, al convertirse en el primer expresidente en la historia de Estados Unidos en ser declarado culpable por un delito penal. En pocas palabras, es un criminal. Pero la gran pregunta es: ¿le afecta en su aspiración de regresar a la Casa Blanca?

Trump, igual que el presidente Joe Biden, saben que la decisión definitiva no sólo sobre el republicano, sino sobre el futuro de Estados Unidos, está en las urnas.

Trump tiene muy claro el camino. El veredicto le sirve para mostrarse como la víctima. “Soy un preso político”, se declaró tras escuchar el fallo de la corte de Nueva York. “Cacería de brujas”, “juicio amañado”, son las frases que repite una y otra vez, en cada uno de los casos en su contra.

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Le ha funcionado, y muy bien, entre una base que le cree ciegamente el argumento de que la administración Biden lo persigue para no tener que enfrentarlo en las urnas. Todavía más, entre aquellos que le creyeron que ganó las elecciones de 2020 y le hicieron fraude, a pesar de que nunca lo pudo probar y de que hoy está acusado también de intentar revertir él los resultados, a pesar de que el que está acusado por fraude es justamente él.

El Partido Republicano está totalmente coptado por Trump. Trump es el partido hoy en día. Baste ver el cierre de filas y la ola de críticas de legisladores como Ted Cruz, Marco Rubio. No hay, en este momento, cabida para la disidencia. La exaspirante Nikki Haley, que juraba que no cerraría filas con Trump, que lo acusaba de debilitar al partido, terminó diciendo que votará por él.

El veredicto del juicio no cambia la postura de estos grupos. Pero hay un sector gris, entre los votantes, que no han definido su voto aún. Que pueden no comprarse el argumento de que Trump ganó en 2020, o de que sea la víctima en todo esto, pero que tampoco simpatizan con Biden, ni creen que, a sus 81 años, sea la mejor opción para dirigir las riendas del país.

Más allá de apelaciones, de si Trump pisa la cárcel —muy poco probable— o no, por este caso, Trump es, tras el veredicto del jurado, un delincuente. ¿Están dispuestos los estadounidenses a elegir un delincuente?

Un delincuente, además, transparente. Si en 2020 los estadounidenses le dieron al republicano el beneficio de la duda, de ser un outsider, hoy el escenario es totalmente distinto. Los ciudadanos saben lo que Trump es capaz de hacer, hasta dónde puede llegar —6 de enero de 2021 no se olvida—. Y él ha sido muy claro en lo que pretende hacer en un segundo mandato. Ya ni siquiera será Estados Unidos Primero. Será: La Venganza de Trump Primero.

Trump dejó en claro que va por Biden, que va por los jueces en las causas en su contra, que va por todo aquel que no esté con él.

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Lo que está en juego el 5 de noviembre no es sólo quién será el próximo presidente de Estados Unidos, sino el futuro de la democracia, del modo de ser de Estados Unidos con los migrantes, con los aliados, con los opositores.

Trump va por todo, y el veredicto sólo ratifica su noción de que debe arrasar con quienes no lo apoyaron, los nuevos Michael Cohen, los “traidores” que no merecen compasión.

Eso es lo que se juega el 5 de noviembre y que el veredicto de este jueves deja más que claro.

Hasta ahora, nada parece hacer mella en el camino de Trump a la Casa Blanca. Los juicios en su contra, los veredictos en su contra —ya tiene el precedente del juicio que perdió contra la escritora E. Jean Carroll por difamación— no sólo no le han afectado, sino que han impulsado su carrera, y abultado los recursos de su campaña.

El de Nueva York tampoco es el juicio por los delitos más graves que se imputan a Trump, pero los otros no parece que vean la luz antes de las elecciones. Así que todo se reduce a la pregunta: ¿Están dispuestos los estadounidenses a tener un presidente criminal?

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