Curitiba, Brasil.— El que fuera el primer presidente obrero en la historia de Brasil se convirtió anoche en el primer ex mandatario del país preso por corrupción. Tras una jornada intensa, marcada por un emotivo discurso de despedida ante sus seguidores, Luiz Inácio Lula da Silva se entregó a la policía e ingresó a una celda en esta ciudad para cumplir una sentencia de 12 años por corrupción.

El ex dirigente llegó a Curitiba a las 22:30 horas locales en un vuelo procedente de Sao Paulo, donde se le realizó una revisión médica. Del aeropuerto fue trasladado en helicóptero a la Superintendencia, donde se ubica la celda aislada donde permanecerá. Simpatizantes y detractores lo esperaron para verlo llegar, en una muestra de la división que su caso genera. Horas antes se registraron disturbios y la policía usó gas lacrimógeno.

Tras atrincherarse dos días en la sede del Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, Lula, de 72 años, anunció, tras una misa en memoria de su esposa fallecida el año pasado, su intención de entregarse a las autoridades. Miles de simpatizantes lo arroparon y lo vitorearon.

“Voy a cumplir la orden de cárcel (...) y cada uno de ustedes se transformará en un Lula”, proclamó el ex mandatario, desencadenando un clamor unánime de “¡Soy Lula! ¡Soy Lula!”. “Saldré de ésta más grande, más fuerte, más verdadero e inocente porque quiero demostrar que fueron ellos quienes cometieron el delito político de perseguir a un hombre que tiene más de 50 años de historia política”, añadió.

“La muerte de un combatiente no para la revolución”, aseguró afuera del lugar donde en los años 70 inició su trayectoria política como líder sindical. “No voy a parar porque ya no soy un ser humano, soy una idea”.

A las 18:30, hora local, el ex presidente dejó el sindicato y se entregó a la Policía Federal (PF), que lo trasladó en carro hacia la Superintendencia de la ciudad y luego en helicóptero hacia el aeropuerto de Congonhas.

Una vez en Congonhas, ya entrada la noche en Brasil, Lula abordó el vuelo a Curitiba, al sur del país.

Antes de entregarse, el político había intentado marcharse del sindicato en un auto, pero los manifestantes que lo respaldaban bloquearon el paso del vehículo, en un intento desesperado por evitar el ingreso a prisión de su líder. “¡No te rindas!”, le gritaban.

El juez Sergio Moro que lleva el caso por el que fue sentenciado había dado como plazo las 17:00 horas del viernes para que Lula se entregara, pero la defensa de éste logró negociar un aplazamiento para permitirle acudir a la misa de Marisa Leticia, la mañana de ayer. “El sueño de ellos es la fotografía de Lula preso. Me imagino la excitación de Veja y de Globo, colocando una foto conmigo preso. Van a tener orgasmos múltiples”, dijo el ex mandatario en su discurso de despedida, aludiendo a medios que considera contrarios a él.

En 2017 fue condenado en primera instancia a nueve años y medio por el caso del Tríplex de Guarujá, en el que según Moro, Lula aceptó sobornos por 1.1 millones de dólares de la constructora OAS para beneficiarla en sus negocios con Petrobras. Los pagos se debían hacer a través de la reforma de un departamento en la costa de Sao Paulo que según la acusación pertenece al acusado.

En enero, el tribunal de Porto Alegre no sólo ratificó la sentencia, sino que elevó a 12 años y un mes la pena de prisión. Además de éste, Lula enfrenta otros seis juicios ligados a la causa Lava Jato. Su defensa interpuso varios recursos ante diferentes tribunales del país para evitar su arresto, pero no lo consiguió.

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