Bruselas.— El comportamiento transaccional de Donald Trump podría conducir a cambios de gran calado en la convulsionada región de Medio Oriente, particularmente durante los primeros meses de su segundo mandato.
El año cierra con una Franja de Gaza devastada y un pueblo palestino víctima de masacre perpetrada por el régimen israelita de Benjamin Netan- yahu que ONG califican de genocidio, en represalia al ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, en el que hombres de Hamas mataron, quemaron y secuestraron indiscriminadamente al infiltrarse en Israel.
En Líbano, pese a las constantes violaciones de Israel reportadas por la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FPNUL), desde el 26 de noviembre se mantiene un frágil alto al fuego en el conflicto entre Israel y el movimiento ideológico y armado de Hezbolá.
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De acuerdo con International Crisis Group (ICG), en el momento del alto a las hostilidades, las fuerzas israelíes habían matado a casi 4 mil libaneses y desplazado a más de un millón; por su parte, Hezbolá privó de la vida a 130 israelíes y obligó a 60 mil más a abandonar sus hogares.
En Siria, Teherán y Moscú perdieron a su mejor cliente, Bashar al-Assad. El dictador escapó a Rusia en calidad de asilado luego de que las tropas rebeldes encabezadas por Ahmed al-Sharaa, también conocido como Abu Mohammed al-Jolani, derrocaran el 7 de diciembre a la dinastía que gobernó con mano de hierro por 54 años.
Irán ha perdido influencia política y militar tras el desbaratamiento de las capacidades bélicas de las fuerzas rebeldes en Gaza y Líbano, Hamas y Hezbolá, la caída de Al-Assad y los ataques aéreos israelíes a blancos selectivos iraníes.
Israel ha emergido como el actor que dicta en dónde se encienden y apagan incendios en la región, haciendo valer su supremacía militar, basada en transferencias armamentistas europeas y estadounidenses.
Trita Parsi, vicepresidente del Instituto Quincy, con sede en Wa- shington, afirma que en la agenda exterior de Trump hay cuatro prioridades, tres de ellas en Medio Oriente y una en Europa: la reinstauración de la paz en Ucrania.
El próximo mandatario está empeñado en que la crisis en la Franja de Gaza no sea un distractor para su administración. Ambiciona con un alto al fuego antes de que tome posesión el 20 de enero. Eventualmente estaría dispuesto a respetar los avances territoriales de Israel en suelo palestino, libio y sirio, a cambio de concesiones económicas y que Netanyahu y su alianza con la extrema derecha no le causen problemas a su administración.
El inconveniente que tiene Trump es que el futuro de Netan-yahu está anclado a su campaña militar en Gaza, de acuerdo con Mairav Zonszein, experta sobre Israel y Palestina del ICG. Sin una guerra en curso, los días de Netanyahu en el poder muy probablemente estén contados. La Corte Penal Internacional ha ordenado el arresto de Netanyahu por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Las 124 naciones que forman parte del Estatuto de Roma, incluyendo Holanda y Alemania, fieles aliados de Israel, están obligados a acatar las órdenes de La Haya.
La otra gran prioridad de Trump es la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita. Parsi sostiene que es muy probable que deseche este dossier debido a que en Riad no hay apetito para entablar pláticas con Israel, teniendo como telón de fondo la matanza en curso en Gaza. Además, para la monarquía absoluta islámica la normalización de las relaciones con Israel depende de la creación de un Estado palestino, requisito incompatible con Netanyahu, que junto con los políticos extremistas de derecha se opone a esta idea y respalda la creación de más asentamientos israelíes en los territorios ocupados.
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El tercer rubro es Irán. Trump quiere un acuerdo y hay señales desde Teherán de apertura al diálogo.
Durante su primer mandato, Trump apostó por la estrategia de máxima confrontación pensando que doblaría a Irán y forzaría el diálogo; al final se equivocó, provocó el rompimiento del pacto que evitaba el avance del programa nuclear con fines militares, así como mayor aislamiento de la República Islámica.
Si bien sería muy complicado alinear los intereses de Washington y Teherán tras más de cuatro décadas de mutuo descrédito, muy probablemente es el campo en donde Trump tiene más probabilidades de tener resultados, por muy inverosímil que parezca. “Un acuerdo con Irán es muy complicado, tiene enorme carga emocional en ambos lados, hay que recordar que Trump mató a [Qasem] Soleimani [general iraní asesinado por un dron estadounidense], va a ser muy difícil llegar a un acuerdo, pero comparándolo con los demás, puede surgir como el objetivo más al alcance”, dijo Parsi en un foro convocado por el European Policy Centre para discutir sobre la próxima presidencia estadounidense y la reconfiguración de Medio Oriente.
“Insisto, hay que tener en cuenta que Trump no tiene ningún compromiso ideológico en particular o emocional, para él, se trata de conseguir un acuerdo y ser capaz de mostrar, más que cualquier otra cosa, que él cierra tratos, esa es una diferencia fundamental con respecto a Joe Biden”. Además, agrega, Trump desprecia las alianzas colectivas, considera a la mayoría de los aliados de Estados Unidos como “gorrones” que se aprovechan del poder estadounidense y le atraen los tratos con los rivales de Washington, como el presidente ruso Vladimir Putin y el líder norcoreano Kim Jong-un.
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“Sospecho que en el primer año, a pesar de las emociones anteriores, y la idea de que Trump va a ir por el camino de la máxima presión, el elemento de hacer tratos va a ser la principal fuerza impulsora”. Otro elemento favorable: la composición de su gabinete. A diferencia del primer mandato, en esta ocasión la mayoría no tiene experiencia en el Poder Ejecutivo y, por tanto, no se espera que haya sabotaje a sus políticas, como sí ocurrió en su momento con Mike Pompeo como secretario de Estado y John Bolton, consejero de Seguridad Nacional.
En cuanto a Siria, el magnate dijo en redes sociales que no es asunto estadounidense. En su primera gestión, Trump intentó sin suerte retirar a las tropas estadounidenses estacionadas en Siria; aún quedan 900 en el este del país y es muy probable que ahora sí cumpla su objetivo.
Si el cambio de régimen en Damasco sale bien, el ganador será Turquía, con el presidente Recep Tayyip Erdogan devolviendo a millones de refugiados sirios y convirtiéndose en el principal actor estratégico en Siria, papel que se vería fortalecido si Trump retira tropas estadounidenses. Con la llegada del republicano, el mismo destino se prevé para 2 mil 500 efectivos estadounidenses en Irak, desplegados como parte de la misión de entrenamiento y capacitación de las fuerzas encargadas de combatir a los yihadistas del Estado Islámico.