Una mañana de primer día de colegio, Marty Tankleff, un adolescente estadounidense de 17 años, se despertó y encontró a su mamá muerta y a su papá desangrándose en su oficina.
El joven hizo lo que cualquier persona sensata hubiera hecho en su situación: llamó al servicio de emergencias 911.
"[Estaba] en pánico total, en shock. No hay manera de describir el momento porque lo que me pasó a mí es algo por lo que nadie debería pasar", le dijo Tankleff al programa Outlook de la BBC.
Marty nunca se imaginó que luego de esa llamada, él se fuera a convertir en el principal sospechoso de haber asesinado a sus padres, y que pasaría 17 años en la cárcel pagando una pena por un crimen que no cometió.
Encarcelado en 1990 y liberado en 2007 -cuado un juzgado revisó su caso y descartó los cargos- Marty Tankleff cuenta su historia, años después de haber recuperado la libertad y de haber reconstruido parte de su vida.
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Arlene y Seymour Tankleff adoptaron a Marty antes de que naciera, y lo criaron en los suburbios de Long Island, en el estado de Nueva York.
"Mi padre nunca tuvo nada cuando era niño, pero cuando yo estaba creciendo, ellos estaban en una situación financiera más estable, así que algunas de las cosas que mi padre o mi madre hubieran querido tener de niños me las dieron a mí", cuenta.
Además, como Arlene y Seymour estaban en una etapa más madura y con mayor estabilidad financiera, podían pasar más tiempo con Marty. Compartían viajes, actividades escolares y comunitarias.
Es una de las muchas razones por las cuales Marty no se explica por qué esa fatídica mañana de septiembre en la que sus padres amanecieron con horribles heridas, en vez de llevarlo a un hospital o mantenerlo en su casa, la policía se lo llevó a un brutal interrogatorio, del cual no existe ningún registro.
"Como lo veía yo en el momento, ellos estaban interesados en atenderme como víctima. Luego nos enteramos de que me habían visto como sospechoso desde el principio", cuenta.
Marty recuerda que el interrogatorio comenzó como podría esperarse, con preguntas a través de las cuáles los oficiales intentaban obtener detalles de la relación del joven con sus padres, o de quién podría ser un posible sospechoso.
Marty nombró a Jerry Steuerman -un socio de su padre en un negocio de bagels- como la persona que él creía podía estar detrás del crimen. En una demanda de diciembre de 1988, los representantes de Seymour Tankleff aseguraron que Steuerman le debía casi US$900,000 al padre de Marty.
Steuerman había estado en la casa jugando póquer con sus padres y otros invitados hasta entradas las horas de la madrugada.
"Pero hubo un punto de inflexión -dice- en el que las preguntas dejaron de ser parte de la investigación, a ser acusatorias".
El investigador principal en el caso de los Tankleff fue el detective James McCready, quien murió en 2015, y que en varias ocasiones discutió el caso con la prensa.
En una entrevista con la cadena estadounidense CBS, McCready describió una de las tácticas que había utilizado durante el interrogatorio.
"Me acerqué a un escritorio, tomé el teléfono y marqué la extensión más cercana a la sala de interrogaciones, me paré y fui a contestar mi propia llamada. Me hice como si estuviera hablando con otro detective", contó el detective.
McCready le describió a CBS que después de colgar la llamada simulada, entró al cuarto de interrogaciones y le mintió a Marty, diciéndole que a su padre lo habían despertado con adrenalina y que él había acusado a su hijo de ser el atacante.
"En EE.UU., se le permite a los interrogadores mentirle a los sospechosos, y eso fue lo que hicieron", cuenta Marty, haciendo un recuento de las mentiras que le dijeron.
"Dijeron que habían encontrado mi cabello en las manos de mi madre, no era cierto. Dijeron que habían llenado a mi papá con adrenalina y que me identificó como la persona que lo atacó, no era verdad."
La policía descartó a Steuerman como sospechoso cuando apareció en California una semana después, diciendo que había escapado por el miedo de que lo fueran a acusar a él como implicado en el asesinato.
