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"La montaña atrás de nosotros se prendió en fuego, y ¡nadie nos avisó!", reclamó Vilma Reed, de 63 años. No es la única enojada. La rabia se acumula entre los residentes de Hawái, que vieron sus casas reducidas a escombros y que han perdido a sus seres queridos en medio de las llamas. Hasta el momento, la cifra de muertos asciende a 93.
En particular, crece el enojo hacia los turistas. En Lahaiana, arrasada por el fuego hace unos días, mucha gente tuvo que brincar al mar para huir del fuego. El mismo mar donde, días después, turistas disfrutaban sus vacaciones como si nada ocurriera.
"Las mismas aguas en las que nuestra gente murió hace tres días son las que al día siguiente estaban llenas de turistas nadando", dijo a la cadena británica BBC Sophie long, de Maui.
El fuego impactó o destruyó más de 2 mil 200 estructuras en el pueblo costero de Lahaina, en el oeste de Maui, informó la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA), que estima pérdidas por 5 mil 500 millones de dólares.
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Reed, cuya casa quedó destruida, dijo que huyeron de las llamas solo con lo puesto y ahora depende de donaciones y de la amabilidad de extraños. "Esta es mi casa ahora", dijo la mujer al señalar el auto en el que durmieron con su hija, su nieto y dos gatos.
La fiscal general de Hawái, Anne Lopez, anunció que emprenderá "una revisión exhaustiva de la toma de decisiones críticas y de las políticas en vigor".
Lahaina, un pueblo de más de 12 mil habitantes que en el pasado fue la capital del reino de Hawái, quedó en ruinas y sus tiendas, hoteles, viviendas y restaurantes quedaron reducidos a cenizas.
Una majestuosa higuera, que durante 150 años estuvo en el centro de la localidad, sobrevivió a las llamas, pero perdió sus hojas y sus enormes ramas desnudas quedaron chamuscadas y llenas de hollín.
Palalay, de 25 años, nació y creció en Lahaina. Comenzó a trabajar en un restaurante de mariscos frente al mar cuando tenía 16 años y se abrió camino hasta convertirse en supervisor de cocina. Se estaba preparando para ser asistente del chef.
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Luego vino el incendio forestal del martes, que arrasó sus casas de madera y calles históricas en cuestión de horas, matando al menos a 93 personas para convertirse en el incendio forestal más mortífero de Estados Unidos en un siglo. También acabó con el restaurante en que Palalay trabajaba, su vecindario, las casas de sus amigos e incluso hasta la casa de cuatro habitaciones donde paga mil mensuales para alquilar una de esas habitaciones. Él y sus compañeros de piso no han tenido la oportunidad de regresar para examinarlo ellos mismos, aunque han visto imágenes que muestran su vecindario en ruinas.
Palalay señaló que la ciudad, que una vez fue la capital del antiguo reino de Hawái en el siglo XIX, lo convirtió en el hombre que es hoy. "Lahaina es mi hogar. Lahaina es mi orgullo. Mi vida. Mi alegría”, dijo en un mensaje de texto y agregó que el pueblo le ha dado “lecciones de amor, de lucha, discriminación, pasión, división y unidad que no podrían imaginar”.
Ese mismo martes, Tee Dang estaba en un coche de alquiler con sus tres hijos y su marido en la calle Front de Lahaina cuando vio que las llamas se acercaban cada vez más hacia ellos. Pero cuando los vehículos a su alrededor empezaron a incendiarse decidieron coger su comida, agua y teléfonos y correr hacia las olas.
Ya habían visto hacer lo mismo a otras personas que intentaban huir de las llamas que avanzaban rápidamente, entre ellas una anciana a la que ayudaron a adentrarse en el océano. "Tenemos que llegar al mar", dijo la madre de Kansas a BBC News. "No había nada más porque estábamos acorralados".
Con sus hijos -de cinco, 13 y 20 años-, al principio permanecieron cerca de la orilla. Pero a medida que se acercaba el atardecer y subía la marea, el agua empezó a golpearla contra la pared rocosa del puerto, provocándole graves cortes en una pierna. Cuando la hilera de coches de la calle Front - "al menos 50"- empezó a explotar, se vieron obligados a adentrarse en aguas más profundas para buscar refugio de los "escombros disparados". Estuvo en el agua durante casi cuatro horas.
Finalmente fueron rescatados por un bombero que les guio por las calles en llamas. Al frente de un grupo de unos 15 supervivientes, recuerda que el bombero les dijo: "Ni siquiera sé si vamos a conseguirlo. Hagan todo lo que les diga. Si les digo que salten, saltan. Si les digo que corran, corran". Tras escapar y pasar de refugio en refugio, la Sra. Dang y su familia consiguieron llegar al aeropuerto de Maui, donde volaron de regreso a Kansas.
El jefe de la policía de Maui, John Pelletier, declaró el sábado que los equipos con perros rastreadores sólo han cubierto el 3% de la zona de búsqueda. "Tenemos un área que tenemos que contener que es por lo menos 5 millas cuadradas, y está lleno de nuestros seres queridos", dijo, citado por Associated Press, señalando que el número de muertos es probable que crezca y "ninguno de nosotros sabe realmente el tamaño de la misma todavía".
Pelletier dijo que identificar a los muertos es un reto porque "recogemos los restos y se deshacen". Los restos han pasado por "un incendio que fundió el metal". Sólo dos personas han sido identificadas hasta ahora, dijo.
Durante las labores de búsqueda, los ladridos de los perros detectores de cadáveres alertando a sus adiestradores de posibles restos resonaban sobre el paisaje caluroso e incoloro. "Será sin duda el peor desastre natural al que se haya enfrentado nunca Hawai", dijo el gobernador Josh Green mientras recorría la devastación en la histórica Front Street. "Sólo podemos esperar y apoyar a los que viven. Nuestro objetivo ahora es reunir a la gente cuando podamos y conseguirles vivienda y atención sanitaria, y luego pasar a la reconstrucción."
El Sr. Baraoidan dijo que dejaron casi todas sus posesiones, pensando que su casa seguiría en pie cuando regresaran, pero no fue así. "Cuando nos enteramos... mi madre se echó a llorar", declaró a la BBC. "No sólo toda la calle, sino todo el barrio ha desaparecido".
Los residentes con seguro o ayuda del gobierno pueden obtener fondos para reconstruir, pero esos pagos podrían tardar años y los beneficiarios quizá descubran que no será suficiente para pagar el alquiler o comprar una propiedad alternativa mientras tanto.
Muchos de los habitantes de Kauai pasaron años luchando por los pagos del seguro después que el huracán Iniki azotó la isla en 1992 y dijeron que lo mismo podría pasar en Lahaina, agregó Higa.
“Mientras lidian con esto —la frustración de luchar con las compañías de seguros o luchar (con la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, FEMA)— muchos de ellos bien podrían irse porque no hay otras opciones”, lamentó Higa.
Palalay promete quedarse. “No tengo dinero para ayudar a reconstruir. Me pondré un casco de construcción y ayudaré a que este barco opere de nuevo. No me voy a ir de este lugar, ¿a dónde iría?”, señaló.
Con información de AFP y AP
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