San José. – Tras rebasar el domingo anterior los 28 días más vibrantes de su historial electoral posterior a la dictadura militar, Brasil quedó dividido como nunca antes en sus 37 años de joven democracia y se apresta a transitar por dos resacas sociopolíticas.
Después de la borrascosa contienda en las urnas, Brasil vivirá la primera cruda durante los últimos dos meses de 2022 en un carnaval que mezclará el júbilo de los simpatizantes de Luiz Inácio Lula da Silva, la amargura de los seguidores de Jair Bolsonaro y los festejos de Navidad y fin de año con el principal sedante social de los brasileños: la Copa Mundial de Fútbol de Qatar, del 20 de noviembre al 18 de diciembre.
Luego de celebrar o lamentar el saldo en los comicios, hundirse en la algarabía o en la tristeza por los resultados del “scratch do ouro”, “la verde-amarela” o “la canarinha” en Qatar y viajar por los placeres o las turbulencias del cierre de año, Brasil se enfrentará a la segunda “ressaca”: aterrizar a la realidad del primero de enero de 2023, cuando Lula asumirá su cuatrienio.
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Una cifra marca ahora la cancha de Lula: 33 millones de los 215,4 millones de brasileños están atrapados en la miseria.
En campaña, Lula se ufanó de que cuando fue presidente en dos periodos seguidos, de 2003 a 2006 y de 2007 a 2010, sacó de la pobreza a más de 30 millones de brasileños.
Por eso, ya reconfirmó que derrotar a la miseria será su gran meta, pero deberá combatir con un Congreso —Cámara de Diputados y Senado— en el que estará en minoría ante las fuerzas de Bolsonaro y sus planes de inversión social y desarrollo podrían ser obstruidos.
Con la huella de derrotado y de ser el primer presidente de Brasil en tiempos de democracia que falló en reelegirse de manera consecutiva, Bolsonaro podría ser un rival con sangre en el ojo.
De los 513 diputados, Bolsonaro y su Partido Liberal (PL) obtuvieron 99, mientras que Lula y su Partido de los Trabajadores (PT) consiguieron 68. Como coalición, el PL y otras fuerzas políticas lograron 187, con 204 de las alianzas de otros partidos y 122 del bloque de Lula.
“Es una Cámara con la derecha fortalecida y con ligero crecimiento de los partidos de centro y centro-derecha, pero con debilitamiento de las siglas más tradicionales de la política brasileña”, publicó Congresso em Foco, medio digital de comunicación y análisis político de Brasilia.
“También crecieron los principales partidos relacionados” con el PL y Bolsonaro, ya que Republicanos avanzó de 30 a 41 diputados y el Partido Progresista de 38 a 47, añadió. En la primera ronda de los comicios, que se realizó el 2 de octubre pasado, los brasileños eligieron, entre otros cargos sometidos a consulta popular, a los 513 miembros de la Cámara.
Lula tendrá que lidiar con lo que evidenció el saldo numérico de la segunda ronda de los comicios presidenciales brasileños, que se efectuó el domingo pasado y de la que salió victorioso en una ajustada batalla de cuatro semanas ante el presidente Bolsonaro: 50,9% contra 49,1% de su adversario.
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El hombre que, por primera vez tras el final en 1985 de la dictadura militar que gobernó a Brasil desde 1964, ejercerá la presidencia por tercera vez, tendrá un reducido margen de maniobra política.
“Lula es un excelente articulador, pero tendrá un gran obstáculo en los personajes bolsonaristas. Además de un Congreso a la derecha, los bolsonaristas electos son bolsonaristas convencidos”, aseguró la politóloga, comunicóloga y académica brasileña Deysi Cioccari, reconocida experta en Bolsonaro.
“Se espera que la economía mejore en 2024 y Lula surfeará esta ola, pero el Congreso aún demostrará que Lula necesita renovar las habilidades políticas. El Lula de hace 12 años necesita reinventarse”, dijo Cioccari a EL UNIVERSAL.
A contracorriente
Un reporte de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) sobre malnutrición evidenció que la deuda social se pronunció con Bolsonaro y será un acuciante conflicto para Lula.
El primero de enero de 2003, cuando Lula asumió la presidencia de Brasil, 16,6 millones de los 180,7 millones de brasileños sufrían malnutrición. El 31 de diciembre de 2011, cuando finalizó su gestión, el total de malnutridos en Brasil bajó a 8.4 millones de los 194.8 millones de brasileños.
El primero de enero de 2018, cuando Bolsonaro asumió su mandato, 5.4 millones de los 208.4 millones de brasileños padecían malnutrición. El 31 de diciembre de 2022, cuando finalizará su periodo, 8.6 millones de los 215 millones de brasileños estarán en la subnutrición.
“La situación sí es muy delicada. Bolsonaro adoptó un conjunto de medidas para buscar su reelección usando parte importante del presupuesto brasileño y, por lo tanto, la cuestión fiscal o de finanzas públicas fiscal está un tanto agravada”, admitió el politólogo brasileño Vinicius Do Valle, director del (no estatal) Observatorio Evangélico de Brasil.
Tras considerar factible que “Lula sea capaz de realizar una negociación con las principales bancadas del Congreso, consiguiendo formar una base y obtener mayoría”, Do Valle planteó a este diario que “eso es posible porque a pesar del núcleo duro y a ser minoría, la mayor parte del Congreso está compuesta por aquello que en Brasil llamamos el centro”.
“Son partidos que quieren estar próximos al poder para conseguir los beneficios de la administración pública. Es posible una negociación con la que Lula pueda obtener mayoría en el Congreso. Eso facilita bastante las cosas”, previó.
Para la abogada colombiana Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch (HRW), instancia no estatal global de Washington de defensa de derechos humanos, “Lula debería comenzar a trabajar en un plan para revertir las políticas dañinas” de Bolsonaro en seguridad pública, medio ambiente y derechos de mujeres, indígenas, lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros.
Lula tendría que “comenzar a llevar a cabo ese plan tan pronto como asuma el cargo el primero de enero de 2023”, sugirió.
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