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“Lloramos de alegría”: el tratamiento experimental que hizo remitir el cáncer de colon en todos los pacientes

“Hubo muchas lágrimas de alegría”, dijo la doctora Andrea Cercek, oncóloga del Centro de Oncología Sloan Kettering y coautora del estudio; se reveló que contrario a los tratamientos convencionales, ninguno de los pacientes mostró complicaciones clínicas importantes durante el tratamiento

Foto: Archivo EL UNIVERSAL
07/06/2022 |11:12
Redacción
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Un ensayo pequeño, con sólo 18 pacientes, arrojó resultados asombrosos y esperanzadores para pacientes de , revela hoy el diario estadounidense The New York Times.

El cáncer, explicó el rotativo, desapareció en todos los pacientes. A todos se les practicó examen médico, endoscopias, tomografías, resonancias magnéticas y no se halló rastro de la enfermedad. El estudio contó con el patrocinio de la farmacéutica GlaxoSmithKline.

El doctor Luis A. Diaz Jr., del Centro de Oncología Sloan Kettering y autor del informe cuyos resultados fueron publicados el lunes en la revista científica New England Journal of Medicine, aseguró al Times que no conoce otro estudio de un tratamiento que haya borrado por completo los rastros del cáncer en todos los pacientes analizados. “Creo que es la primera vez que ocurre en la historia de la lucha contra el cáncer”, indicó.

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El doctor Alan P. Venook, un especialista en cáncer colorrectal de la Universidad de California en San Francisco, quien no participó del estudio, también cree que es la primera vez que se obtienen resultados tan sorprendentes. Una remisión total en todos los pacientes “es algo inaudito”, subrayó al Times.

Los pacientes con cáncer colorrectal suelen ser sometidos a tratamientos invasivo y cruentos: quimioterapia, rayos, y sobre todo cirugías que dejan secuelas de por vida, desde disfunciones intestinales y urinarias hasta sexuales. Algunos incluso necesitan usar bolsas de colostomía.

Los pacientes que aceptaron participar del estudio pensaron que al terminar los ensayos tendrían que someterse a esos procedimientos, pero para sorpresa de todos, no necesitarán ningún otro tratamiento.

“Hubo muchas lágrimas de alegría”, dijo la doctora Andrea Cercek, oncóloga del Centro de Oncología Sloan Kettering y también coautora del estudio, presentado el mismo lunes en la conferencia anual de la Sociedad de Oncología Clínica de Estados Unidos.

Además, ninguno de los pacientes mostró complicaciones clínicas importantes durante el tratamiento.

A los pacientes se les administró dostarlimab, un inhibidor de punto de control inmunitario. En promedio, uno de cada cinco enfermos oncológicos suele manifestar alguna reacción adversa a este tipo de fármacos.

Los pacientes recibieron el nuevo medicamento cada tres semanas durante seis meses, con un costo de alrededor de 11 mil dólares por dosis, detalló el Times. La droga “revela” a las células cancerosas y permite que el sistema inmunológico las identifique y las destruya.

Aunque la mayoría de las reacciones adversas a los “inhibidores de los puntos de control” son fácilmente manejables, entre 3% y 5% de los pacientes que los toman sufren complicaciones más graves, como debilidad muscular y dificultades para masticar y tragar, algo que no ocurrió en este caso.

Si no hay efectos colaterales importantes “eso implica que el ensayo clínico no incluyó a suficientes pacientes, o que de alguna manera esos cánceres eran totalmente distintos a los demás”, dice Venook.

En el editorial que acompaña la publicación de los resultados, la doctora Hanna K. Sanoff, del Centro de Oncología Lineberger de la Universidad de Carolina del Norte, calificó el estudio de “pequeño, pero convincente”, aunque aclaró que aún no hay certidumbre de que los pacientes estén “curados”.

“No sabemos cuánto tiempo tiene que pasar hasta poder confirmar que esa respuesta clínica total a la droga dostarlimab equivale a una cura”, insistió la doctora Sanoff en su editorial.

La doctora Kimmie Ng, experta en cáncer colorrectal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, dice que si bien los resultados son “notables” y “sin precedentes”, es necesario realizar otros ensayos.

