San José.— Una realidad comenzó a recorrer dentro y fuera de Venezuela en 2022 y se consolidó en 2023: la normalización de Nicolás Maduro como el cuestionado presidente venezolano y sin expectativas de que, ya con 10 años y cuatro meses de estar instalado en el Palacio de Miraflores, el heredero de Hugo Chávez tenga planes de ceder apaciblemente su poder por la vía electoral a una oposición débil y dividida.
Con el ejemplo de Cuba, que el 1 de enero de 2024 llegará a 65 años de régimen comunista, Venezuela arribará el próximo 2 de febrero a 25 años de chavismo… sin peligros que le impidan perpetuarse en el poder como sus aliados cubanos y los venezolanos, Estados Unidos, América Latina y el Caribe y Europa tendrían que tragarse esa realidad.
Chávez se instaló el 2 de febrero de 1999 en Miraflores, sede de la Presidencia en Caracas. La normalización del régimen comandado por su sucesor se mostró con alfombras rojas, honores militares, pleitesía diplomática, pomposas ceremonias, fanfarrias y aplausos que el gobernante o sus emisarios recibieron en 2022 y 2023 en Brasil, Colombia y… la Unión Europea (UE).
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“La historia venezolana muestra que quienes están en el poder, y hoy se encuentran atornillados allí, nunca han hecho concesiones por gusto”, advirtió la abogada venezolana Tamara Taraciuk, directora del Programa sobre Estado de Derecho de (no estatal) Diálogo Interamericano, en Washington.
América Latina y el Caribe, EU, Canadá y la UE deben coordinar su política con “los incentivos necesarios para que se abra una puerta, que se está cerrando, a una conversación sobre una posible transición democrática”, dijo a EL UNIVERSAL.
“Repensar un esquema de incentivos con imposición y levantamiento de sanciones, generar condiciones electorales que hagan que lo que ocurra en 2024 sea creíble, lo que sirve a la oposición democrática y al gobierno de Maduro que precisa de legitimidad”, agregó.
Tras urgir a avanzar “con las investigaciones penales internacionales, que son de enorme preocupación para quienes están en el poder”, subrayó que los venezolanos tienen un profundo sentimiento democrático y quieren votar, “pero tienen que pensar todos los días en satisfacer necesidades elementales”.
“Las condiciones electorales distan mucho, en este momento, de dar lugar a elecciones libres y genuinas. La evidencia de que la crisis continúa es que el éxodo de venezolanos sigue: ya hay más de 7 millones que huyeron de la situación política, económica y social en Venezuela”, planteó.
“Yo analizaría el significado de normalización. Maduro se consolida y estabiliza sin tener enfrente a una oposición ni a la ‘comunidad’ internacional”, remarcó el abogado y politólogo Constantino Urcuyo, director académico del (no estatal) Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo, de Costa Rica.
“Estados Unidos inició alguna negociación con Maduro, pero sin hacerse ilusiones. Los grandes problemas de EU están en [la guerra de] Ucrania y [los conflictos] con China. Para la seguridad nacional estadounidense, Maduro no es ningún problema”, afirmó Urcuyo a este diario. “El régimen se consolida y la oposición carece de capacidad de transformarlo. Estamos estancados en una posible transición democrática en Venezuela por debilidad de la oposición, la situación internacional y la fortaleza del régimen, donde no se ve fisura alguna”, aclaró.
“Lo único que parece prevalecer es la normalización de un régimen de partido único frente a lo que otros partidos en la región juzgan como verdadera vocación de poder”, planteó el politólogo, sociólogo y relacionista internacional boliviano Franco Gamboa, investigador de Yale World Fellows, de la (no estatal) Universidad de Yale, de EU.
“Los grandes perdedores son la sociedad civil venezolana y el concepto endeble de democracia representativa con elecciones competitivas de dientes para afuera. El fracaso de la democracia en Venezuela es el fracaso de América Latina con una democratización llena de fantasías”, declaró Gamboa a este periódico.
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El incendio
Con sus binoculares políticos, Maduro detectó brasas en Europa y Washington, mientras en su flanco interno persiste una generalizada crisis socioeconómica (escasez, inflación, pobreza, éxodo) desde 2014. En un proceso de 2018 y 2019, la Organización de Estados Americanos (OEA) acusó a Maduro en la Corte Penal Internacional (CPI), en Países Bajos, de crímenes de lesa humanidad desde 2017 al reprimir a los opositores.