Según explica Marty, la estrategia de los investigadores en su caso se basó en "derrumbar su piso" lo suficiente para que él dijera lo que ellos querían que dijera.
Eso quedó demostrado en el juicio, que comenzó dos años después, ante las miradas expectantes de las cámaras.
Una de las pruebas principales que presentó la fiscalía durante el juicio fue un documento, escrito por el detective McCready pero sin la firma de Marty, al que le dieron el peso de una confesión.
Marty dice no recordar bien qué pudo haber dicho durante el interrogatorio, pero asegura que pudo haber dicho cualquier cosa:
"Si tomas a un sospechoso joven, que acaba de vivir algo traumático -lo aislas, lo regañas, abusas de él verbalmente- lo llevas a pensar que solo hay una manera de salir de ese cuarto, y eso requiere decir lo que ellos quieren que diga".
En el juicio también testificó Steuerman, diciendo que había escapado buscando cobrar un seguro de vida que pudiera dejarle a su familia, por el miedo de terminar en la cárcel, debido a que Marty lo había mencionado como sospechoso. "Yo no hice esto", dijo Steuerman durante el juicio.
Marty fue sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas, cada una con posibilidad de libertad condicional después de 25 años.
"Lo que recuerdo de ese día -dice Marty- es que me llevaron a la cárcel del condado, y que el empleado en el cuarto de pertenencias me preguntó '¿qué haces aquí? no hay manera de que te hayan encontrado culpable'".
Durante su tiempo en prisión, Marty se educó para convertirse en abogado y poder contribuir a su propia defensa. Además, le escribió a un sinnúmero de fiscales retirados para que revisaran su caso.
Así se fueron 14 años.
En 2004, después de años de recopílar información, testimonios de casi 20 testigos y nuevas evidencias, la defensa pidió un nuevo juicio.
Los abogados consiguieron al menos 20 nuevos testimonios -además de evidencia física- que volvían a poner el reflector sobre el socio de Seymour Tankleff.
Uno fue el testimonio de Glenn Harris, quien aseguró haber conducido el carro en el que dos sicarios, Joe Creedon y Peter Kent, se trasladaron al domicilio de los Tankleff.
Aún así, la moción fue denegada.
Eso hizo que la defensa se enfocara en intentar llevar el caso de Marty ante otra jurisdicción, ya que - como lo dijo el abogado de la defensa Barry Pollack - "la conclusión es que no hay justicia para él en el condado Suffolk".
Tendrían que pasar tres años más para que la corte de apelaciónes en Brooklyn revisara el caso y retirara la condena de Marty debido a que "no existen pruebas sucificientes" para demostrar su culpabilidad en el crimen.
Marty dice que en esa ocasión, pasaron más de 24 horas antes de que pudiera entender lo que le estaba pasando.
"No fue sino hasta el día siguiente, cuando un guardia me trajo el periódico y vi mi cara en primera página que realmente entendí lo que había ocurrido. Fue algo por lo que trabajé durante tanto tiempo, que solo pude entenderlo cuando lo vi impreso".
Para el momento en el que Marty recobró la libertad, la mitad de su vida había transcurrido en libertad y la otra tras las rejas. Es por eso que dice que los primeros pasos que dio después de recobrar la libertad fueron impactantes.
"Cuando estábamos saliendo de la prisión, le dije a los que me acompañaban que camináramos más despacio, y cuando me preguntaron por qué, les dije que eran mis primeros pasos de libertad, y los quería tomar despacio".
El mundo había cambiado entre 1990 y 2007 -al igual que las vidas de las personas a su alrededor-. Marty tuvo que empezar una carrera de Derecho después de los 35 años, y adaptarse a un mundo dominado por la tecnología.
"Es difícil de aceptar [lo que ocurrió], y es una de las razones por las que me convertí en abogado. Tengo amargura de que el sistema me falló y amargura porque hubo personas que se comportaron, intencionalmente, de una manera que llevó a mi condena".
"Pero mientras haya gente que sepa la verdad, me queda una sensación de alivio", sentencia.
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