El antecedente

La idea de realizar este estudio se derivó de un ensayo clínico realizado en 2017 por el doctor Díaz, financiado en ese momento por la farmacéutica Merck. Participaron 86 personas con cáncer metastásico originado en distintas partes de sus cuerpos, pero con la coincidencia de que todos compartían una mutación genética que impedía que las células repararan el daño al ADN. Esas mutaciones aparecen en 4% de todos los pacientes con cáncer.

Los pacientes de aquel ensayo tomaron un inhibidor de puntos de control fabricado por Merck, el pembrolizumab, durante un máximo de dos años. Los tumores se redujeron o estabilizaron en entre 30% y 50% de los pacientes, cuya sobrevida también se prolongó. En 10% de los participantes del ensayo, los tumores desaparecieron por completo.

Eso llevó a la doctora Cercek y al doctor Díaz a preguntarse lo que ocurriría si el tratamiento se aplicara mucho antes en el curso de la enfermedad, antes de que el cáncer tuviera la oportunidad de propagarse.

Fue así como decidieron realizar, añade el Times, un estudio de pacientes con cáncer de colon localmente avanzado, tumores que se habían diseminado en el recto y en algunos casos a los ganglios linfáticos, pero no a otros órganos. Cercek había notado que la quimioterapia no ayudaba a una parte de los pacientes que tenían las mismas mutaciones genéticas de los pacientes del ensayo de 2017. En lugar de achicarse durante el tratamiento, sus tumores rectales crecían.

Entonces se les ocurrió que la inmunoterapia con un inhibidor de puntos de control permitiría que esos pacientes evitaran la quimioterapia, la radiación y la cirugía.

Díaz se puso en contacto con las farmacéuticas que fabricaban inhibidores de puntos de control para que financiaran un pequeño ensayo. Pero lo rechazaban diciendo que el ensayo clínico entrañaba demasiado riesgo: Diaz y Cercek querían administrarle el medicamento a pacientes que tal vez podían curarse con un tratamiento estándar. Lo que proponían los investigadores podía terminar permitiendo que los cánceres crecieran más allá del punto en el que podrían curarse con una terapia convencional.

Finalmente, acotó el rotativo estadounidense, consiguieron el patrocinio de Tesaro, una pequeña empresa de biotecnología. Pero poco después Tesaro fue comprada por GlaxoSmithKline, y Díaz tuvo que recordarle a esa gigante farmacéutica que estaban haciendo el estudio: los ejecutivos de la compañía casi se habían olvidado del pequeño ensayo que Díaz tenía en marcha.

“Me derrumbé totalmente”

El primer paciente fue Sascha Roth, de 38 años, que en 2019 había notado un poco de sangrado rectal, pero que por lo demás se sentía bien: salía a correr como todos los días y trabajaba en el negocio familiar en Bethesda, Maryland.

Roth contó al Times que cuando le realizaron una sigmoidoscopia, su gastroenterólogo dijo: “Ay, ay. ¡Esto no me lo esperaba!”

Al día siguiente, el médico la llamó: tras hacer una biopsia, el médico detectó que se trataba de cáncer.

“Me derrumbé totalmente”, recordó Roth.

Al poco tiempo ya tenía turno para arrancar con la quimioterapia en la Universidad de Georgetown, pero un amigo insistió en que primero viera al doctor Philip Paty, del Centro Sloan Kettering donde trababan Diaz y Cercek. El doctor Paty le dijo que estaba casi seguro de que su cáncer incluía la mutación que hacía poco probable que respondiera bien a la quimioterapia. La buena noticia era que Roth era elegible para participar en el ensayo clínico. De haber empezado con la quimio, nunca habría participado del ensayo.

Como no esperaba que la eficacia del dostarlimab fuese absoluta, Roth ya había planeado mudarse a Nueva York para recibir radiación, quimio, y posiblemente someterse a una cirugía tras concluir el ensayo. Para preservar su fertilidad después del esperado tratamiento de radiación, le extirparan los ovarios y se los volvieron a colocar debajo de las costillas.

Al concluir el ensayo con dostarlimab, la doctora Cercek le dio la noticia.

“Analizamos tus tomografías”, le dijo. “Y no hay cáncer en absoluto”. Roth no necesitó ningún tratamiento adicional.

“Cuando le conté a mi familia, no me creían”, dijo Roth al Times. Dos años después, sigue sin el menor rastro de cáncer.

agv

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