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Es una historia que se cuenta pocas veces: cuatro niños, entre los 13 años y los 12 meses, sobrevivieron deambulando por la espesa selva amazónica durante 40 días, después del accidente de la avioneta en la que viajaban, en el que perdieron la vida tres adultos.
La historia de cómo los hermanos sobrevivieron sin comida, a merced de los mosquitos y los animales salvajes en una región inhóspita, no ha sido contada aún por los niños.
Sin embargo, para los cuatro menores la selva no era un lugar ajeno. Al contrario, hace parte de su hogar, de su entorno natural: los niños son de la comunidad indígena muina murui, que son más conocidos como uitoto.
Kuiru, cuyo nombre tradicional es Jitomakury, es la Secretaria de Mujer, Familia y Niñez de la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de la Chorrera, que agrupa a varias comunidades como los muina murui-uitoto,
Los muina murui, que se traduce como "hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce", son una de las comunidades indígenas más grandes que habitan la selva amazónica. Además de Colombia, también tienen presencia en Perú y Brasil.
Y conocen muy bien la zona donde ocurrió el accidente y la operación de rescate.
Los niños estaban siendo buscados después de que se reportó la desaparición de la avioneta en la que viajaban junto a su madre, el pasado 1 de mayo.
De hecho varios miembros de esta comunidad, que tiene unos 8.000 integrantes y representa el 0,5% de la población indígena en Colombia, hicieron parte de los operativos que finalmente permitieron hallarlos.
"Habitamos el resguardo indígena Predio Putumayo, nuestro territorio ancestral, que es una de las selvas mejor conservadas en la Amazonía", anota Kuiru.
Ella agrega que la selva es un lugar agreste e inhóspito, pero que gracias a su calendario ecológico también es la principal fuente de alimento de quienes la habitan y saben "leerla".
"Nosotros, gracias a nuestras prácticas tradicionales, equilibramos nuestra supervivencia diaria en la selva. Y eso se les enseña a los niños desde los primeros años. Eso hizo parte para que los cuatro niños sobrevivieran 40 días", dice.
Hierbas sagradas: coca y tabaco
Se conoce muy poco de la presencia de los muina murui o uitoto en el territorio colombiano antes de principios del siglo XX.
Su economía se basa principalmente en la caza y la pesca, además de la recolección de la yuca dulce, un producto que se cultiva especialmente en esta zona del país.
"Todos los días se sale al bosque, con las familias, a buscar algo. Vivimos en la selva durante toda nuestra vida. Y en ese día a día, aprendemos lo que se come y no se come.", señala.
Una de las principales tradiciones de los muina murui es el uso de las hojas de coca y el tabaco para ceremonias y ritos.
Mientras que los hombres se dedican a tareas físicas como la caza y la pesca, las mujeres son las encargadas de llevar a cargo los rituales en la maloca, o en la casa donde se congregan en cada una de sus comunidades.
"Para nosotros, las hojas de coca y el tabaco son hojas sagradas. Entonces son las que más se utilizan", dice María Kuiru.
El origen del uso de la hoja de coca y tabaco tiene que ver con los poderes curativos de ambas, lo que le otorga su carácter santo.
"Estas hojas sagradas nos fueron dadas por nuestro creador para el manejo espiritual del mundo", agrega.
Sin embargo, no solo estas dos hojas son fundamentales para la cultura comunitaria, sino también la hoja de la yuca dulce, que se puede conseguir ampliamente en la selva.
"El mambeo de esta hoja lo hacemos especialmente las mujeres, que somos la yuca dulce. La convertimos en bebida para tomarla en nuestros bailes tradicionales", relata.
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"Esa bebida sirve para sanear el corazón, para sanear los corazones que llegan descargados a nuestros bailes".
Otro producto de consumo entre los muina murui es la yuca amarga o fariña, que se cree fue lo que comieron los niños durante los días que estuvieron en la selva.
El boom del caucho
Durante siglos los uitoto lograron mantenerse ajenos al contacto de los grandes procesos de conquista y colonización que ocurrían en el continente.
Sin embargo, fue el llamado "boom del caucho" a principios del siglo XX lo que no solo significó su primer contacto con los pueblos mestizos, sino que también llevó la comunidad casi al borde de su extinción: la fundación de la Casa Arana, una famosa casa comercial peruana que funcionaba principalmente a lo largo del río Putumayo en Colombia, utilizó a los uitotos como esclavos para la explotación de ese codiciado material.
"Cerca de 40 mil de nosotros murieron debido a esa explotación. Nosotros somos los descendientes de los pocos que lograron sobrevivir", señala Kuiru.
El genocidio ejecutado por el dueño de la casa Arana, Julio César Arana, que quedó retratado en novelas tan conocidas como La Vorágine, hizo que la población uitoto se dispersara.
A esto le siguió la guerra entre Colombia y Perú en 1932, que puso a la población indígena a convivir con soldados y militares por primera vez y que llevó a miembros de la comunidad a quedar esclavizados para trabajar en las caucheras.
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"Muchos pueblos y clanes, como el del Sol, desaparecieron debido a ese genocidio. Pero poco a poco volvimos a ocupar nuestros territorios ancestrales con mucha resiliencia", señala Kuiru.
Pero en los últimos años han vivido un fenómeno difícil de sortear: los cultivos de hoja de coca codiciados para el narcotráfico.
"Nosotros usamos de la hoja de coca para curarnos, para nuestro rituales, no para venderla. Esa explotación de algo que es sagrado para nosotros nos ha afectado profundamente como comunidad", concluye.
mcc