Hace más de una década, la activista social Tarana Burke ideó la frase “Me Too” (“Yo también”) para ayudar a mujeres afroamericanas a solidarizarse con aquellas que habían sobrevivido a algún asalto o abuso sexual. Sin embargo no fue hasta hace un par de semanas cuando, sin saberlo, la actriz Alyssa Milano convirtió las dos palabras en una etiqueta (hashtag) en las redes sociales y, de ahí, en un movimiento por los derechos de las mujeres y contra el acoso de género.

El escándalo destapado por los abusos del productor de cine Harvey Weinstein, con más de 50 mujeres denunciando a un hombre poderoso de acoso sexual, abrió la caja de los truenos. La actriz Jane Fonda dijo que el fenómeno no habría alcanzado tal repercusión si las víctimas no fueran “blancas y famosas”, pero a nadie escapa que ha servido para que, poco a poco, salgan a la luz casos similares.

El más reciente ha sido el de Mark Halperin, reconocido periodista y analista político, acusado por una decena de mujeres de haberlas acosado. Él ha caído en desgracia de forma inminente. En parte, ha sido por el fin de la impunidad marcada por la difusión de #MeToo.

“Estamos muy contentos que el hashtag #MeToo haya dado voz a tantas supervivientes que habrían quedado en silencio o avergonzadas por el abuso o el asalto en su pasado”, cuenta Marsha Robertson a EL UNIVERSAL, directora de comunicación de Futures Without Violence, organización que durante más de tres décadas ha intentado desarrollar fórmulas innovadoras para acabar con la violencia contra las mujeres en el mundo.

La organización saca a la luz la existencia de una etiqueta contraria, #NotMeToo, destinada a aquellas mujeres que prefieren no identificarse porque aún queda el estigma o, simplemente, la estructura social y cultural puede hacerles tener “miedo a represalias y perder el empleo”.

“Ambos hashtags revelan un tema que ha estado oculto en silencio y estamos contentos de ver que ha encontrado tracción en los medios sociales y tradicionales”, indica la organización. La duda, como en todas las campañas de redes sociales, es ver si será capaz de superar la rapidez del olvido. “Creo que campañas como #MeToo pueden ayudar a hacer mella”, dijo en una entrevista reciente Burke.

En Futures Without Violence no están “tan seguros que pueda ser una punto de inflexión”, pero lo importante es que se habla del tema, lo que puede enviar un “fuerte mensaje” a empleados y empleadores que este comportamiento contra las mujeres “no puede ser tolerado”.

El futuro del movimiento depende, por tanto, en cómo se sustente en el tiempo. “Será necesario un esfuerzo sostenido, colectivo”, explica Burke.

En Futures Without Violence están convencidos que el momento actual, con casos altamente simbólicos la conciencia será mayor y más efectiva.

El caso de Weinstein, acusado de acoso, asalto e incluso violación sexual, reflejó un abuso de poder de género que incluso salpicó a la Casa Blanca. Las acusaciones a ex presidentes (Bill Clinton el más famoso, pero también —recientemente— George H. W. Bush) son igualmente escandalosas. Por no hablar de que aún resuena en el ambiente la infame grabación de video en el que el actual presidente, Donald Trump, alardeaba de poder tocar a las mujeres con total impunidad.

Sobre la importancia que el actual inquilino del Despacho Oval tenga sobre sí la sombra de depredador sexual y acosador de mujeres, Futures Without Violence prefiere no posicionarse por su carácter no partidista, pero deja un mensaje encriptado: “El lenguaje degradante sobre las mujeres no debería ser descartado como charla de vestuario”. Precisamente la fórmula usada para quitar importancia al comportamiento de Trump.

Las acciones y programas para combatir estos comportamientos son muchos, la mayoría destinados a cambiar el rol de pensamiento de los hombres. Ser honrados y no cómplices de comportamientos abusivos, alzar la voz, una buena educación y una política clara en el puesto de trabajo son algunas recomendaciones.

En este aspecto, Futures Without Violence cree que el número de feminicidios y violencia contra la mujer en México “refleja la necesidad de políticas que respeten sus derechos”, y esperan que el mensaje universal de #MeToo sea una “oportunidad para alzar la consciencia en cualquier cultura”, también en la mexicana.

“Los hashtags y campañas en redes sociales a veces son un llamado de atención, y pueden abrir los ojos a la injusticia a la vez que proveen apoyo y comunidad para la gente que es empática con sus mensajes”, concluyen desde la organización.

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