San José.— Los incendios políticos en Venezuela y Nicaragua, la tensión social en Cuba, el futuro de la democracia en Brasil, El Salvador, Honduras, Guatemala y Haití, el dilema de la paz en Colombia, la desigualdad social hemisférica, el incesante narcotráfico y la imparable corrupción dominarán el portafolio de tareas del demócrata Joe Biden para América Latina y el Caribe desde el inicio de su cuatrienio presidencial.
La hoguera del archipiélago interamericano de focos rojos hierve en días de coronavirus y su demoledora secuela preliminar. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reportó que, de México a Argentina y por golpe indirecto del Covid-19, el número de pobres en la zona pasó de 185.5 millones en 2019 a 230.9 millones en 2020, con un aumento de 45.4 millones en 12 meses entre sus 650 millones de habitantes.
Biden recibirá hoy un inusual legado al asumir su cargo: a diferencia de los presidentes de EU de los últimos 45 años, el republicano Donald Trump sólo hizo un viaje, y relámpago, a América Latina y el Caribe —agosto de 2018 a Argentina— y su sucesor deberá reconstruir los nexos con una zona que pretende ser esencial para los intereses de Washington como aliado válido.
Trump quedó como el único mandatario de EU que nunca acudió a una Cumbre de las Américas, creadas en 1994.
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“La pérdida de la influencia fuerte [de EU] bajo Trump [en América Latina] venía desde mucho tiempo atrás”, recordó el chileno Juan Somavía, presidente del (no estatal) Foro de Política Exterior de Chile y exdirector de la Organización Internacional del Trabajo. “Eso ha sido un proceso lento, pero esa es la realidad con la que se encuentra Biden”, adujo Somavía esta semana en un debate del foro.
Para el venezolano Luis Cedeño, director ejecutivo de Paz Activa, organización (no estatal) de Caracas sobre seguridad y geopolítica, “los demócratas han tenido políticas más sensatas en la política exterior de EU, que debería ser marcada por la no agresión y la no intervención” en el área interamericana.
“Cuando digo no intervención tampoco significa que EU deje de presionar para pedir democracia en países con claros déficits, como Venezuela”, dijo Cedeño a EL UNIVERSAL.
Las reyertas políticas sacudieron con celeridad a partir de 2014 a Venezuela, con un gobierno autodenominado socialista y enfrentado a EU, y de 2018 en Nicaragua. Aliado a Caracas y a La Habana y en choque con Washington, el régimen gobernante en Managua buscará en 2021 prolongarse en el poder al menos hasta enero de 2027 y completar 20 años seguidos de lo que la oposición nicaragüense llama “dictadura dinástica”.
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En la era Trump, Cuba registró otro retroceso en sus siempre conflictos con EU y luego de que de 2014 a 2016, con Biden como vicepresidente del gobierno de Barack Obama (2009-2017), Washington normalizó vínculos con La Habana y restableció en 2015 las relaciones diplomáticas rotas en 1961.
Cuba cerró 2020 con un foco opositor sin precedentes desde el triunfo de la Revolución en 1959 e inició 2021 con un ajuste económico también sin antecedentes en 62 años.
“Espero lo peor” de Biden con Cuba, alertó el cubano-estadounidense Marco Rubio, senador republicano por Florida, en declaraciones en Miami. Biden “va a tratar de volver” a la política de Obama, agregó, en repudio a lo que el anticastrismo radical denunció como debilidad de la estrategia de EU con Cuba de abstenerse de exigir reformas democráticas al sistema comunista de la isla.
Tensión
Afines a Trump, los presidentes Jair Bolsonaro, de Brasil, y Nayib Bukele, de El Salvador, finalizaron 2020 con un expediente de acusaciones de autoritarismo —que ambos rechazaron— y en la mira de influyentes congresistas estadounidenses como probables blancos de severas sanciones económicas.
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La inestabilidad política campea en los gobiernos de Guatemala, hundido en una acelerada impopularidad en apenas un año de gestión, y de Honduras, denunciado frecuentemente en tribunales de EU como cómplice de narcotráfico. Haití se afianzó como sube y baja de trastornos institucionales.
Como principal productor mundial de cocaína, cuyo destino es EU al ser el más importante mercado de consumo, Colombia y su accidentado proceso de paz que inició en diciembre de 2016 permanecerán en el radar directo de la Casa Blanca.
“Hay una crisis intercontinental de los derechos humanos”, planteó el sociólogo boliviano Franco Gamboa, doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y profesor de la (estatal) Universidad Mayor de San Andrés, de Bolivia.
“El narcotráfico afecta la política con ribetes altamente violentos por la guerra al tráfico de drogas y de armas. Las migraciones son víctimas de un autoritarismo creciente”, dijo Franco a este diario.
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A la vieja corrupción política con narco y contratos públicos —los sobornos en el siglo XXI de la constructora brasileña Odebrecht alimentan causas judiciales en 10 naciones del área— se sumó la que surgió en 2020 con cuestionadas compras estatales para atacar a la pandemia.