Madrid.— Muchos de los bebés nacidos durante la pandemia sufrieron daños colaterales y muestran ciertos retrasos en el aprendizaje y problemas de socialización, debido sobre todo a que redujeron drásticamente algo fundamental: la interacción con niños de su edad en las etapas más básicas de su desarrollo.
El encierro, la falta de contacto con otros bebés y con el mundo en general y el uso del cubrebocas, que dificultó la comunicación gestual y el aprendizaje por imitación, aumentaron los casos de pequeños con limitaciones emocionales, motoras, cognitivas y sociales, según los expertos.
El desinterés por socializar con otros niños, la falta de deseo de jugar en grupo o el surgimiento del temor en lugares concurridos, son algunos de los síntomas que distinguirían a la mayoría de los bebés alumbrados durante la pandemia.
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Según un estudio del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, los niños afectados obtienen puntuaciones ligeramente inferiores en los rangos de motricidad gruesa, motricidad fina y habilidades sociales.
Se han detectado demoras en el aprendizaje de los bebés para gatear, caminar y algunos niños que lo habían logrado manifestaron retrocesos; esto significa que al regresar a la guardería necesitaban ayuda con habilidades como ponerse los abrigos y sonarse la nariz, advierte un informe de la Oficina de Estándares en Educación, Servicios para Niños y Habilidades del Reino Unido (Ofsted, por sus siglas en inglés).
“Las restricciones del Covid han dejado a una generación de bebés y niños pequeños luchando por gatear y comunicarse”, agregan los especialistas británicos que abordaron las consecuencias de los confinamientos y las medidas de control sanitario en la infancia más temprana.
“Los niños pequeños en guarderías tienen dificultades para hacer amigos, hablar y usar el baño de forma independiente. Los niños no socializan tanto entre ellos debido a problemas de comunicación, carecen de confianza, son tímidos y ansiosos, y los bebés en particular no están acostumbrados a ver caras diferentes a las de sus padres”, advierten los inspectores de Ofsted.
Los retrasos observados en el desarrollo de los bebés más afectados implican que es poco probable que estos niños estén listos para la escuela a la edad de cuatro años, subraya el organismo del gobierno británico sobre lo que denomina desafíos persistentes que, si no se atajan, podrían causar en el futuro problemas en las escuelas primarias.
El informe de Ofsted, basado en inspecciones de decenas de kinders británicos en los dos primeros meses de 2022, subraya que algunos cuidadores revelaron que los niños en general tenían un vocabulario limitado, mientras otros bebés tenían problemas para responder a las expresiones faciales básicas, porque no han podido observar regularmente los gestos de los adultos debido al uso del cubrebocas.
La sonrisa, las caricias simbólicas o los gestos de desaprobación son señales muy importantes, también en edades tempranas. El hecho de que los bebés de la pandemia no hayan podido observar los rostros completos de los demás durante buena parte de su vida plantea inquietudes sobre las consecuencias que podría tener en los más pequeños que esa forma de comunicación no verbal se haya desvanecido.
La mayoría de los padres no notaron cambios, pero ahora que poco a poco se está regresando a niveles de socialización prepandémicos, muchos progenitores advierten diferencias en la conducta de sus bebés, apuntan los especialistas.
En este escenario inédito también hay expertos que matizan que no todos los bebés están destinados a toparse con dificultades. Noel Hunter, sicóloga clínica y autora de Trauma and Madness in Mental Health Services, piensa que se generaliza en exceso con el concepto de daños colaterales con base en estadísticas insuficientes. Otros consideran que es probable que no afecte a la mayoría de los niños porque, a esa edad, sus relaciones más importantes se producen con los padres.
En cualquier caso, los especialistas desconocen si las trabas en el aprendizaje físico, social y emocional serán duraderas o podrán ser superadas rápidamente, aunque destacan la gran capacidad de resiliencia de los niños que son aprendices sociales entusiastas y desarrollan a un ritmo rápido habilidades como compartir, resolver conflictos y empatizar.
Los expertos insisten en que los gobiernos deben invertir más en la educación preescolar, con servicios suplementarios para las familias desfavorecidas y terapias del habla y el lenguaje para los niños que lo requieran y que podrían necesitar un seguimiento a largo plazo para detectar posibles retrasos en su neurodesarrollo.
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