Abuela desesperada
Ahora con una hija, Marina, de 22, y en lucha por la “no repetición” jamás de la tragedia, explicó que, al saber su origen de adoptado, “creía que mi familia biológica me había abandonado o no me quería. Nada de eso era así, sino todo lo contrario: mi abuela me buscaba”.
Manuel fue localizado en 1995 por Abuelas de la Plaza de Mayo, institución (no estatal) argentina de derechos humanos de mujeres que buscan a sus hijas e hijos que desaparecieron de 1976 a 1983 y a sus nietos que fueron robados para ser vendidos, regalados o negociados en adopciones ilícitas por la dictadura.
De 1978 a 2019, el grupo resolvió 130 casos de hijas e hijos de desaparecidos y que, con sus padres encarcelados o asesinados, fueron robados, regalados o vendidos para adopciones ilegales dentro y fuera de Argentina.
El hallazgo de Manuel se logró luego de que, en 1995, el (no estatal) Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó, con huellas dactiloscópicas, los restos de Ana María en un osario público de un cementerio en Buenos Aires. El EAAF ubicó ese año a Manuel y en agosto de 1997, con análisis inmunogenéticos, confirmó su identidad real: Matilde finalmente encontró a su nieto y lo disfrutó al final de su vida, porque falleció en 2010.
Manuel reconstruyó la muerte de su madre y su estadía en el hospital con documentos oficiales, declaraciones de médicos y enfermeras y otros testimonios y datos que investigó en una batalla judicial que lanzó contra los culpables de la masacre. Un tribunal argentino condenó en 2012 a prisión a tres jefes policiales y militares que condujeron la incursión armada: Manuel derrotó a la impunidad.
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