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Sao Paulo.— Con la promesa de luchar contra el hambre y por la paz y la unidad, Luiz Inácio Lula da Silva hizo un doble reconocimiento: el primero, a los pobres, los que le dieron su voto y el triunfo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas; el segundo, a esa mitad del país que no votó por él y que teme lo que vendrá con su gobierno.
Escrutado 99.98% de votos, Lula ganó con 50.90% de los votos válidos, frente al 49.10% del mandatario Jair Bolsonaro, quien se convierte en el primer jefe de Estado en la historia del país en perder una reelección.
La ventaja del dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) sobre Bolsonaro fue de más de 2.1 millones de votos, que reflejan la polarización extrema que hay en Brasil.
Lula, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010, asumirá así su tercer mandato como jefe de Estado el 1 de enero próximo.
Bolsonarismo fortalecido
No todo será miel sobre hojuelas para Lula. Pese a su victoria, el bolsonarismo salió fortalecido a nivel regional, puesto que los candidatos apoyados por el líder de la ultraderecha se impusieron en cuatro de los 12 estados que estaban en juego. Entre ellos, Sao Paulo, el más poblado (46 millones de habitantes), industrializado y próspero de Brasil, que será gobernada por Tarcísio Gomes de Freitas, exministro de Infraestructura en el gobierno de Bolsonaro.
En total, 13 de los 27 estados de Brasil estarán gobernados por políticos apoyados por Bolsonaro. Además, Lula tendrá que lidiar con un Congreso Nacional dominado por partidos de derecha y centroderecha, en el que la principal fuerza será precisamente, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro. En este escenario, Brian Winter, redactor en jefe de la publicación Americas Quarterly, previó un “gobierno débil” de Lula: “Estará bajo la lupa desde el primer día y hará frente a un Congreso hostil”, dijo.
Su principal reto será unir a un país donde 50% le es totalmente hostil y cree que Brasil se convertirá en una nueva Venezuela.
Por ello, en su primer pronunciamiento a la nación, se dedicó a tender puentes y, siguiendo el guion de los líderes de otros países como Colombia o Perú, o incluso Estados Unidos, que han enfrentado elecciones polarizantes, prometió “gobernar para todos” y “restablecer la paz”.
“Estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero con la ayuda del pueblo vamos a encontrar una salida para que la nación vuelva vivir democráticamente”, afirmó, arropado por sus compañeros de campaña, entre ellos su inseparable esposa Rosângela Janja Silva.
Lula aseguró que la prioridad de su gobierno será acabar con el hambre, enfrentar la deforestación de la Amazonía y luchar por un comercio internacional “mas justo” y por una “nueva gobernanza global”. Brasil, dijo, busca “socios en la recuperación del crecimiento económico, con inclusión social y sostenibilidad ambiental”.
Falta ver el papel que jugará Bolsonaro, quien hasta el cierre de esta edición guardaba silencio sobre el resultado electoral. Según fuentes de su equipo, el mandatario no quería recibir a nadie y se fue a dormir. A lo largo de la campaña, insistió una y otra vez en la posibilidad de fraude.
Pensando en ello, líderes mundiales se apresuraron a felicitar a Lula, a manera de presionar a Bolsonaro. Entre ellos, el estadounidense Joe Biden, quien subrayó que las elecciones fueron libres, justas y creíbles”. El mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, tuiteó: “Ganó Lula, bendito pueblo de Brasil. Habrá igualdad y humanismo”. También figuras del bolsonarismo, incluyendo la senadora Damares Alves y el pastor evangélico Silas Malafaia, reconocieron el triunfo del izquierdista, en un intento por calmar ánimos.
Agencias y José Meléndez/corresponsal
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