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La mejor etapa para un gobernante suele ser el inicio del mandato, en la llamada “luna de miel”. Es el periodo de gracia que los electores dan a sus dirigentes para adaptarse, para ver cómo va a funcionar el gobierno y qué cambios se priorizan.
No será el caso de Liz Truss , quien hoy se convirtió en la nueva líder del Partido Conservador británico y será la nueva primera ministra una vez que la reina Isabel II la designe como tal algo que se prevé ocurrirá este martes.
Truss no tendrá momento de tranquilidad, empezando por el hecho de que fue designada de emergencia, tras la renuncia de Johnson en medio de una serie de escándalos sin fin, por su manejo de la pandemia, por corrupción y hasta por nombramientos de figuras acusadas de acoso sexual.
Truss llega para “limpiar” la imagen de Downing Street. Pero no llega con el aval mayoritario de los británicos. De acuerdo con una encuesta de YouGov, a finales de agosto, 52% cree que la exministra de Relaciones Exteriores será una “mala” o incluso “pésima” primera ministra. Un 43% dijo no confiar en ella “para nada” frente a los desafíos que enfrenta el país.
La principal preocupación de los británicos, que Truss sabe deberá atender de forma urgente, es el encarecimiento de la vida.
Reino Unido enfrenta una inflación de 10%, la mayor en 40 años, estimulada por la escalada de precios de la energía que desató la invasión de Rusia en Ucrania y el uso, por parte de Moscú, del gas como un arma política.
En este verano se registraron diversas huelgas en el país debido al alza de precios, al reclamo de aumentos salariales, entre otros.
A partir de octubre, la factura energética subirá 80% en los hogares. Millones de familias tendrán que elegir entre comer o calentar sus casas. En las escuelas, el problema es igualmente grave. Los colegios públicos ya están avisando que los estudiantes deberán ir más cubiertos, y se analizan medidas como reducir los días de clase, ante la imposibilidad de pagar las facturas millonarias de calefacción que se prevén.
Consciente de la situación, en su breve discurso de este lunes Truss dijo que “me ocuparé de la crisis energética y de las facturas de los ciudadanos, pero también de los problemas a largo plazo que tenemos en el suministro de energía”. Algunos medios británicos creen que congelará los precios de la energía.
También prometió un plan para reducir los impuestos y hacer crecer la economía, que se encuentra al borde de la recesión.
No tiene mucho tiempo para hacer estos cambios, pues la situación apremia. El domingo había adelantado que tomaría medidas en el plazo de un mes.
Otro problema que enfrentará Truss es la relación de Reino Unido con la Unión Europea, que tras el Brexit no deja de ser tensa.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, felicitó este lunes a Truss vía Twitter, pero acto seguido la llamó a mantener una relación apoyada en el “pleno respeto a nuestros acuerdos”.
Truss defiende la adopción de una legislación que anule en la práctica partes del acuerdo del Brexit alcanzado entre Londres y Bruselas.
Después del traumático divorcio entre la UE y el Reino Unido, las partes negociaron un acuerdo que rige el futuro de las relaciones comerciales bilaterales, con un complicado capítulo sobre la ausencia de una frontera física entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.
Ese dispositivo fue motivo de tirantez casi desde el momento en que el acuerdo fue firmado, y Truss, quien hasta ahora se desempeñaba como jefa de la diplomacia británica, no esconde su determinación de adoptar legislación unilateral para superar la cuestión.
La UE ya inició un procedimiento de infracción contra el Reino Unido por incumplimiento del acuerdo.
Eso, sin contar con los cuestionamientos que enfrenta el Partido Conservador tras 12 años en el poder, con los laboristas exigiendo un cambio que, si Truss no cumple con las expectativas, podría no estar muy lejano.
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Con información de Agencias.
agv