París.— El gobierno francés cedió ayer después de los peores disturbios en París en décadas y retrasó seis meses el aumento al impuesto a los combustibles, pero la medida fue considerada insuficiente y tardía por muchos manifestantes cuyo enojo parece enfocarse cada vez más contra el asediado presidente Emmanuel Macron.

Los manifestantes regresaron a las calles con sus distintivos chalecos amarillos. Bloquearon estaciones de gasolina y, en una autopista cerca de la ciudad sureña de Aubagne, tomaron una caseta de peaje para permitir que conductores pasaran sin pagar cerca de un letrero que decía “Macron dictador”.

El anuncio de la suspensión del aumento al impuesto, que entraba en vigor en enero, “es el primer paso, pero no nos conformaremos con migajas”, dijo Benjamin Cauchy, un autoproclamado líder de la protesta.

Otro líder autoproclamado, Thierry Paul Valette, dijo a The Associated Press que los manifestantes están insatisfechos no sólo por el precio del combustible, sino también por la desigualdad económica. “Es demasiado tarde... Pido la renuncia de este gobierno”, dijo Valette.

Al anunciar la decisión, el primer ministro Edouard Philippe declaró que habría que estar “sordo o ciego” para no ver o escuchar la ira en las calles por una política que Macron ha defendido como fundamental para combatir el cambio climático.

“Los franceses que han vestido ‘chalecos amarillos’ quieren que bajen los impuestos y que su trabajo rinda. Eso queremos nosotros también. Y si no conseguimos explicarlo, si la mayoría gobernante no logró convencer a los franceses, entonces algo debe cambiar”, dijo Philippe en un discurso televisado. Detalló que en los seis meses se discutirán otras medidas para ayudar a trabajadores más desfavorecidos que dependen del transporte en vehículos para llegar al trabajo e ir a las tiendas.

También anunció precios congelados en la electricidad y gas natural hasta mayo. “Ningún impuesto merece poner la unidad del país en peligro”, declaró el primer ministro.

Varios funcionarios insinuaron más temprano la posibilidad de subir el salario mínimo, pero Philippe no hizo este compromiso. No obstante, advirtió a los ciudadanos que no pueden esperar mejores servicios públicos pagando tributos más bajos, por lo que era necesario que ambas partes hicieran concesiones.

Las manifestaciones comenzaron el 17 de noviembre por la molestia causada por el aumento al impuesto sobre los combustibles, pero se han extendido para incluir una amplia variedad de quejas como el estancamiento de la economía, la injusticia social, el sistema fiscal del país que es uno de los más elevados en Europa y ahora algunos incluso piden la renuncia del gobierno.

El fin de semana pasado, más de 130 personas resultaron lesionadas y 412 fueron detenidas por la revuelta en la capital francesa. Tiendas fueron saqueadas y autos incendiados en barrios acaudalados alrededor de la popular avenida Campos Elíseos. El Arco del Triunfo fue manchado de grafiti y vandalizado. Cuatro personas han muerto, informaron las autoridades, y más protestas están planeadas para este fin de semana.

Una queja común entre los manifestantes, que abarcan gran parte del espectro político y social, ha sido la molestia con Macron y el elitismo percibido en la distante clase gobernante de Francia. Desde que regresó de la cumbre G20 en Argentina, Macron ha permanecido en su residencia palaciega o evitado hablar en público sobre las protestas.

En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ironizó sobre las concesiones hechas por Macron. “Estoy contento de que mi amigo Emmanuel Macron y los manifestantes de París hayan llegado a un acuerdo con la conclusión a la que yo llegué hace dos años. El Acuerdo de París es fatalmente erróneo porque aumenta el precio de la energía para los países responsables, mientras que encubre a los que más contaminan”, dijo.

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