Mil 200 millones de habitantes

, la mitad de ellos por debajo de los 30 años . La gran perdedora de la globalización con 33 países entre los 48 más pobres del mundo. Golpes de Estado, terrorismo y un potencial económico avasallador. África hierve.

La caída de Robert Mugabe en Zimbaue, tras 37 años en el poder, retrata el dinamismo de un continente con un gran apetito por un cambio que no termina de llegar. La atención recae ahora sobre otros longevos dirigentes, símbolo de la ambición y la corrupción que lastran el presente africano. Yoweri Museveni, en Uganda; Paul Biya, en Camerún; Teodoro Obiang, en Guinea Ecuatorial, y Denis Sassou Nguesso, en República del Congo. Los cuatro sobrepasan los 30 años en el poder.

En África la ida y venida de dictadores tiene una larga tradición, pero las salidas de Blaise Compaoré, en Burkina Faso (2014), y este año de Jose Eduardo dos Santos, en Angola (38 años en el poder), y Yahya Jammeh en Gambia apuntan a un fin de ciclo, o al menos a un relevo generacional.

Dentro de esta ola, el próximo podría ser el heredero de Laurent Kabila, Joseph Kabila, al que en República Democrática del Congo piden que no se presente a las elecciones de 2018 para propiciar un cambio que ayude a salir de la pobreza a un país tan rico en minerales como endémicamente pobre en sus calles.

Esa parece la maldición de África: un continente con grandes recursos agrícolas, energéticos y minerales que no logra explotar en beneficio de su población por problemas políticos.

Muchos analistas defienden que ese cambio de tendencia podría comenzar pronto y que África será el gran mercado del futuro. Luis Padrón, director general de Casa África, una institución creada por España para mejorar los intercambios con el continente, explica a EL UNIVERSAL el gran potencial que existe: “África representa ahora 4% o 5% del comercio mundial, pero dentro de poco alcanzará 8%, a medida que avanza su clase media-baja”.

China da el paso

Prueba de la creciente conexión comercial, Padrón destaca que España ya exporta más a África (16 mil 500 millones de euros anuales, sobre todo en el cercano Marruecos) que a Latinoamérica (15 mil millones), aunque dice que las cifras de inversión españolas en Latinoamérica son muy superiores.

Las inversiones crecen en tres sectores estratégicos. “En infraestructuras se está haciendo mucho, como la modernización de los grandes puertos, o el tren de altísima tecnología entre Etiopía y Djibouti; también en turismo; y cada vez se ven más planes en el sector energético”, explica Padrón.

Los países que más se están esforzando por entrar en el mercado africano son los europeos y China. “Si ve usted un palacio de deportes o de negocios en África, lo más probable es que sea chino. Tienen una gran red de consejeros comerciales, y su estrategia de no inmiscuirse en la política local les abre muchas puertas”, explica Padrón. Con América Latina, los grandes lazos se producen entre países de habla portuguesa: Brasil tiene crecientes proyectos comerciales con Angola, Cabo Verde y Mozambique. Sólo existe un país en el continente que hable español, Guinea Ecuatorial: por eso la conexión hispanoamericana es más débil.

A la espera de esa conexión virtuosa con el resto del mundo, uno de los grandes retos de África es la conexión interna. No sólo su geografía lo dificulta, también la existencia de aranceles y rivalidades, coincide Padrón con el especialista en geopolítica Tim Marshall, quien explica a EL UNIVERSAL que “los problemas de comunicación dentro de África siempre estarán ahí, pero pueden aliviarse a través de tecnologías” y voluntad política.

Otro de los grandes desafíos para crecer está en la corrupción. A principios de noviembre la Cruz Roja generó una ola de indignación internacional al revelar un fraude de 6 millones de euros en Guinea y Sierra Leona en las ayudas para luchar contra la epidemia de ébola que entre 2014 y 2016 mató a 11 mil personas.

Sida y violencia, lastres

La noticia empaña uno de los últimos logros en el continente: haber atajado esa enfermedad que parecía desbocada. Después de ese pico letal, volvió a quedar patente que la gran emergencia sanitaria en África sigue siendo el sida, responsable de 122 muertes por cada 100 mil habitantes (datos de la Organización Mundial de la Salud). Le siguen la diarrea y enfermedades contagiosas como malaria o tuberculosis.

En la base de muchos de estos problemas de salud está la deficiencia en la alimentación y las hambrunas que arrasan el continente, especialmente en periodos de sequía. La región que mayor preocupación suscita es África del Este. Entre Sudán del Sur, Kenia, Etiopía y Somalia, 28 millones de personas necesitan ayuda internacional.

La violencia desempeña un papel importante en este drama. Hasta 15 países africanos viven conflictos armados. Desde Libia a Malí, esas luchas matan de hambre y son focos de inestabilidad mundial, con tráfico de armas y desplazamientos de personas.

Jakkie Cilliers, de la Universidad de Pretoria, explica que las turbulencias de África responden a que es “pobre y joven, pero también está en crecimiento y el escenario es dinámico”. Basándose en los estudios del Programa de Datos de Conflictos de Uppsala y el Global Terrorism Database, ejemplifica cómo los niveles de violencia suben y bajan.

El pico se alcanzó en 1991, con la caída de la Unión Soviética y la reestructuración de equilibrios globales.

El momento más bajo fue en 2005, y volvió a alcanzar un segundo pico en 2015, con una subida de 500% en los enfrentamientos violentos y 40 mil muertos en un año.

Estos conflictos se han fragmentado. “Hoy vemos más actores no estatales”, explica Cilliers: “Suele ser un gobierno contra varios grupos armados, muchas veces en disputa entre ellos mismos. Eso dificulta alcanzar acuerdos de paz”, concluye. Un ejemplo es el nuevo terrorismo yihadista, con grupos armados como Boko Haram, Al Shabab y demás filiales de Al-Qaeda y el Estado Islámico.

En este entorno, parece complicado lograr el objetivo que la Unión Africana planteaba en la llamada Agenda 2063: “Silenciar las armas en el año 2020”. Según Cilliac, “la violencia continuará siendo una característica de muchos países en los próximos años, y África debería hacer sus planes contando con ello”.

Planes que no son menores: atraer inversiones, fortalecer las democracias, limar las desigualdades y favorecer la conexión interna. Una agenda muy exigente para un continente con hambre de cambio.

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