Cientos de millas al norte de la capital de la República Democrática del Congo, Kinshasa, está el pueblo de Gemena. La mayoría de sus habitantes vive de la agricultura o la pesca; otros son carpinteros o tenderos.
Y ahí vive también Abdula Libenge, un sastre de 34 años que es el padre de una de las cuatro familias de la zona que en mayo de 2015 enviaron a un niño a Kinshasa para lo que creían era un campamento de verano.
Sus hijos nunca volvieron. Y sin acceso a representación legal o asistencia de las autoridades locales, los padres hicieron lo único que podían hacer: esperar.
Aproximadamente dos años después de que la hija de Libenge desapareciera, sin embargo, el humilde sastre recibió una inesperada visita que finalmente arrojó algo de luz sobre lo sucedido.
Los periodistas belgas Kurt Wertelaers y Benoit de Freine se habían enterado de que una investigación sobre posibles adopciones fraudulentas había empezado en su país.
La fiscalía belga tenía fuertes indicios de que los padres biológicos de varios niños congoleños adoptados en Bélgica todavía estaban vivos.
Y la pareja de periodistas se había propuesto encontrarlos.
Su búsqueda los llevó desde Bruselas al taller de Abdula Libenge, en Gemena.
Ahí, este los hizo pasar y sacó una foto de su hija.
"Fue tomada el día que se fue a Kinshasa", dijo.
"Estaba tan feliz. Nunca tendremos la oportunidad de ir a Kinshasa. No podemos permitirnos el boleto de avión. Pero ella tuvo la oportunidad y nos hizo sentir orgullosos", relató.
La imagen era una de varias fotos del grupo de tres niñas y un niño que para entonces tenían entre dos y cuatro años.
Otra instantánea los muestra con un joven de una organización juvenil, su acompañante en el supuesto campamento de verano.
"Todo lo que nos queda es esta foto y un zapato", dijo Libenge, al tiempo que les mostraba a los periodistas una pequeña zapatilla de ballet blanca.
Y afuera de otra casa, Suriya Moyumbe los esperaba llorando con una foto de su hija, una niña que aún no podía hablar al momento de su partida.
"La familia de mi esposo me culpa por haberla dejado ir a esas vacaciones. Nunca debí haberlo hecho. Pero todos pensamos que era una gran oportunidad", le dijo a Wertelaers y De Freine.
Los periodistas regresaron entonces a Bruselas para presentar sus pruebas, y luego el fiscal viajó a Gemena para recolectar ADN.
Las piezas encajaban.
Desde entonces, el orfanato de Tumaini, en Kinshasa, ha sido cerrado.
La abogada belga-congoleña Julienne Mpemba está bajo arresto domiciliario y enfrenta cargos criminales por su papel como jefa del orfanato.
Pero su abogado, George Balon Perin, dijo que "niega los cargos en su contra de la manera más clara posible".
Balon Perin también hizo notar que su clienta no está siendo procesada en la República Democrática del Congo, donde ocurrieron los supuestos eventos.
Y otras personas han sido acusadas tanto en Bélgica como en la República Democrática del Congo, le dijo a la BBC.
En Bélgica, la noticia se dio a conocer a las familias adoptivas una por una.
Algunos padres adoptivos ya habían expresado sus preocupaciones durante el proceso de adopción, y le dijeron a la BBC que las noticias confirmaron sus temores.
"Conociendo la reputación de la RD del Congo, tenía mucho miedo. Pero la agencia de adopción realmente nos presionó y nos aseguró que todo sería legal", dijo un padre, que no quiso ser identificado.
"Se sintió como una bofetada en la cara cuando nos lo dijeron. Esto es lo que siempre quise evitar. Y ahora, aunque yo no quería, tengo un hijo robado", agregó.
Una madre describió cómo la agencia había desestimado sus preocupaciones cada vez que planteaba objeciones.
Y entonces, llegó el día en que su hija adoptiva ya hablaba suficiente francés para comenzar a hablar de su familia biológica.
"Una vez que le estaba leyendo un cuento de hadas me dijo: 'No eres mi mamá, mamá'", relató.
"Inmediatamente hice sonar la alarma pero fue desestimada. Pensé que podría haber estado hablando de la mujer con la que había estado viviendo antes de venir aquí. Pero no. Hablaba de su madre".
Cuando la historia estalló en Bélgica, la misma involucraba a cuatro niños.
Pero ahora los padres adoptivos de otros 15 niños están esperando el resultado de otras pruebas de ADN.
"Hay personas que no hicieron su trabajo y personas que podrían haberse beneficiado financieramente o de alguna otra manera", dice el abogado Georges-Henri Beauthier, quien está representando a tres de las familias adoptivas.
"Hay que ver a todas estas personas colectivamente como una verdadera y bien estructurada organización criminal en la República Democrática del Congo y en Bélgica", opina.
Y según el experto en protección infantil Nigel Cantwell, estos no son casos aislados.
"Siempre hay un poco de anarquía en la adopción cuando se trata de un país que no es parte de la Convención de La Haya, como es el caso de la RD del Congo. Hay muchos ejemplos en los últimos años: Haití, Guatemala, Vietnam, Camboya. La lista es enorme ", afirma.
Cantwell cree que los intermediarios, incluidos los orfanatos, necesitan ser regulados y, si es posible, retirarse del proceso.
"Ellos son los que ganan dinero. A menos que usted controle el dinero, no controlará la corrupción".
Un tribunal de familia belga tendrá la última palabra sobre el futuro de los niños.
"Se decidirá caso por caso, pero cualquier solución debe depender enormemente de lo que diga el niño. No podemos simplemente tomar decisiones sobre lo que creemos que es bueno para un niño sin obtener la opinión de ese niño", explica Cantwell.
La próxima etapa seguramente será difícil para todos los involucrados, pero Beauthier dice que los padres adoptivos se están preparando para ello.
"Existe este reflejo humano que es decir: 'No, no. Esta es mi hija, no la dejaré ir'. Pero no. Eso sería inaceptable, y mis clientes lo entienden muy bien ", aseguró.
Y para uno de los padres adoptivos, es imposible que haya un buen resultado.
"Realmente nos preguntamos: ¿qué es lo mejor para este niño? Y no tenemos la respuesta. Porque en realidad no hay una respuesta. Todos somos perdedores en esta historia", dijo.
De regreso en Gemena, Abdula Libenge tenía pocas esperanzas de que su hija volviera a casa.
"Sé que la gente dirá que ella está mejor en Bélgica. Y sabes, tal vez lo está. Pero ninguna otra persona tenía derecho a tomar esa decisión y a nosotros no nos dejaron", se lamentó.
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