Aquel día, martes 12 de diciembre de 2017, la guatemalteca Lorena quedó impactada al recibir ese sorpresivo y esperanzador mensaje en su cuenta de Whats- App que la sacudió, porque durante 31 años creyó que su hija, Mariela, de dos días de nacida, había muerto el 7 de noviembre de 1986 en Guatemala y sepultada en una fosa común en ese país

Lorena respondió con seis frases cortas, que reproduce textualmente al tener copia de una captura de pantalla que compartió Mariela:

Hola

Cómo estás

Mi amor lindo yo soy tu
madre

Creeme que ciento que se me para mi corazón

A los cuantos años

Me engañaron que tú habías muerto

Emocionada, Mariela le envió un corazón rojo.

Tras una investigación que inició al cumplir 19 años, porque siempre supo que fue adoptada en Guatemala, Mariela halló a su madre y demás parientes en 2017 y el reencuentro físico con un fuerte abrazo ocurrió en enero de 2018.

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“Fue el momento más maravilloso y más doloroso de mi vida. Fue encontrarme a mi mamá como si nunca me hubiera separado de ella”, narró Mariela a este diario por teléfono desde Bélgica.

Nacida el 5 de noviembre de 1986 en un hospital en el entorno de la capital guatemalteca, Mariela no murió: fue robada dos días después y estuvo 11 meses desaparecida y atada por los pies a los barrotes de una cama en Guatemala, para ser vendida en 18 mil dólares en 1987 a una agencia guatemalteca de adopciones que la ofreció a una familia belga deseosa de adoptar.

“Mamá y yo estuvimos juntas dos días. Nos separaron por problemas de salud. Me llevaron al Hospital Roosevelt [en la Ciudad de Guatemala]. Mi mamá no sabía nada y cuando preguntó por mí, una mujer le contestó que yo había muerto y que fui enterrada como XX [desconocida] en una fosa común con los cadáveres de la guerra (...) Mi mamá tuvo mucho dolor por mi supuesta muerte y una enfermera le puso una inyección muy severa. Mi mamá tenía 20 años y no pudo hacer nada. Tuvo que cuidar a mi hermana mayor [Lorena] y a mi hermano, de 15 meses”.

Guatemala cumplía en ese tiempo 26 años de conflicto bélico, que finalizó en 1996 y provocó unos 250 mil muertos y desaparecidos en una desenfrenada represión militar y política en la que cundieron el miedo social y la impunidad castrense, y atreverse a protestar fue ganarse un pasaporte a la muerte o a la cárcel.

Al recordarse el pasado martes el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, definido en 2010 por la ONU, el calvario de Mariela desnudó un drama regional por un fenómeno surgido con la represión política y en el que, de forma paralela, hay desaparición forzada para surtir las adopciones ilegales.

En onerosos trámites pagados por familias de EU, Canadá y Europa, 35 mil menores guatemaltecos, en especial indígenas, fueron robados, desaparecidos y vendidos para adopciones ilegales en Guatemala de 1990 a 2007, cuando la ley cambió. Honduras destapó en 2019 un negocio en empobrecidas aldeas hondureñas: comprar recién nacidos a unos mil dólares para adopciones ilegales dentro y fuera de ese país.

Mariela o Coline Fanon

Mariela desapareció el 7 de noviembre de 1986 y quedó 11 meses atada a una cama en una casa capitalina. “Así me tuvieron”, describió, al reafirmar que toda la operación fue dirigida por una guatemalteca con estrechos nexos mafiosos con militares y autoridades migratorias de Guatemala.

Mientras, dos belgas, esposa y esposo, iniciaron esos días un proceso en Bélgica de adopción legal. De manera coincidente, Mariela fue vendida a la agencia de Guatemala que contactó a los belgas. (Con capacidad de procrear, la pareja prefirió adoptar. La hermana menor de Mariela fue adoptada en Surinam). El matrimonio belga envió dinero, vía Estados Unidos, a la guatemalteca y viajó al país. Un abogado —“tengo su nombre y lo encaré”, dijo Mariela— mintió al hacerse pasar como representante de la madre biológica y aportó el testimonio de una mujer que, con falsedad, alegó ser la mamá y consintió dar a la niña en adopción.

Por sus influencias migratorias, la mujer consiguió el pasaporte de Mariela y lo entregó a los padres adoptivos. La niña salió de Guatemala en octubre de 1987 con la pareja rumbo a Bélgica, donde se convirtió en Coline Fanon. “Siempre supe que fui adoptada. Mi madre adoptiva me dijo muchas veces: ‘Yo no te tuve en mi vientre, pero te tuve en mi corazón cuando te conocí’. Al cumplir 19 quise investigar mi procedencia y buscar a mi otra madre”, relató.

Mariela entró a redes sociales, contactó a investigadores especializados, penetró los detalles de su expediente y se enteró de graves inconsistencias en las adopciones en Guatemala y en su situación específica; detectó a una guatemalteca que, cada 7 de noviembre, publicó en Facebook una fotografía de su hija muerta.

La tarea se allanó. Mariela verificó que ni su muerte ni su adopción fueron legalmente registradas en Guatemala. Basada en sus indagaciones, localizó a su hermana mayor y le comentó su hallazgo. Sorprendida, Lorena le confió a su mamá lo que sucedía y la madre le respondió que eso era imposible. “Mariela está muerta”, repitió. Mariela decidió comunicarse directamente con su madre y el 12 de diciembre de 2017 le escribió: “Mamá, no estoy muerta”.

Al confirmarse el ligamen —“soy la más parecida a mi mamá”, destacó Mariela— y otros datos, los padres adoptivos le regalaron a su hija el boleto aéreo para que fuera a Guatemala en enero de 2018 a reencontrarse con su progenitora, sus dos hermanos mayores y cuatro menores. Por el lado paterno —David— tiene ocho hermanos. Por seguridad, Mariela evitó dar los apellidos de sus familiares. “Hemos recibido amenazas”, reveló. Con su vivencia, Mariela escribió un libro y abrió un proceso judicial en Bélgica.

Su vida cambió. “Estaba casada [en Bélgica]. Pero esta historia hizo que me divorciara. Hoy estoy en una relación con un maravilloso artista guatemalteco. Tengo dos hijos de cinco y 10 años [de su anterior relación]. Sí conocen [ellos] a sus abuelos. Todavía no personalmente, pero sucederá muy pronto”, anticipó. En su primer viaje estuvo 12 días en Guatemala. “No sabía hablar español. Ya aprendí. He ido dos veces al año a Guatemala. Estuve en octubre de 2021, en febrero y julio de 2022, y volveré en noviembre [próximo]”, anunció.

En 2018 conoció a David en Guatemala. “Él vive en EU y hablamos en inglés. Estaba muy feliz y emocionado, pero no lo creía. Decía que era imposible que yo fuera su hija. ‘Ella es un angelito en el cielo. No es posible que tú seas mi hija’, me comentó. Pero luego se convenció. Me parezco mucho a una tía por parte de padre”.

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