La llegada de Joe Biden a la presidencia en Estados Unidos en enero debería ser un momento oportuno para renovar la relación entre México y Estados Unidos. Durante los últimos cuatro años, el actual presidente del vecino país, ha usado México repetidamente como blanco de críticas, muchas veces infundadas, y como un elemento central en su juego de desconfianza hacia el mundo y hacia los migrantes. 

Sin duda, sus acciones han sido menos impactantes que la retórica. El tratado de libre comercio que une los dos países y Canadá sobrevivió en una forma similar a la que tenía antes, el muro fronterizo se construyó mayormente donde ya había barreras existentes y nunca llegó la ola de deportaciones de indocumentados mexicanos prometida. El presidente Andrés Manuel López Obrador logró entenderse con Trump y comprendió que lo único que necesitaba para llevarla bien con su homólogo estadounidense era controlar los flujos migratorios, dejarlo construir su muro y darle crédito por la renovación del tratado. 

Pero mucho también se perdió en estos cuatro años. Se perdió la idea de cooperación y convivencia sana entre dos países vecinos que están unidos por lazos económicos, culturales y familiares. Se perdió la oportunidad de pensar juntos en cómo manejar esta interdependencia para el bien de los ciudadanos de ambos países. Se perdió la posibilidad de incorporar a los inmigrantes mexicanos plenamente en la sociedad estadounidense mientras mantenían también su identidad como mexicanos. Y se perdió la noción de que los dos países podían hacer causa común para mejorar las condiciones en Centroamérica, una región frágil cuyo futuro impacta a los dos. 

Con Biden, se abre este abanico de posibilidades de nuevo. Se regresa a una agenda amplia y compleja entre los dos países. En este nuevo momento, se tendrá que hablar no solamente de cómo controlar la migración, sino cómo manejarlo inteligentemente e incorporar a los migrantes ya viviendo en el país vecino. Planear cómo sacar provecho del intercambio económico en un momento estratégico de reacomodo económico global. Coordinar cómo hacer frente a la fragilidad de los países centroamericanos, que requiere de inversiones sostenidas y estratégicas. Decidir qué hacer con el narcotráfico, cuyos tentáculos están en ambos países. Enfrentar cómo ayudar a las comunidades fronterizas, que han sido diezmadas por las restricciones de movilidad, para que de nuevo sean motores de crecimiento.

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La pregunta de un millón es si el gobierno mexicano quiere esta agenda amplia de países vecinos y socios. Hay quienes sospechan que el presidente López Obrador no lo tenía tan mal con el presidente Trump. Al final de cuentas, sólo tenía que cumplir con lo que le importaba a Trump—revisar el TLCAN y controlar a los migrantes—y no había más problemas. Esta agenda ampliada podría ser positiva para México, pero también requiere dedicar mucho más atención a asunto binacionales, quizás más de lo que le interesa al gobierno mexicano. 

Requiere que el gobierno mexicano, y su presidente y canciller, estén en contacto constante con los dos partidos en Estados Unidos, con el Congreso, gobernadores y alcaldes, con líderes latinos y mexicanos, con empresarios y sindicalistas. E implica que el gobierno de Estados Unidos hará lo mismo en México, que a veces incomoda. Una relación compleja e interdependiente entre países requiere de un manejo complejo de esa interdependencia.

Sin duda, hay enojo entre demócratas, sobre todos entre congresistas de origen mexicano como Chuy García, Veronica Escobar y Joaquin Castro, por no felicitar a Biden en su victoria electoral. Pero en esto, hay tiempo para reparar relaciones, y tampoco se requiere de mucho, ya que estos son líderes afines a México y una nueva administración va a querer una relación cooperativa con México.

Quizás la pregunta clave es si el gobierno de México quiere una relación más intensa y colaborativa con el gobierno norteamericano—y con todos los elementos de la sociedad vecina. De todos modos, va a llegar esta agenda más compleja a partir de enero. Sin duda, este giro va a ser algo bienvenido por la gran mayoría de mexicanos que se han cansado de los ataques constantes de Trump, pero habrá que esperar un poco más para conocer la postura del gobierno mexicano frente a esta nueva realidad.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias.

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