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Londres. La interminable fila humana formada para rendir tributo a la reina Isabel II por más de 70 años de servicio, terminó extinguiéndose como la mecha de una vela hasta lanzar su última flama.
Se apagó a las 6:30 de la mañana de este lunes, cuando la Gran Sala del Palacio de Westminster, la parte más antigua del Parlamento británico con su techo medieval de madera, cerró en definitiva al público.
Durante cuatro días, del amanecer al anochecer, fue destino de miles de peregrinos que hicieron todo tipo de sacrificios para honrar por última vez a la monarca en cuerpo presente.
Fue una marcha de resistencia que para algunos llegó a durar hasta 24 horas. La fila superó en ocasiones los 8 kilómetros y se extendió a largo del río Támesis, pasando frente a monumentos como el London Eye, el parque acuático y el Museo Nacional de Arte Moderno Tate. Allí hubo hombres de negocios, académicos, amas de casa y celebridades.
El ambiente fue acogedor, sereno, de convivencia y solidaridad frente al frío, el viento y los cambios de temperatura. Algunos estaban bien equipados, llevaban hasta lámpara y kit de primeros auxilios, otros improvisaban sobre la marcha. Para aguantar temperaturas nocturnas de un dígito, algunos llevaban termos para café, otros mejor se calentaban con tragos esporádicos de whisky. El espíritu se mantuvo firme pese a la fatiga.
La gente se congregó por múltiples razones. Sharon Newman, procedente de Surrey, sur de Londres, dijo a EL UNIVERSAL que “tenía que darle el adiós a mí Reina”. Llevaba caminando seis horas y le faltaban por lo menos dos más. No estaba dispuesta a tirar la toalla a pesar de que le dolía la cadera y un tobillo.
“Cuándo la vea haré la señal de la cruz y me llevaré la mano al pecho”, dijo en compañía de su hija Corinne y su nieto Isaian.
“Como ciudadana de este país era una obligación rendirle tributo”, sostuvo la mexicana Sandra Vega, al finalizar una peregrinación de 14 horas.
“Cuando uno está adentro, en el Salón, frente al féretro, se siente un ambiente amigable, abierto, cálido, se te olvida el cansancio. Fue verdaderamente conmovedor, es algo que recordaré el resto de mi vida”, señala este diario la originaria de Pachuca, quien hizo una reverencia al momento de verse ante la reina.
En tanto que el consultor Garreth Davis, equipado con agua y una chamarra de refuerzo, se formó a la fila 9 horas antes del límite. El motivo por el que esperó hasta el final, era la preocupación de que la cola se acabara antes.
“El estar aquí no es ninguna decisión lógica, es emocional. Por un lado quiero darle gracias, por el otro, asegurarme que esto no se va a acabar. ¡Imagínate! ¿Qué pasaría si durante la madrugada ya nadie está en la fila? El mundo está viendo en directo todo lo que sucede”.
Delante de Davis, va formada Bath Sint Claire, originaria de Belfast. “Creo que puedo darle unas horas de mi tiempo a cambio de sus 70 años de servicio. Vengo porque fue una mujer modelo y porque estoy orgullosa de vivir en un país en donde también somos líderes. Lamentablemente en muchas partes del mundo no pueden decir lo mismo”.
Mientras la fila se consumía, Londres se preparaba para no dormir. A lo largo de la ruta ceremonial para el último recorrido de la reina este lunes, centenares de personas acampaban dispuestas a desafiar las bajas temperaturas.
Sobresalían las personas mayores, equipadas con asientos portátiles y doble cobertor. “Mientras que en el mundo había caos, nosotros siempre contábamos con la tranquilidad de tener a la reina, era nuestro punto de estabilidad. Era como mi abuela”, sostuvo Gillian Burnell, originaria de Somerset, quien antes del anochecer, junto con su madre, Melanie, se plantó en un punto estratégico de la ruta ceremonial.
Para quienes no pudieran asistir y quisieran dar el último adiós a la reina, se instalaron pantallas gigantes en puntos clave de todo el país, como el Hyde Park de Londres, la Plaza del Centenario de Birmingham y el Holyrood Park de Edimburgo. También 125 cines abrieron sus puertas para seguir el acontecimiento.
Finalizado el funeral en la Abadía de Westminster, el ataúd de la reina Isabel II sería trasladado por un cortejo fúnebre hasta el arco de Wellington, cerca de Hyde Park. De allí, el féretro emprendería su último viaje hasta el castillo de Windsor, al oeste de Londres, en un camino conocido como El largo paseo. En la capilla de San Jorge, dentro del castillo, descansará Su Majestad junto con sus padres y su esposo.
Dos mil invitados, entre ellos 500 del extranjero, han asistido a este funeral en el que México estuvo representado por el canciller Marcelo Ebrard. Los expertos sostienen que ha sido, además, un momento único para tratar temas delicados de la diplomacia considerando el inédito número de líderes mundiales reunidos en un mismo lugar.
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