Los próximos meses supondrán un desafío para Perú debido al fenómeno de El Niño.
El Niño ya está activo y es uno de los responsables de que el planeta registrara el pasado 3 de julio la temperatura media más alta desde que hay registros. En Perú confluye con El Niño costero, un fenómeno local que se asocia a lluvias torrenciales potencialmente catastróficas en el norte del país y sequías en el sur.
El gobierno peruano ha anunciado que destinará 1.446 millones de soles (397.5 millones dólares) para actividades preventivas como limpieza y descolmatación de ríos y quebradas ante la posibilidad de lluvias torrenciales e inundaciones y el Estudio Nacional del Fenómeno del Niño (Enfen), la entidad oficial encargada del seguimiento del fenómeno, ha declarado la alerta ante el riesgo de “precipitaciones mucho más altas de lo normal y pérdidas económicas y de vidas si no se toman medidas de prevención anticipadamente”.
Los peruanos de 2023 no son los primeros en enfrentarse a El Niño, cuya huella a veces destructiva se encuentra en diferentes episodios de la historia de Perú.
Alguna tan lejana como la protagonizada por la cultura mochica o moche, que se desarrolló en la costa norte del actual Perú entre los siglos II y VIII, aunque estudios recientes alargan su cronología hasta el IX.
Esta región, que hoy comprende los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad, es una de las más vulnerables a las lluvias intensas e inundaciones que a menudo provoca El Niño y los moche hubieron de hacerle frente a base de ingenio y planificación.
Este pueblo prehispánico alcanzó según los expertos un alto grado de civilización y complejidad social para la época.
Aunque muchos de sus elementos siguen envueltos en el misterio, los trabajos de los arqueólogos y otros investigadores han permitido ir rescatando su forma de vida de entre la bruma del pasado, y hoy sabemos más gracias a descubrimientos como los realizados en la década de 1980 en el yacimiento de Sipán, donde se hallaron los restos del enterramiento del Señor de Sipán, uno de los vestigios más famosos del mundo Mochica.
Su economía se basaba en su desarrollo agrícola y la explotación de los abundantes recursos del mar peruano. Fueron capaces de desarrollar un sistema de canales de irrigación que tornó áreas desérticas en fértiles campos.
Según se explica al visitante en el Museo Larco de Lima, que exhibe parte de los objetos que dejó, la cultura mochica “fue una unidad política poderosa, gobernada por altos dignatarios y jefes regionales”, como sería el propio Señor de Sipán.
“Sus construcciones piramidales y sus insuperables sistemas de irrigación revelan gran capacidad de sus magníficos arquitectos, ingenieros y administradores” y fueron también grandes ceramistas y escultores”, como queda patente en muchas de las hermosas piezas que aquí se exponen.
Los moche destacaron por la construcción de pirámides truncadas o huacas, con las que daban forma a lo que el arqueólogo Régulo Franco describió en conversación con BBC Mundo como “centros teocráticos”.
Su gran desarrollo social les permitió conectar diferentes asentamientos humanos en su zona de influencia. Hoy se cree que su organización política se basaba, más que en un estado unificado, en señoríos repartidos por los diferentes valles del Perú septentrional. En palabras de Edgar Bracamonte, director del Museo Nacional de las Tumbas Reales de Sipán, “estos señoríos tenían su propia forma de organización social y política, y su manejo territorial independiente, pero compartían una ideología y un pensamiento religioso que los integraba”.
Los moche creían en dioses como Ai Apaec, que podría traducirse como el Poderoso, y en la fuerza generadora del encuentro de fuerzas opuestas y complementarias, como las del hombre y la mujer.
Un aspecto muy conocido de la cultura mochica son las vasijas y figuras de arcilla en las que recogieron escenas sexuales explícitas y que han sido interpretadas como objetos rituales que revelan que lo erótico era parte esencial del principio de la vida para ellos.
Lee también: Más calor, inundaciones y ciclones en América Latina y el Caribe: el sombrío pronóstico de la ONU
Los mochica estaban muy acostumbrados a sufrir temporadas de lluvias devastadoras, como ha quedado patente en algunas de las construcciones de adobe que se han estudiado en las excavaciones, en las que se aprecia el efecto destructivo del agua.
