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Angela Merkel, quien cumplió 65 años este miércoles y a pesar de las especulaciones sobre su salud, tiene la intención de seguir siendo la canciller de Alemania hasta el fin de su actual período en 2021.
Una serie de eventos oficiales en los que sufrió temblores severos tiene a los alemanes hablando sobre su salud. Y a medida que se acerca a la edad de jubilación en Alemania —aumenta desde 2012 progresivamente hasta 2029 de los 65 a los 67 años, en función de los años cotizados—, la están observando de cerca.
Los titulares de la prensa se preguntan si está lo suficientemente en forma para mantenerse en el cargo. Los expertos médicos que ofrecen un diagnóstico a distancia pululan de un programa de debate de la televisión a otro.
Cuando cumplió 60 años, la canciller alemana lo celebró asistiendo a una conferencia sobre globalización. Cuando cumplió 50, el momento más destacado de la fiesta fue la charla de un neurocientífico.
Tal vez no sea la idea que todos tienen de lo que es pasar un buen rato, pero fueron eventos muy bien publicitados. Este cumpleaños, sin embargo, es posible que haya preferido no ser el centro de atención.
Cómo empezaron los episodios
El primer episodio de temblor severo ocurrió en junio, cuando la canciller recibió en Berlín al nuevo presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
Mientras sonaba el himno nacional, empezó a temblar descontroladamente. Después de unos minutos se recuperó y continuó con la reunión normalmente. Luego dijo que había sido el resultado de las inusuales altas temperaturas y la deshidratación.
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Nueve días después le sucedió algo similar durante un evento público con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier.
Y, la semana pasada, le dio la tembladera una tercera vez cuando le daba la bienvenida a Berlín al primer ministro de Finlandia, Antti Rinne, igualmente cuando sonaba el himno nacional.
Ese tercer episodio fue una secuela psicológica del primero, explicó un portavoz del gobierno, diciendo que la preocupación de que le volviera a ocurrir desató un nuevo ataque de espasmos.
El día siguiente, para evitar una repetición cuando recibía a la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, ambas líderes escucharon el himno nacional sentadas, en lugar de paradas como es costumbre. Lo mismo sucedió durante la visita de la líder de Moldavia, Maia Sandu, el martes.
Merkel en repetidas ocasiones aseguró que se siente bien, que está en perfectas condiciones para cumplir con su trabajo y que no hay nada de qué preocuparse.
Bajo la lupa
Aparenta estar relajada y confiada, y que continúa con la misma carga de trabajo de siempre. No está claro cuál es la causa de la tembladera o si la misma canciller lo sabe.
Ahora, cada aparición en público es objeto de un cuidadoso escrutinio para identificar las posibles señales de una enfermedad.
El lunes, su portavoz se vio forzado a emitir un comunicado sobre por qué Merkel parecía corta de aliento durante una visita a París.
"Merkel lucha para recobrar el aliento", se leía en un titular de prensa. Resultó que acababa de subir de prisa unas escaleras para llegar a una rueda de prensa.
Pero los opositores políticos, percibiendo debilidad, se han hecho sentir.
El exjefe de inteligencia Hans-Georg Maasen, un crítico de Merkel que fue forzado a dimitir tras aparentar restarle importancia a la violencia de la extrema derecha, escribió: "La salud de la líder del gobierno no es un asunto privado. La gente en Alemania tiene el derecho a saber si la cabeza del gobierno está en una posición para cumplir completamente con sus deberes".
Los comentarios online de otros críticos de su política hacia refugiados han sido más despiadados, dejando entrever un trasfondo de agresión en el actual debate político de Alemania. El más moderado la llamó una traidora que merece caer enferma.
En la mayoría de los casos, sin embargo, los medios alemanes han sido respetuosos, con muchos comentaristas insistiendo en que se deber confiar en la palabra de la canciller y que su privacidad debe ser respetada.
Gran parte del electorado alemán concuerda. Según un sondeo, el 59% de los encuestados cree que Merkel no tiene que revelar información alguna sobre su salud. Sólo el 34% pidió que se haga público un diagnóstico más detallado.
¿Quién la sustituiría?
Para muchos, la imagen de la líder alemana temblando descontroladamente es algo angustiante que ver.
Se le reconoce por su disciplina y resistencia: la última de los jefes de estado que permanece de pie durante las cumbres que duran toda la noche.
Estos episodios sirven para recordar que, después de 14 años al mando del país, la era Merkel está llegando a su fin. Y que incluso podría terminar antes de lo esperado.
Sus críticos estarían muy contentos con eso. Pero hay dudas sobre lo que podría pasar si la más poderosa y longeva líder de Europa de repente fuera incapaz de permanecer en el cargo.
Su partido de centro derecha CDU está hendido por las divisiones entre los centristas adeptos a Merkel y los conservadores de línea dura.
La favorita de la canciller para que la suceda en el cargo, Annegret Kramp-Karrenbauer, quien ahora lidera el CDU, ha perdido credibilidad por una serie de meteduras de pata. Su gobierno de coalición frecuentemente se ve sacudido por peleas y podría no durar hasta el fin del año.
Algunas veces parece como si Merkel fuera la única constante que mantiene todo unido.
Si repentinamente llegara a no poder mantenerse en el cargo, según la Constitución no habría un sucesor inmediato. El presidente de Alemania sería temporalmente nombrado jefe de gobierno hasta que el Parlamento eligiera un(a) nuevo(a) canciller.
El debate en torno a la salud de Merkel indica que, aún en Alemania, donde la privacidad es sacrosanta, los líderes están bajo presión para ser más transparentes.
Cancilleres anteriores, incluidos Helmut Schmidt y Helmut Kohl, lograron mantener serias enfermedades ocultas del público.
Hasta el más rutinario evento oficial al que Merkel asiste está siendo observado cuidadosamente y filmado y compartido online,en busca de alguna señal del más mínimo temblor.
Tal escrutinio no informa mucho. No obstante, es evidencia de que si los episodios de temblores continúan, la sencilla excusa de que "todo está bien" no será suficiente.
Mientras tanto, Merkel sigue adelante con su acostumbrada y exigente agenda de trabajo y no ha cancelado una sola reunión.
El trabajo continúa, pero la presión se ha incrementado.
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