San José.— El 17 de junio de 1971, un año antes del inicio del escándalo de Watergate que acabaría con su presidencia, el presidente estadounidense Richard Nixon hizo un anuncio que cambiaría el curso de la historia y que ha dejado a su paso un rastro de sangre y un reguero de muertos.
“El enemigo público número uno de Estados Unidos es el consumo abusivo de drogas. Para poder enfrentar y derrotar a este enemigo, debemos lanzar una nueva ofensiva sin cuartel”, dijo en una ceremonia en la Casa Blanca. Así dio el pistoletazo de salida a la Guerra Contra las Drogas, una operación con la que se debía acabar de un plumazo con las actividades delictivas de las bandas criminales y frenar el consumo de los jóvenes estadounidenses, que desde los años 60 las veían como un símbolo de su generación.
Después vendría el Just say no (Simplemente di no) de la campaña apadrinada por Nancy Reagan, primera dama en la década de los 80, cara amable de un endurecimiento de la “guerra” más centrada en el castigo penal de delitos no violentos relacionados con drogas. Las posteriores gestiones no frenaron el crecimiento, especialmente en el gobierno de George H.W. Bush y la militarización e internacionalización de la guerra, que convirtió la iniciativa en un fenómeno mundial que se demostró fallida.
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“La Guerra Contra las Drogas nunca fue sobre las drogas”, explica Paula Mallea, exfiscal estadounidense, en su libro The War on Drugs. A Failed Experiment (La Guerra Contra las Drogas. Un experimento fallido): “La Guerra Contra las Drogas fue una invención de los políticos estadounidenses”.
En su opinión, la declaración de emergencia nacional de Nixon y el inicio de la Guerra Contra las Drogas tenía que ver más con un intento de cambiar la deriva de la opinión pública, con una oposición cada vez más feroz a la Guerra de Vietnam, y estaba aún conmocionada por los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy: “En un esfuerzo para distraer a los votantes de estos temas serios y difíciles, los políticos eligieron un objetivo fácil: la demonización del uso de drogas”.
Muchos años después de la declaración de la guerra, uno de los principales asesores de Nixon, John Ehrlichman, confesó que habían “mentido sobre las drogas” y fue la respuesta de Nixon para combatir y acallar a la población afroamericana y a los antiguerra de Vietnam.
50 años después del anuncio, el saldo: la guerra fracasó.
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“Si en 1971 la situación estaba mal, en 2021 está peor; esto es un desastre y la guerra es un fracaso”, dice Phil Jordan, uno de los más connotados exagentes de la DEA, la agencia antidrogas de EU.
En entrevista con EL UNIVERSAL, admite: “Nunca hemos tenido una verdadera guerra. Cuando se declara una guerra es para ganarla y no para perderla (...) nunca se le declaró la guerra al narcotraficante. (...) Sí ganamos algunas batallas, pero la guerra se ganará cuando se le pegue duro a todos los involucrados. Si EU pone todo su poder esta guerra se gana, pero nunca lo puso. La guerra ya estaría ganada, porque nunca se peleó como se debe”.
Jordan, quien se retiró en 1995 siendo director del Centro de Inteligencia de El Paso, Texas, que controla la información mundial criminal de las drogas, confiesa: “Antes de retirarme supe que nunca tuvimos guerra. Hoy hay más droga dentro y fuera de EU, más producción de narcóticos ilegales y más corrupción que en 1971. Aunque se puede ganar, la guerra ha sido una pelea librada más en las noticias y no en algo de a de veras. Mientras la corrupción exista, nunca terminará”.
La DEA no respondió a las preguntas de EL UNIVERSAL acerca de si fracasó la guerra o si la situación del narcotráfico en 2021 es más positiva que la de 1971.
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Gran mercado
La decisión de Nixon de modificar el combate al narco se registró en una etapa crucial que convirtió a EU en el principal centro mundial de consumo de marihuana, cocaína, heroína y otros alucinógenos: el masivo repudio al conflicto bélico con Vietnam en un fenómeno de los influyentes movimientos de la contracultura estadounidense.
Cifras oficiales mostraron que Nixon empezó la contienda antidroga con un presupuesto de unos 71 millones de dólares, pero el acumulado llegó a 51 mil millones de dólares en 2019.
