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Bruselas.— La Unión Europea (UE) debe usar la cumbre de julio para atender el nuevo panorama criminal en América Latina, un fenómeno con repercusiones más allá de las fronteras regionales y que está convirtiendo al Viejo Continente en el destino preferido para la exportación de cocaína, sostiene en un análisis International Crisis Group.
“Para ayudar a afrontar estos desafíos, la UE y sus Estados miembros deben aprovechar la próxima cumbre de julio para establecer una agenda de trabajo sobre crimen organizado con los líderes de la región, centrándose en temas desafiantes como la cooperación intrarregional, negociaciones con grupos criminales y formas para reorientar los esfuerzos antinarcóticos que con demasiada frecuencia resultan dirigidos contra los más pobres y vulnerables”.
De acuerdo con la organización especializada en gestión de crisis y cuyos reportes son tomados en consideración por la Comisión Europea para el desarrollo de políticas, el panorama sigue siendo desalentador en América Latina, a pesar de que las tasas de homicidio han disminuido en países tradicionalmente violentos como Colombia y El Salvador.
El reporte sostiene que la tasa de homicidio se estabilizó, pero al nivel más alto del mundo, cada año en la región se producen un tercio de todos los asesinatos del mundo; al tiempo que las muertes de género van al alza, por ejemplo, la desaparición de mujeres en Zacatecas aumentó 50% en 2020, con la mayoría de las víctimas entre 10 y 19 años.
El comportamiento de las organizaciones delictivas está agravando las emergencias humanitarias y la violencia se expande a países tradicionalmente seguros; las ciudades portuarias de Guayaquil y Rosario, en Ecuador y Argentina respectivamente, así como Costa Rica, Panamá y Paraguay, están presenciando brotes extraordinarios de violencia. Ecuador tiene una de las tasas de homicidio de mayor crecimiento.
La estrategia represiva que en el pasado contribuyó al desmantelamiento de los cárteles hegemónicos en México y Colombia, ahora no tiene efecto, las organizaciones criminales con economías más amplias se han vuelto más resistentes, tienen fondos suficientes para pagar por protección política e impunidad judicial; y son menos vulnerables a fluctuaciones repentinas generadas por las guerras territoriales.
El poder de los grupos criminales se caracteriza además a una creciente influencia sobre las comunidades en las que operan. La región es igualmente testigo de la aparición de nuevos polos criminales, están surgiendo áreas que ofrecen ventajas estratégicas y oportunidades para forjar nuevas conexiones con grupos transnacionales.
Indica que los cambios estructurales y operativos vistos en las bandas delictivas han coincidido con una modificación de sus relaciones con el sistema político.
“En lugar de intentar apropiarse de las instituciones estatales o enfrentarse a las fuerzas de seguridad en defensa de sus negocios, los grupos criminales discretamente han tejido redes de influencia con las autoridades y comunidades locales, combinando la intimidación violenta con técnicas sofisticadas de cooptación, como financiar campañas electorales para sus candidatos locales preferidos o impedir que ciertos candidatos hagan campaña en determinadas zonas”.
La debilidad de las instituciones democráticas, las dificultades económicas agudizadas especialmente como resultado de la pandemia, la extrema desigualdad, y la imperante corrupción han hecho de América Latina un terreno fértil para el crimen organizado.
Al deterioro de la situación han contribuido además los índices sin precedentes de producción de drogas y la aparición de nuevas y rentables rutas del narcotráfico.
“En algunos casos, los grupos criminales locales alquilan territorios a empresarios que buscan producir o transportar drogas, que luego envían a los mercados globales. Este modelo de franquicia y asociación ha permitido que los mercados de drogas ilícitas crezcan y se diversifiquen”.
La organización con sede en Bruselas sostiene que la UE no debe permanecer estática, “el continente se convierte en un destino preferido para la exportación de cocaína”.
Como un importante donante en la cooperación internacional, debe ayudar a los gobiernos a combatir el soborno y la corrupción, apoyar los esfuerzos por reducir la impunidad a través de inversión en la capacidad de judicialización, y reforzar los programas de asistencia técnica y desarrollo de capacidades para combatir el crimen.
También debe fomentar la cooperación intrarregional de alto nivel para responder al narcotráfico, debido a que en la actualidad se “encuentra en gran parte inactiva”.
La UE además debe actuar como contrapeso de los enfoques de mano dura, existe el riesgo de que ganen respaldo político debido al terror en el que se encuentran algunas comunidades.
Afirma que las estrategias de mano dura y entablar diálogos con grupos criminales para lograr su desmovilización tienen un historial decepcionante a largo plazo.