Nueva York.— Más de 5.5 millones de personas utilizan cada día el Metro de Nueva York. En la ciudad con el mayor número de habitantes por metro cuadrado de Estados Unidos, resulta complicado moverse en coche, por eso el transporte bajo tierra es fundamental para que la vida de la gran metrópoli siga funcionando. Está operativo 24 horas, siete días a la semana y cuenta con 472 estaciones, además de presumir de miles de kilómetros en vías. Sin embargo, en los últimos meses, algo tan vital como este transporte se ha convertido en una amenaza mortal.
El aumento del crimen en el Metro de la Gran Manzana ha hecho saltar todas las alarmas. Desde el pasado mes de enero, nueve personas han sido asesinadas en sus instalaciones (tres más que el año pasado), es la cifra más alta que se ha registrado en los últimos 25 años. Para entender esta cifra con perspectiva, entre 2006 y 2013 se registraron 22 asesinatos en el Metro.
La última víctima mortal tenía sólo 15 años. Se llamaba Jay- jon Burnett. Además, tras tres décadas de mínimos históricos, la delincuencia ha aumentado 40% en comparación con los datos de 2021 (entre enero y octubre de 2022 se han registrado mil 917 delitos graves).
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Las razones del aumento
Los funcionarios achacan estas cifras históricas a varios motivos. Primero, a los cambios en el sistema judicial como la nueva reforma en la legislación de libertad bajo fianza de Nueva York. Consiste en eliminar la prisión preventiva y la fianza en la mayoría de los delitos menores y no violentos, con el fin de ser justos con aquellos que tienen menos recursos económicos, y para que el paso por prisión no afecte al futuro laboral y social de aquellos que cometen delitos menores. La policía y fiscales sostienen que realmente lo que está provocando esta nueva ley es un aumento en los delitos violentos.
Los expertos también culpan al aumento de tráfico de armas ilegales (según los criminólogos como consecuencia de la inseguridad vivida durante la pandemia) y al deterioro urbano tras la pandemia, así como la negativa de muchos trabajadores de volver a las oficinas y darle vida a la ciudad. La falta de tránsito ha provocado que las áreas más financieras de Nueva York queden abandonadas y desiertas, dando pie a que la delincuencia se haga con ellas. Una situación que preocupa a los neoyorquinos, 84% considera que su ciudad ha empeorado desde marzo de 2020.
Además, el aumento de cientos de vagabundos con enfermedades mentales que con la llegada del frío se refugian en las estaciones de Metro, agrava aún más el problema. Algunos convierten el transporte público en sus casas y siguen sus propias reglas, muchas de ellas prohibidas por la MTA (Autoridad Metropolitana de Transporte): comen, beben, fuman y consumen marihuana y otras drogas ante la expectante mirada de los usuarios. “Hay que tener mucho cuidado”, cuenta a EL UNIVERSAL una trabajadora del Metro de Nueva York que prefiere no decir su nombre, “porque a veces se despiertan enfadados y gritan y rompen cosas sin motivo, o simplemente están borrachos (...) Nos han dicho que si se ponen agresivos nos vayamos”.
El Metro de Nueva York está viendo escenas desconcertantes en los últimos meses. Accidentes mortales, personas con problemas mentales que empujan a usuarios a las vías del tren, asesinatos, palizas y muchos ataques verbales. Son sólo algunos de los titulares con los que los usuarios tienen que lidiar cada día. Noticias que preocupan a la gran mayoría, sobre todo a los miles de usuarios que no cuentan con otra forma de transporte para ir a trabajar cada mañana y así pagar los altos impuestos que exige la ciudad. “Nueva York es famosa por tener los impuestos más altos del país, aquí pagamos los federales, los estatales y los de la ciudad, me quitan una barbaridad de mi sueldo cada mes ¿y todo para qué? ¿Para ir a trabajar con miedo cada día? No es justo”, es el enfado de Jimmy Carrer, un padre de familia de 45 años que cada mañana tiene que tomar la línea azul (A,B,C) para llegar a su puesto de trabajo.
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Por varias estaciones de esta línea de Metro viajó este medio. Las imágenes en hora punta, 8 de la mañana, son preocupantes. En un rincón, a la vista de todos, hay una jeringuilla y toda la parafernalia necesaria para el consumo de estupefacientes. Al salir del Metro, y al final de las escaleras un hombre prepara una dosis de heroína con una cuchara. Cuando se le mira se pone violento y es mejor irse. Son sólo las 10 de la mañana de un lunes.
Este verano el alcalde de la ciudad, Eric Adams, desplegó más agentes de policía en las paradas y vagones del Metro. No fue suficiente. El pasado octubre la gobernadora del estado, Kathy Hochul, tuvo que intervenir y en una rueda de prensa anunció que el “Plan Policías, Cámaras y Atención” se ponía en marcha de manera inmediata. El objetivo era reforzar aún más la presencia de agentes. El Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) junto con MTA añadieron mil 200 turnos adicionales para los agentes que patrullan en más de 300 estaciones diariamente. Un incremento de 10 mil horas extra de presencia policial diaria. Además, se propuso la apertura de dos nuevos centros siquiátricos con 50 camas, porque según el alcalde Adams, los sintecho con enfermedades mentales están detrás de 40% de los asesinatos que se producen en las vías del Metro. Desde entonces la situación no ha empeorado, pero tampoco ha mejorado significativamente: esta misma semana Adams aseguraba que “el comisionado de policía anunciará pronto más iniciativas que vamos a seguir poniendo en marcha para nuestro sistema de Metro”.
Entre las estrategias para que los pasajeros se sientan más seguros está anunciar las paradas en las que se encuentran los agentes de NYPD, para que si alguien necesita ayuda o denunciar una situación pueda bajarse y hablar con la policía. El martes, el director ejecutivo de MTA, Janno Lieber, anunció que, según los últimos datos, los incidentes bajan en paralelo con más arrestos.
Asegura que ha habido “un incremento de 93% en arrestos por delitos menores comparado con el año pasado”, pero los expertos ven estas declaraciones con escepticismo, porque muchas de las capturas son exprés, el detenido sale de la comisaría tan rápido como entra. Y los arrestos se producen por delitos menores; por ejemplo, no pagar el ticket de Metro.
“Yo no me siento más segura, a pesar de que vea que hay más policías”, explica Shara R. una joven de 21 años que vive en Brooklyn y toma el Metro cada día para ir a la universidad. Una queja que este medio ha escuchado varias veces y ha vivido en primera persona, véase imagen de este verano, cuando la inseguridad en el Metro rozaba su pico más alto.
El Metro de Nueva York apenas se ha recuperado del golpe que recibió con la pandemia de Covid-19. Tras volver a la nueva normalidad, sólo 60% de los viajeros que lo tomaban antes han vuelto a usarlo y se calcula que no recuperará sus cifras hasta 2024. Cada vez más mujeres deciden confiar en sí mismas para su seguridad y muchas cargan en el bolso un bote de gas pimienta; por ejemplo, Gala, de 16 años, quien dice: “Ojalá no tenga que usarlo, pero así me siento más segura”. Aquí no es fácil conseguirlo.
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