El fenómeno de El Niño les era tan familiar que el antropólogo estadounidense Garth Bawden llegó a afirmar que formaron una sociedad acostumbrada a “vivir en crisis”.
Y tuvieron que ingeniárselas para sobrevivir en medio de esas frecuentes crisis.
Bracamonte afirma que ya en el patrón de asentamiento se aprecia una sociedad organizada que busca protegerse del fenómeno de El Niño. “Sabían dónde ubicarse, buscando los terrenos altos y poco inundables. Por eso la arqueología nos muestra que las lluvias los afectaron más con el colapso de techos y paredes que con las grandes inundaciones que hoy vemos”.
Los agricultores mochica supieron también habilitar áreas de cultivos marginales para asegurarse la subsistencia incluso cuando las lluvias no daban tregua, lo que ha quedado acreditado en restos encontrados en el valle de Chicama. “Sabían que lo que se inunda generalmente es la parte central de los valles y las zonas cercanas a las quebradas, pero había partes en los márgenes que se volvían muy fértiles con las lluvias”, explica Bracamonte.
“Sabían que cultivos como el maíz y el frijol se demoraban hasta tres meses, por lo que habilitaban el terreno y dejaban que las lluvias y la naturaleza siguieran su curso”, explica el experto.
Las inundaciones que arruinan los cultivos siguen siendo un gran problema en el norte de Perú y en localidades como Zaña, en el Departamento de Lambayeque, las autoridades locales trabajan en la construcción de huertos alternativos en lugares a salvo de las inundaciones para asegurar que haya comida suficiente en caso de que las lluvias malogren las cosechas.
Los moche también construyeron canalizaciones y depósitos para almacenar y desviar el agua de lluvia de manera que sus campos y poblados quedaran protegidos. Contrasta con la situación actual en gran parte de las ciudades peruanas, que carecen de sistemas adecuados de desagüe.
Lee también: ¡El planeta se calienta! Temperatura global marca récord de más de 17 grados centígrados
Pese a sus previsiones y sabiduría, los moche no fueron invulnerables al poder devastador de El Niño y se cree que el fenómeno jugó un papel clave en su desaparición.
Fue el japonés Izumi Shimada el que primero planteó la hipótesis de que fue “un desastre climático” el que terminó con la próspera cultura mochica.
Estudios posteriores han introducido algunos matices y se cree que el final de la cultura mochica fue un proceso gradual en el que, si bien el clima fue clave, no fue el único factor.
Bracamonte explica que “los Mochica afrontaron un desorden climático global llamado el Meganiño entre los años 550 y 650, casi cien años de lluvias intensas que generaron la destrucción de edificios, pero también muchos cambios en la organización política de los mochica y su manejo del territorio”.
La práctica de los rectores de la élite mochica de ofrecer sacrificios humanos a los dioses para frenar las lluvias pudo ser una de las razones de la crisis, una vez se comprobó que no daba resultado.
Las inundaciones dañaron las obras hidráulicas y afectaron negativamente a la pesca, lo que debilitó la credibilidad de unos gobernantes que se proclamaban representantes de los dioses y exigían vidas humanas para aplacar su cólera sin que sirviera para nada.
Como se explica al visitante del Museo Larco, “la crisis productiva y el debilitamiento político-religioso hizo que la población buscara una nueva ideología”.
En palabras de Bracamonte, "el fenómeno de El Niño no hace que la sociedad colapse inmediatamente, pero sí es el motor que genera cambios".
Si El Niño suele llegar acompañado de fuertes lluvias en la costa norte, en la sierra provoca sequías que obligan a sus pobladores a desplazarse. Muchos lo hicieron hacia los valles en los que había florecido la cultura mochica.
"Como era una época en la que el mundo mochica ya no estaba tan bien organizado políticamente y tantos años de lluvias habían fragmentado sus territorios, las ideologías que traían los habitantes de la sierra pudieron asentarse en la costa y generar mayores rupturas", explica Bracamonte.
Así, una nueva cultura, la del Imperio Hhuari, que había venido extendendiéndose desde el sur, fue paulatinamente imponiéndose y desplazando a lo que quedaba del mundo mochica cada vez más al norte, hasta que finalmente se produjo su desaparición. Comenzaba un nuevo capítulo de la fascinante historia del Perú prehispánico.
vare