Desproporción racial
En EU, la guerra no eliminó la producción de drogas; no bajó el número de consumidores; el acceso es más barato y fácil. Se maximizó el problema y provocó consecuencias devastadoras para la sociedad. Según datos de la Drug Policy Alliance, en 2019 fueron arrestadas en EU más de 1.5 millones de personas por temas ligados con drogas, la gran mayoría por posesión para uso propio: una cada 20 segundos. Cifras recopiladas por organizaciones y fuentes oficiales resuelven que la desproporción racial es enorme, porque un afroamericano es 3.64 veces más probable que sea detenido por posesión de marihuana que un blanco, a pesar de un consumo en tasas similares.
Al menos 130 mil personas están en la cárcel por temas de droga, con una desproporción racial que perjudica a minorías y favorece a blancos: 80% de los reos condenados por un delito federal sobre narcóticos son negros o latinos. La sentencia media por una acusación no violenta sobre drogas de un afroamericano es de 58.7 meses de cárcel, casi el mismo tiempo (61.7 meses) que recibe de media un blanco por un delito violento.
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La guerra es un pozo sin fondo de inversiones millonarias que no evita que cada año mueran más de 70 mil personas por sobredosis y ha sido incapaz de evitar una epidemia de consumo de opiáceos que resultó en el aumento de 500% del consumo de heroína entre 2001 y 2014, y derivó en la actual crisis de adicción a medicamentos. Según cálculos publicados por el Center for American Progress, desde 1971 hasta 2015 se gastó 1 billón de dólares a nivel federal, a lo que habría que añadir el presupuesto de entidades estatales y locales.
La presión sobre Latinoamérica
“La Guerra Contra las Drogas motivada por EU, más que un mecanismo de ‘acoso’, se ha convertido en una estrategia de control político”, afirma el historiador mexicano Juan Antonio Fernández-Velázquez, investigador de la (estatal) Universidad Autónoma Indígena de México, en Sinaloa.
“El gobierno estadounidense es el que dictó las reglas del juego, militarizando las campañas antidroga y, con ello, atentando a la soberanía de los países involucrados”, asegura a este diario.
En un estudio de 2018 para la (estatal) Universidad Autónoma Intercultural de Sinaloa, recordó que cuando Nixon “elevó la retórica” del control de narcóticos y “la internacionalizó” al proclamar la guerra, reforzó “una imagen criminalizada en el que las drogas y sus consumidores, según el discurso oficial, devinieron en figuras amenazantes para la estabilidad y convivencia social”.
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A partir de junio de 1971, EU desplegó renovadas presiones sobre América Latina y el Caribe como naciones de producción o tránsito de marihuana, heroína y cocaína, en un abanico repleto de choques por factores como la política unilateral de Washington de certificar o descertificar, año con año, a un país y determinar si en ese periodo se comportó correctamente o no para atacar al narco.
En sentido contrario, las mafias ganaron capacidad de organización y penetraron a ejércitos, policías, jueces, fiscales y demás estratos de las sociedades del área para transportar los cargamentos de estupefacientes del sur al norte de América en ruta al gran mercado de EU. De manera paralela, el concepto de cada vez mayor prohibición sobre la marihuana y, en especial, la cocaína y la heroína, provocó un acelerado e incontrolable aumento de sus precios. Ante la necesidad de inventar mecanismos para ocultar o lavar las ganancias, la guerra causó un efecto dominó e involucró a políticos, partidos, empresarios, bancos y otros sectores financieros en un entramado de corrupción de América Latina y el Caribe.
Reforma y legalización
Activistas señalan que la verdadera solución al problema pasa por la legalización y una reforma judicial, para acabar con una doctrina que intrínsecamente está dirigida contra los pobres e implícitamente racista.
Un análisis de Cato Institute de hace un lustro concluía que la prohibición “no sólo es ineficaz, sino contraproducente para lograr los objetivos de los responsables de la formulación de políticas, tanto en EU como en el extranjero […] La guerra interna contra las drogas ha contribuido a un aumento de las sobredosis de drogas y ha fomentado y sostenido la creación de poderosos cárteles de la droga”.
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Hace una década, la Global Commission on Drug Policy, la unión de líderes mundiales de reconocida reputación e influencia para una reforma en el acercamiento a esta problemática, publicó un informe en el que resolvió: “La Guerra Contra las Drogas ha fracasado”. “Hay un imperativo a investigar alternativas más efectivas que la criminalización del uso y suministro de drogas”.