San José.— Brasil registrará mañana una transición del poder desde la más rancia derecha de la etapa posterior a la dictadura militar de 1964 a 1985 hacia una izquierda obligada a moverse al centro, en un vecindario signado por el desgaste por represión política de los regímenes izquierdistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y la debilitada influencia de Estados Unidos en América Latina y el Caribe.

El capitán en retiro ultraderechista Jair Bolsonaro finalizará mañana su mandato como gobernante de Brasil y será sustituido por el expresidente izquierdista, exconvicto y veterano sindicalista Luiz Inácio Lula da Silva, en un hecho que marcará un antes y un después en la historia política de América Latrina y el Caribe. Bolsonaro viajó ayer a Estados Unidos y se descartó su presencia en el acto.

Del lado de Lula, el derechista Geraldo Alckmin, del opositor Partido Socialista Brasileño (PSB), le acompañará como vicepresidente. La maniobra política corrió a Lula de la izquierda al centro, abrió interrogantes sobre el futuro de las relaciones de Brasil con Cuba, Nicaragua y Venezuela, acusados de violentar los derechos humanos e irrespetar las reglas democráticas.

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Otro flanco de atención externo está en el nexo de Lula con Estados Unidos, cuya influencia interamericana se deterioró con las gestiones de los presidentes Donald Trump (2017- 2021) y de Joe Biden (2021-2025).

El retorno de Lula a la presidencia determinará que 81% de la población latinoamericana y caribeña —535 millones de 661 millones de habitantes— estará gobernado por 12 gobiernos socialistas, comunistas o de izquierda: México, Cuba, Honduras, Nicaragua, Colombia, Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Guyana y San Vicente y las Granadinas.

Una duda persistió en la antesala de la ceremonia de mañana en la capital: ¿Podrá Lula gobernar a sus anchas con un Bolsonaro derrotado… pero tampoco eliminado de la política?

¿Podrá Lula gobernar a sus anchas con un Bolsonaro derrotado… pero tampoco eliminado de la política? “Las derrotas electorales no significan necesariamente derrotas políticas”, afirmó el relacionista internacional brasileño David Magalhães, profesor de Relaciones Internacionales de la (no estatal) Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, Brasil, y coordinador del (no estatal) Observatorio de la Extrema Derecha, de ese país.

“Bolsonaro perdió en las urnas, lo que no significa que la ultraderecha brasileña haya sido derrotada políticamente. Des pués de cuatro años del gobierno de Bolsonaro, la extrema derecha es en realidad más fuerte de lo que era en 2018”, aseguró.

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En un análisis para Oficina de Washington Brasil (WBO por sus siglas en inglés), un centro de estudios con sede en EU, Magalhães recordó que “el surgimiento del bolsonarismo como movimiento social sin duda representó un hito en la vida política brasileña”.  
“No hay ningún partido en Brasil que represente ideológicamente a sectores conservadores de la sociedad brasileña, que diferentes encuestas de opinión revelan que no son pequeños en número”, describió. 

Tras relatar que en Brasil hay “partidos que sobreviven en prácticas clientelistas”, con intercambio de bienes y servicios por apoyo político, puntualizó que “hasta el surgimiento del bolsonarismo, la derecha brasileña estaba fragmentada”. 

“Bolsonaro se ha convertido en una fuerza unificadora para numerosas tendencias en la derecha brasileña: conservadores religiosos, nacionalistas militares, reaccionarios nostálgicos de la dictadura e incluso de la monarquía, y liberales pro-mercado”, aseveró.

Como capitán en retiro de las Fuerzas Militares de Brasil, Bolsonaro aprovechó el deterioro de la izquierda brasileña desde 2014 por los escándalos de corrupción que golpearon a Lula, presidente en dos cuatrienios consecutivos, de 2003 a 2010, y líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). 

Bolsonaro ganó la presidencia en los comicios de 2018 como candidato del derechista Partido Social Liberal (PSL) en coalición con el derechista Partido Renovador Laborista Brasileño (PRLB). 

Lula fue inhabilitado para competir en 2018 por una causa judicial en su contra de corrupción por el que estuvo preso 580 días, del 7 de abril de 2018 al 8 de noviembre de 2019. El académico izquierdista Fernando Haddad pasó de ser candidato vicepresidencial del PT a presidencial y Bolsonaro le venció en primera y en segunda vuelta. 

En dos jornadas en las urnas en octubre, Lula derrotó a Bolsonaro. En la segunda y definitiva, el 30 de ese mes, fue elegido con el 50.9% de los votos contra 49.1% de Bolsonaro y en una diferencia de 2.1 millones de votos, según el Tribunal Superior Electoral de Brasil. 

De los 513 diputados, Bolsonaro obtuvo 99, mientras que Lula consiguió 68. Como coalición, el derechista Partido Liberal (PL), con el que Bolsonaro compitió este año, y sus aliados de otras fuerzas políticas lograron 204. Lula y sus socios tienen 122. "La fuerza y la cohesión de la ultraderecha en Brasil depende del papel de Bolsonaro como líder de la oposición”, planteó Magalhães.

Menú conflictivo 

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) reportó que, al asumir el primero de enero de 2003, Lula se topó con 16.6 millones malnutridos entre los 180.7 millones de brasileños. 

Al finalizar sus mandatos, el 31 de diciembre de 2011, el número bajó a 8.4 millones de los 194.8 millones de brasileños, según la FAO. 
Bolsonaro tomó posesión el primero de enero de 2018 con 5.4 millones malnutridos entre los 208.4 millones de brasileños. A hoy, 8.6 millones de los 215 millones de brasileños están subnutridos, precisó.
 
“La gestión del presidente Bolsonaro fue desastrosa para los derechos humanos, tanto dentro de Brasil, como fuera”, acusó la abogada colombiana Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch (HRW), instancia no estatal global de Washington de defensa de derechos humanos.
 
“Lula debería empezar a elaborar un plan para revertir las políticas perniciosas de (…) Bolsonaro en (…) seguridad pública, medioambiente y derechos de las mujeres”, personas de la diversidad sexual y las indígenas, sugirió en un pronunciamiento de HRW

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