Uno de los temas más complicados en la relación entre México y Estados Unidos es el trasiego de armas. En los últimos 16 años las autoridades mexicanas han decomisado 200 mil armas, y después del rastreo mediante el eTrace, resultó que 71% provenían de EU. Otras agencias, como la GAO, elevan la proporción al 90%.

Difícil resulta conciliar el espíritu democrático pro derechos humanos de la primera potencia mundial con su pasión por las armas. Primer lugar mundial en gasto militar, en desarrollo de tecnología bélica, en industria militar y en producción y exportación de armamento. Frente a Estados Unidos, las cifras del resto del mundo palidecen.

Poseedor del mayor arsenal del mundo, su espíritu armamentista no se acota a la defensa de su territorio, población y valores frente a las amenazas externas. La pasión por las armas la comparten la mayoría de sus ciudadanos. Se estima que, en 2012, cuando la población ascendía a 321 millones de personas, el arsenal en manos de privados ascendía a 310 millones de armas. Nueve armas por cada 10 habitantes. El mayor índice per cápita del mundo.

Para los defensores de la Segunda Enmienda en EU —libertad de poseer y portar armas— este derecho es prácticamente una religión. Los cinco millones de miembros de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) son los ministros de su culto y su revista, America’s Freedom, su catecismo. Desde su creación en 1871, han gozado de la simpatía de los miembros de las élites políticas y económicas de ese país y, en el mejor de los casos, de su tolerancia. Ningún político con ambiciones se pelea con esa iglesia.

Sus militantes, desde el mundo público o privado, aseguran que las armas son solamente con fines recreativos o de coleccionista. Nada que tenga que ver con violencia. Las estadísticas muestran una realidad distinta. De acuerdo con la Campaña Brady, 93 estadounidenses mueren diariamente por armas de fuego y 222 quedan heridos. En un estudio realizado en 2015 se midieron los homicidios anuales con armas de fuego por cada 10 millones de habitantes. Los resultados son asombrosos: Japón (un caso), Alemania (7), Suiza (26), Estados Unidos (401) y México (797).

En ocasiones la geopolítica puede ser el peor enemigo. La pasión por las armas en EU es acompañada por una política francamente laxa en materia de adquisición y exportación. Cientos de miles de armas se exportan ilegalmente a todo el mundo. México es uno de sus clientes favoritos. Por cercanía y por un rico mercado. En México la mayor parte de las armas están prohibidas. Y no solamente exportan pistolas, rifles y escopetas, sino también granadas, cohetes, lanzacohetes y todo tipo de municiones.

De acuerdo con el anuario CASEDE 2016, mientras que en el periodo 2001-2006 25% de los homicidios en México se efectuaron con armas de fuego, para el trienio 2013-2015 el porcentaje subió a 56%. Se estima que actualmente rebasa el 60%. Pero más grave aún es el dato de un estudio de México Evalúa en el que se apunta la adquisición de armas para los hogares como medio de defensa contra la delincuencia, que pasó de 145 mil armas en 2012 a 232 mil en 2016, un incremento de 60%. La cultura de las armas no se acota al crimen organizado. Cada día son más los ciudadanos comunes que buscan poseer armas y no precisamente con fines deportivos.

Con fines distintos y legislaciones antagónicas, mexicanos y estadounidenses comparten el apetito por las armas. Y la frontera política dista de ser un obstáculo. El tema no forma parte de negociación alguna en la relación bilateral, ni del TLCAN ni de ningún otro instrumento. La oferta y la demanda parecen ser los únicos reguladores de ese negocio de vida o muerte.

Consultor en temas de seguridad
lherrera@coppan.com

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