"Desde hace tres años que soñaba con ir al Roraima".
Era el año 2016 y el japonés Koichiro Sawada estaba googleando fotos de Sudamérica en su departamento de Tokio. "Me salió una foto del monte Roraima y quedé boquiabierto. Luego, simplemente me dije: tengo que ir".
Ubicado en el Parque Nacional Canaima, en el sureste de Venezuela, Roraima es la meseta más alta del Escudo Guayanés, un área geográfica que alberga algunas de las formaciones rocosas más antiguas del mundo.
Además de la belleza natural, Sawada le vio otras ventajas al viaje.
"Es un destino muy barato y también quería ver con mis propios ojos lo que realmente está pasando en Venezuela", admite.
Así que se puso a planificar.
Aunque Roraima se trata de uno de los destinos más codiciados por los turistas extranjeros, el número de personas que realmente lo visita es escaso: por distintos motivos y pese a su potencial, Venezuela nunca ha sido un país con una industria turística importante.
Y la crisis económica no ha hecho sino empeorar la situación en este sector.
Muchas aerolíneas internacionales han cesado sus operaciones en el país, y varios países desarrollados, que son los mayores emisores de turistas en el mundo, desaconsejan a sus ciudadanos viajar a Venezuela, a menos de que sea "estrictamente necesario".
Por tal motivo, muchas agencias de viaje en Europa y Estados Unidos no ofrecen itinerarios a este país.
El Ministerio de Relaciones Exteriores británico (Foreign Office), por ejemplo, que emite recomendaciones de viaje en su sitio web, desaconseja todo tipo de visita a Venezuela, a excepción de las "esenciales", debido "a la delincuencia y a la inestabilidad".
"Cuando el Foreign Office dice eso, los seguros no cubren esos destinos, y por consiguiente, no podemos vender boletos", explica Mary Anne Nelson, supervisora de ventas de la agencia de viajes Journey LatinAmerica, con sede en Londres.
Y esta situación se repite en otras compañías europeas, norteamericanas y en el resto del mundo.
El último itinerario que Journey Latin America pudo vender a Venezuela fue en octubre de 2016.
Sin embargo, Nelson señala que todavía existe una voluntad por parte de sus clientes de visitar el país caribeño.
"De vez en cuando recibimos correos de gente que quiere visitar el país a pesar de la situación. De hecho tenemos una persona que nos escribe cada cierto tiempo preguntándonos si puede viajar", agrega.
Pese a sus playas con aguas cristalinas bañadas por el mar Caribe y sus exuberantes selvas tropicales en la Amazonía, los atributos turísticos de Venezuela no son muy conocidos en Japón.
"Sinceramente, el país es más bonito de lo que esperaba; es una lástima que casi nadie venga", lamenta Sawada, de 25 años.
"Me sorprendió lo buena que es la comida: las arepas me gustaron, pero prefiero las cachapas. ¡Es mi plato favorito! Me gustan con queso de mano (un tipo de queso local), que se derrite en tu boca", confiesa.
Pero para él lo mejor de este país sudamericano es la gente.
"Es impresionante cómo los venezolanos, a pesar de los tiempos que viven, son tan alegres y les encanta compartir. Siempre me dan comida" dice Sawada entre risas.
Eliane Souza es otra turista que asegura haber quedado "fascinada" con Venezuela: "La gente es tan amable y tan cálida. Sigo en contacto con algunos locales que conocí durante el viaje".
La brasileña de 34 años recorrió la Amazonía venezolana durante 10 días.
Y a pesar de las ideas preconcebidas que tenía del país, asegura que lo más difícil de la visita fue llegar a este lugar tan remoto.
"Fue un viaje muy agotador y bastante largo. Tomé un vuelo de Sao Paulo a Manaos por 7 horas, de allí viajé a Boa Vista y después tomé otro avión hasta Santa Elena de Uairén, una pequeña población cerca de la frontera con Brasil".
"Pero valió la pena", afirma.
No obstante, Souza no oculta lo mucho que la entristeció ver la decadencia en la que se encuentra la industria turística venezolana.
"Hay buenos lugares donde hospedarse con todas las comodidades, incluso hay hoteles 5 estrellas en medio de la Amazonía. También hay mucha gente capacitada… pero lo que no hay son turistas", lamenta.
"Lo peor es que la gente en esa parte de Venezuela vive del turismo y es tan triste que antes recibían un número de visitantes decente y ahora no reciben a nadie".
