una relación".
Pero esto es algo de lo hay que hablar. Recuerdo buscar en Google: "¿Estoy en una relación abusiva?" y leer lo que decía y pensar: "Sí, eso me pasó a mí". Pero mucha gente asume que el abuso solo puede ser físico.
Unas pocas veces durante nuestra relación quise llamar a Women's Aid, un grupo de ayuda para mujeres, para explicarles lo que me estaba pasando, pero sentía que yo lo valía y que (lo que me pasaba) no estaba justificado. El abuso no era "lo suficientemente malo" porque él no me pegaba, pero el abuso emocional es abuso.
Cuando estaba furiosa, quería exponerlo públicamente para que la gente supiera que él era capaz de lastimar a mujeres de una forma muy directa y calculada.
Puede ser muy duro ver cómo lo alaban en los medios y cargar secretamente con la verdad de cómo es él realmente. Pero no siento que no pueda hablar públicamente por quien es él, es porque tengo que pensar en mi carrera.
Si lo hiciese, la gente me asociaría con él para siempre. Eso es culpa mía porque yo hice que mi relación sea pública en las redes sociales, porque estaba feliz.
En última instancia, siento pena por él. No puedo imaginar cómo debe ser estar dentro de su cabeza, vivir su vida. Pero más allá de eso, no hay excusa para tratar a nadie de la forma en que él me trató a mí, a otras mujeres antes que a mí y, estoy segura, a las mujeres que vendrán.
*Todos los nombres de esta historia han sido cambiados.
Ilustraciones: Freya Lowy Clark
Anna le contó su historia a Natasha Lipman.
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