También visualizó que EU aflojó en 2022 las sanciones petroleras que impuso desde 2017 y a la “guerra económica” que acusó que Washington lanzó en su contra a partir de 2014. Estados Unidos, que justificó sus medidas en que Maduro violó los derechos humanos y rompió el orden democrático, ratificó el mes pasado a Venezuela: levantar las sanciones seguirá condicionado a que Caracas acepte reglas claras para comicios presidenciales libres, justos y transparentes en 2024 y libere los presos políticos en vía a la democracia. Pese al acoso, 2022 y 2023 exhibieron la reaceptación internacional de Maduro. Entre esos episodios están:
—En la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) del 17 y 18 de julio de 2023 en Bruselas, la comitiva venezolana, encabezada por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, disfrutó de la legitimidad internacional del régimen de Maduro, en otro paso a su normalización.
El pacto final de esa cita registró sólo un párrafo de dos líneas a Venezuela, alentó “un diálogo constructivo” de opositores y oficialistas y eludió las denuncias de atrocidades contra los derechos humanos, con exiliados y prisioneros políticos.
—En vísperas de una cumbre de gobernantes sudamericanos en Brasil, el presidente brasileño, el izquierdista Luis Inácio Lula da Silva, recibió el 29 de mayo en Brasilia a Maduro, lo defendió, refrendó, auxilió y legitimó y concedió honores para ignorar también las denuncias de violaciones a los derechos humanos por parte de su “visitante distinguido”.
—Lula se alió a Maduro, adujo que “hay muchos prejuicios” sobre Venezuela y fustigó la “narrativa que decía que [Maduro] era antidemocrático y autoritario”. Sin mayor exigencia, Lula solo lo estimuló a hacer comicios libres y conseguir que “nuestros adversarios” pidan “disculpas por el estrago que han hecho”.
—En un paso que empezó a correr el velo de aislamiento sobre Maduro y a fraguar los pactos para normalizarlo, el izquierdista Gustavo Petro decidió el 28 de julio de 2022, como presidente electo de Colombia, restablecer relaciones diplomáticas con Venezuela.
Los nexos fueron reanudados a partir del 7 de agosto de 2022, cuando Petro asumió su mandato. Maduro rompió vínculos diplomáticos con Colombia el 23 de febrero de 2019 en una de las frecuentes fases de tensión con Bogotá y en lo que llevó a continuar aislado. Maduro ayudó a Petro a reactivar, en octubre de 2022, las negociaciones de paz con la guerrilla comunista colombiana del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
El ilegítimo
Electo el 14 de abril de 2013 tras la muerte en ese año de Chávez en ejercicio de la presidencia, Maduro se reeligió en 2018 en comicios calificados como ilegítimos por más de 50 países que lo desconocieron como Jefe de Estado a partir de enero de 2019 para el sexenio a 2025.
Más de 50 de naciones reconocieron al legislador opositor Juan Guaidó como presidente interino o encargado. Un bloque de izquierda de México, Cuba, Bolivia, El Salvador, San Vicente y las Granadinas, Bolivia y Nicaragua siguió fiel a Maduro.
Guaidó incumplió su promesa de terminar con la usurpación del poder de Maduro, conducir un gobierno de transición, convocar a elecciones libres y desembocar en la democracia y se duda si Maduro aceptará comicios transparentes en 2024.
“El chavismo buscará permanecer un nuevo periodo con una elección manipulada y una oposición fragmentada”, alertó el abogado y diplomático Jaime Aparicio, exembajador de Bolivia en la OEA.
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“Pese a la destrucción de una de las mayores economías americanas, al sumir al país en la pobreza, a acabar con la institucionalidad, a la inmigración masiva, a suprimir libertades, a torturas y ejecuciones extrajudiciales, Maduro se ha normalizado ante la indiferencia de los países democráticos y el apoyo de las dictaduras mundiales”, narró Aparicio a este diario. “Parece que el compromiso internacional de defensa colectiva de la democracia sólo existe en los discursos. Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela seguirán violando los derechos fundamentales de sus ciudadanos ante el silencio de la comunidad internacional”, alegó.
Para el mercadólogo costarricense Iván Barrantes, consultor independiente en estrategia política, “que el tiempo pase en Venezuela y no pase nada, genera el sentimiento de que Maduro es parte del paisaje”.
“Todo el mundo se acostumbra a vivir con eso y a ver a Maduro como un mal necesario con el que se puede convivir por más malo que sea. La intensidad del ataque y la crítica a Maduro mermó porque pasa el tiempo y no pasa nada. Sería diferente si hubiera una férrea oposición política”, aseveró Barrantes a este periódico. “Con Guaidó se demostró que [en la oposición] no hay fuerza ni estrategia, hay pugnas internas y sin conformar un gran bloque que compita contra la maquinaria chavista”, dijo. Sentenció: “La oposición venezolana ha sido un fiasco. Maduro es fuerte porque… la oposición es débil”.