La periodista brasileña no se equivoca: el número de turistas en Venezuela ha caído estrepitosamente en los últimos años.
Según los datos más recientes de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Venezuela recibió 427 mil visitantes en 2017, una cifra inferior al año anterior (526 mil) y menos de la mitad de los que obtuvo en 2014 (857 mil).
De hecho, fue el único país en Sudamérica en registrar un descenso en el número de visitas en 2017.
Debido a la severa crisis económica que atraviesa el país, a muchos pobladores del estado Bolívar, en el sur del país, y de otras regiones que viven del turismo, les quedan prácticamente dos opciones: emigrar o buscar otras fuentes de empleo.
"Muchos guías turísticos ahora están aprendiendo a pescar, por ejemplo", explica Souza, quien viajó al país con una de las pocas empresas que aún organiza viajes al país, Roraima Adventures.
Su director, Joaquim Magno de Souza, recalca que si bien la demanda ha bajado "muchísimo", todavía hay gente dispuesta a conocer las bellezas naturales que ofrecen las diferentes regiones venezolanas.
"Las bellezas naturales (en Venezuela) son únicas y continúan siendo bellísimas a pesar de la crisis", señala Magno.
Antes de emprender su viaje, Souza admite que tenía sus reservas sobre la idea de visitar Venezuela.
"Tenía miedo por la supuesta falta de comida y de productos básicos, pero conseguí de todo en los supermercados".
"También tenía miedo por la inseguridad, pero siendo honesta, desde que llegué, nunca me sentí en peligro", confiesa.
Sin embargo, tanto ella como Sawada recomiendan tener cuidado y no olvidar que Venezuela sigue siendo uno de los países más violentos de la región.
"Cuando se menciona Venezuela es generalmente para hablar de béisbol, hay muchos beisbolistas venezolanos en mi país, pero también es conocida por su riqueza petrolera y por la violencia que se vive en sus calles", dice Ryuta, otro japonés, también de Tokio.
La visita de Ryuta se limitó a Caracas.
"Todo el mundo me decía 'no vayas a Venezuela, estás loco', pero me lo pasé muy bien. Me gustó mucho el país y pienso que tomando precauciones se puede viajar", asegura el japonés en un perfecto español que aprendió tras haber vivido en Guatemala durante siete años.
A ambos nipones les sorprende lo caótica e irracional que puede llegar a ser la capital venezolana.
"Es un mundo aparte, totalmente diferente a Tokio", opina Sawada.
"Cuando salía a la calle, tenía que esconderme el teléfono en el calzoncillo y jamás lo podía dejar sobre la mesa mientras comía en un restaurante, algo totalmente normal en otras partes del mundo", prosigue.
"También me llamó la atención lo vacía y oscura que es Caracas de noche, no hay un alma en las calles. ¡A medianoche en Tokio hay luces y gente por doquier!".
El tokiota califica como "exagerada" la cantidad de propaganda gubernamental que se ve en cada esquina de Venezuela y cree que " la clase política del país es "absurda".
Cuenta que tenía reservas sobre lo que leía en la prensa de su país sobre la crisis venezolana y su actual presidente, Nicolás Maduro, pero dice el viaje le ayudó a formarse una opinión más concreta de la realidad venezolana.
Muchos turistas que visitan Venezuela aprecian la tranquilidad que se respira en sus sitios turísticos debido al escaso número de visitantes.
"Chuao (una playa en la costa central del país) es un buen ejemplo. Es definitivamente un paraíso terrenal y como hay muy pocos turistas, me sentí casi como en una playa privada", observa Sawada.
Después de haber visitado la selva, varias ciudades y la costa, el japonés terminó su recorrido por tierras venezolanas en Mérida, una ciudad en un pequeño valle en Los Andes venezolanos, cerca de la frontera con Colombia.
"Llevo un mes viajando por toda Venezuela, y me pienso quedar un mes más. Aprovecho el tiempo practicando mi español, yendo a clases para aprender a bailar salsa y bachata, y también me inscribí en un curso de inglés.
"Son actividades que económicamente no me cuestan nada, me divierto haciéndolas y además son un aporte a mi desarrollo personal".
Cuestionado sobre si regresaría al país, Sawada no lo piensa dos veces.
"Hice muchos amigos en Mérida: aquí me siento como en casa".
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