Más Información
Chiapas aprueba el matrimonio igualitario; colectivos y activistas de la comunidad LGBT+ celebran avance histórico
Ebrard anuncia decomiso de productos con valor de 320 mdp en Ensenada; suman cuatro operativos de este tipo
Cuando las clases presenciales se suspendieron en marzo por la Covid-19, al maestro guatemalteco Gerardo Ixcoy lo invadió la tristeza, pero rápidamente cambió el semblante: con 95 dólares ahorrados, compró una bicicleta y la adaptó como un triciclo con pizarrón para poder visitar cada día a sus alumnos.
Ixcoy, mejor conocido como el 'Profe Lalito', pedalea a diario para ir de casa en casa de sus 10 alumnos en el municipio de Santa Cruz del Quiché, departamento de Quiché, 150 kilómetros al noroeste de la Ciudad de Guatemala.
"Al principio la gente se burlaba de mí y de mi triciclo", cuenta Ixcoy a la agencia EFE. "Llegaban a pedirme comida porque creían que era un puesto ambulante de comida. Cuando les explicaba que me dirigía a dar clases, se reían extrañados", relata.
Hoy, cinco meses después de las clases presenciales se suspendieran por la pandemia, Ixcoy es reconocido cuando va con su bicicleta adaptada como triciclo y pupitre a la vez, en la que recorre docenas de kilómetros cada semana para llegar a sus estudiantes.
Lee más:
De casa en casa
Todos los días de lunes a viernes, el 'Profe Lalito' estaciona su vehículo frente a una milpa, a la espera de que Paola, su alumna de 12 años, salga de su hogar.
Paola abre la puerta y regresa cargando una pequeña mesa de madera y una silla. La niña se sienta en la puerta de su casa, a dos metros de distancia del profesor, y lo saluda de cinco maneras distintas, sin contacto, como le ha enseñado.
Lo primero que hace el maestro de 27 años al llegar a un hogar es levantar a sus alumnos de sus sillas con ejercicios a ritmo de música. Los hace saltar y moverse mientras combina ejercicios de matemática y lenguaje. "La música ayuda a los niños a involucrarse", asegura.
Ixcoy, quien imparte sus clases de sexto de primaria en un colegio privado, se deprimió inicialmente con la suspensión del ciclo escolar el 15 de marzo pasado, dos días después de que las autoridades detectaran el primer caso del coronavirus en el país.
Sin embargo, no quiso quedarse de brazos cruzados. Compró una bicicleta con sus ahorros, 700 quetzales (unos 85 dólares), y junto a su hermano la amoldó para poder dar clases desde su vehículo.
Los cambios incluyen la adaptación de una pizarra, una estructura metálica, un panel solar y una pantalla de plástico para proteger a los niños durante las clases.
La opción a la falta de internet
"Las familias de varios alumnos no tienen dinero para pagar internet", relata el maestro sobre la situación de Guatemala, un país en el que el 59 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza según datos oficiales.
"Entonces, los niños no pueden recibir clase, como Paola. Su papá está teniendo problemas con el trabajo por la pandemia y traté de llegar a ellos e impartirles clases de una manera segura y dinámica", dice el profesor.
Óscar, de 12 años, es otro de los estudiantes de Ixcoy, y al igual que Paola, todos los días espera a su 'profe' con nostalgia, pues desde marzo no juega futbol con sus amigos debido a la pandemia. Sus padres le compraron un pequeño pupitre que arrastra desde su habitación a la entrada de la casa de adobe y lámina, atento para recibir sus clases.
Este año, Óscar y Paola no volverán a las aulas por el coronavirus, al igual que otros 3.2 millones de niños y niñas guatemaltecos. Muchos de ellos, sin internet (alrededor del 79 por ciento de la población), han quedado a la intemperie en el plano educativo.
Para el 'Profe Lalito' el futuro es igual de incierto. No sabe qué pasará el próximo año con el ciclo escolar, que va de enero a octubre en Guatemala. Todo por la pandemia, que ha dejado más de 2 mil 500 muertes en el país. Pero, según avisa Ixcoy, su ánimo no disminuirá y mientras los niños lo quieran, él seguirá pedaleando.
lsm