San José.— Cuando el 25 de febrero de 2020 se confirmó la entrada del coronavirus a América Latina y el Caribe, vía Brasil, y en las semanas siguientes se registró una rápida propagación hemisférica, los rigores del aislamiento hogareño para tratar de contenerlo aumentaron, casi en forma automática, el peso de la carga socioeconómica colocada a espaldas de las madres latinoamericanas y caribeñas.
La tarea de proteger a la familia con nuevos, extraordinarios y desconocidos protocolos biomédicos recayó sobre las madres, cuyo día coincidentemente se recuerda en mayo en 18 países latinoamericanos y caribeños con una peculiaridad: la figura materna se consolidó como pieza clave de la pirámide social.
“Hay doble esclavización de la madre. Es cabeza de hogar y tiene el trabajo esclavizante del hogar”, narró la abogada venezolana Venus Faddoul, directora ejecutiva de 100% Estrógeno, organización feminista no estatal de Venezuela.
“Muchas laboran en la calle y el hogar y sin desarticular los cuidados que les son adjudicados en una situación extrema: no para en todo el día porque trabaja en el hogar y en la calle. Del 40% al 45% de las cabezas de hogar en Venezuela son mujeres”, explicó a EL UNIVERSAL.
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Tras puntualizar que el aislamiento social para evitar la difusión del virus obligó a “muchas” a quedarse en casa, describió que “se les suman las tareas escolares (de los hijos) y la vigilancia y los cuidados extras a niños y adolescentes que no pueden asistir a las aulas”.
“La educación a distancia dependerá de las madres latinoamericanas y caribeñas, por una cuestión estructural y de cultura que impide el libre desarrollo de la personalidad de muchas mujeres atadas a responsabilidades sin opción a elegir. Se reproduce el sistema dominada—dominante, ahora encerrado y restrictivo”, planteó.
Un informe la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre “cuidados y mujeres en tiempos de Covid-19” en el área confirmó que las madres “dedican más tiempo que los hombres al cuidado” cotidiano de la familia.
Las madres “trabajan en total más horas que los hombres, si se consideran tanto el trabajo remunerado como el no remunerado” y, cuando se incorporan al mercado laboral, “no reducen proporcionalmente su tiempo de trabajo no remunerado en el hogar”, agregó.
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La investigación exhibió la complicada situación en Argentina, donde una “gran parte” de niños, niñas y adolescentes de los estratos sociales de menores ingresos vive en “hogares monoparentales y extendidos” que en su mayoría tienen jefatura femenina, sobrevive “en condiciones precarias” y enfrenta “vulnerabilidades específicas” por la emergencia sanitaria.
“Muchas de estas mujeres jefas de hogares monoparentales tendrán que resolver solas–sin corresponsabilidad paterna o ayuda familiar–la mayor carga de cuidado. Esto puede generar tensiones particularmente críticas para conciliar trabajo y cuidado, que pueden incluso poner en riesgo el empleo–muchas veces precario e informal– y el ingreso”, planteó.
El (estatal) Instituto de las Mujeres de Costa Rica advirtió, al respecto, de “la extensión de las jornadas laborales” para el sector femenino porque está “asumiendo diversos roles de manera simultánea”, como madres, esposas, trabajadoras, cuidadoras, enfermeras, maestras y tutoras.
“Las jornadas laborales de las mujeres se están extendiendo aún más de lo habitual, repercutiendo en su salud física, mental y emocional, con consecuencias que pueden presentarse no solamente durante la pandemia, sino incluso después”, señaló, en un estudio que evaluó el panorama latinoamericano y caribeño en 2020.
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Fecha familiar
A casi 15 meses de que la región comenzó a enfrentar la pandemia, la mayoría de países del área vuelve a conmemorar en mayo un nuevo Día de la Madre que, por segundo año consecutivo, transcurre en condiciones complicadas sin precedentes por la crisis global en la salud.
El Día de la Madre se recuerda hoy en México, Belice, El Salvador y Guatemala. Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Honduras, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela lo recordaron ayer, como segundo domingo de mayo.
Paraguay lo festeja el 15 de este mes, Bolivia el 27 y Nicaragua el 30. Haití y República Dominicana lo rememoran cada último domingo de mayo, que en 2021 es el 30, mientras que en Costa Rica es en agosto, en Argentina en octubre y en Panamá en diciembre.
La madre se reafirmó en el corazón de los problemas en cualquier rincón hemisférico por múltiples factores, ya sea por quedar expuestas a migrar por obligación o porque debieron desprenderse de sus esposos, hijos, nietos y familiares inmediatos que migraron a la fuerza.
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También por sufrir violencia doméstica, por subsistir con discriminación económica, por estar solteras, por ser jefas de hogar y por ser víctimas directas o indirectas del virus.
O por padecer la represión policial y militar en su contra o sobre hijos, esposos y otros parientes en distintos países del área, como Cuba, Colombia, Venezuela y Nicaragua, sacudidos por las turbulencias políticas y socioeconómicas.
Y por carecer de recursos esenciales para que sus hijos estudien a distancia o “no presencial” y evitar más contagios, o por vivir en zonas marginadas sometidas a contextos de violencia urbana y rural.
Lactancia
El miedo a la infección en Honduras, donde el 33% de los 2,1 millones de madres son jefas de su núcleo familiar, agudizó el drama de la lactancia materna para brindar los nutrientes necesarios de desarrollo a los recién nacidos prematuros y de bajo peso que no pueden recibirla directamente de sus progenitoras.
El banco de leche del (estatal) Hospital Mario Catarino Rivas, de la norteña ciudad hondureña de San Pedro Sula, quedó desabastecido en 50% por temor a la enfermedad ya que, antes de 2020, recibió un promedio diario de 15 a 30 donantes y en la actualidad apenas de 5 a 10 para un total mensual de 40 litros de leche materna.
Al instar a las madres en etapa de amamantar a donar, la hondureña Gloria Figueroa, encargada del banco, imploró: “Que nos ayuden a (…) salvarle la vida a los recién nacidos”.
El fenómeno se unió a otro de creciente impacto en América Latina y el Caribe: el embarazo adolescente.
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En una indagación sobre el riesgo de la epidemia en el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos femeninos, la CEPAL insistió en que, desde antes de 2020, la fecundidad en menores de edad emergió como “importante problema de salud pública y social en América Latina y el Caribe”.
El número de embarazos entre adolescentes es aún alto, con 60 por cada mil y solo superado por África en el resto del mundo, y “mucho mayor de lo previsto” en la fecundidad total y en su mayoría corresponde a “no deseada”, indicó.
Al advertir de la “enorme desigualdad social de la fecundidad temprana”, el informe aseveró que “es bastante mayor entre las adolescentes que tienen menores niveles de ingresos y educación y pertenecen a pueblos indígenas o afrodescendientes”, y reveló: cerca de dos de cada 10 adolescentes en la región ya son madres.