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Tres países de América Latina están desde hace unos años en el punto de mira de empresas y gobiernos de todo el mundo. Tienen algo escaso y muy valioso para el futuro de la energía.
Igual que el oro y la plata, el litio agita sueños de riqueza y prosperidad en todo el continente.
Oro blanco en los desiertos y salares de Argentina, Chile y Bolivia.
Con el más liviano de los metales -tanto que puede flotar en el agua- se fabrican las baterías de litio de los coches eléctricos y de casi cualquier dispositivo electrónico.
"Estos 3 países concentran entre el 60% y el 80% de las reservas mundiales de este mineral. Aunque en cada uno de ellos la historia es muy diferente", dice en esta entrevista con BBC Mundo Ernesto Picco, docente e investigador de tiempo completo en la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE), en Argentina.
Para conocer qué transformación está teniendo lugar, Picco se embarcó en un viaje a las entrañas del desierto y lo cuenta en su libro "Crónicas del litio: Sudamérica en disputa por el futuro de la energía global".
"El precio del litio a nivel mundial se multiplicó por 18 en los últimos 10 años", afirma respaldando el interés mundial por su extracción.
Precisamente por su precio y lo barato que es extraerlo en América Latina gracias al bajo coste de la mano de obra, la baja fiscalidad para las empresa y la relajación de las leyes medioambientales, muchas compañías de Estados Unidos, Australia, Canadá o Corea del Sur ya operan en los salares latinoamericanos.
Pero existe un riesgo, dice Picco, y no es otro que el de "asistir a una película que ya hemos visto en el pasado" y a repetir los mismos errores, dice refiriéndose al extractivismo de recursos naturales en América Latina que alimentaron el crecimiento de las economías del hemisferio norte dejando escasos beneficios en el sur.
Estos modelos de desarrollo en los países latinoamericanos basados en la explotación y exportación de materias primas, sin valor agregado, tiene repercusiones en la política y la sociedad, pero también en los ecosistemas y las comunidades que viven alrededor.
"El verdadero potencial de este mineral que hasta hace poco se extraía del desierto sin mucha pompa se destapó en el siglo XXI. Pero ya hay científicos y organizaciones sociales que advierten que esta transformación económica es una fantasía. O, en el peor de los casos, que puede ser verdad a costa de un desastre ambiental y social", explica.
El periodista e investigador argentino conversó con BBC Mundo en el marco del Hay Festival Arequipa.
¿Qué es el "triángulo del litio"?
Es una forma de nombrar la región que comprende el norte de Argentina, el norte de Chile y el sur de Bolivia.
Más allá de los límites políticos, es una zona muy parecida en términos geográficos, demográficos y culturales.
No hay mucha diferencia entre los atacameños del norte de Argentina y del norte de Chile, por ejemplo.
Son todas poblaciones que están, dicen ellos, desde hace 4 mil años viviendo allí.
Son zonas con una geografía fundamentalmente desértica, donde las familias viven muy aisladas unas de otras y subsisten a través del pastoreo.
Algunas viven de la sal o de la cría de animales.
Hablamos de lugares donde están empezando a llegar grandes empresas y plantas de extracción del litio.
¿Qué procesos químicos se usan para extraer el litio?
Lo que hacen las empresas es perforar la costra de los salares, bombear la salmuera -que es el agua subterránea- y volcarla en unas piletas que tienen kilómetros cuadrados de superficie.
Eso se deja evaporar al sol y, una vez que se evapora, queda en el sedimento una serie de minerales y metales que son procesados en las plantas químicas.
De ahí se extrae el carbonato de litio u otra de sus variantes.
¿Qué te encontraste al llegar allí?
Una de las cosas que más me sorprendió es que las plantas están llegando a lugares muy aislados, donde no se ven.
Son lugares remotos, poco accesibles, donde es fácil es que pase desapercibido lo que está ocurriendo.
¿Y qué está ocurriendo?
Las comunidades están denunciando un problema de vegas (terrenos fértiles) que se están secando, de ríos contaminados...
Por ejemplo, no se sabe cuál es el impacto en el aire o en el suelo de los residuos que quedan acumulados al costado de las plantas de extracción.
Hay en Chile estudios sobre cómo esto ha impactado en la fauna.
Todo indica que el impacto ambiental es fuerte y en la medida en que empiecen a multiplicarse la cantidad de empresas que llegan, que es lo que aparentemente va a pasar en los próximos cinco o seis años, el impacto seguramente va a ser mucho mayor frente a un beneficio económico que habrá que ver si se justifica.
¿Qué es lo que lo que más te llamó la atención en tu viaje?
La manera diferente en que los tres países -Argentina, Bolivia y Chile- han gestionado la situación de encontrarse con un recurso natural estratégico a nivel global.
Bolivia ha intentado avanzar con un una estrategia de nacionalización.
El modelo de Argentina está mucho más ligado al marco legal de los 90, donde las provincias y los estados federales se disputan entre sí la llegada de empresas ofreciendo mejores beneficios y facilidades.
Y Chile con una cosa más pendular.
Empezó con una etapa más privatista con un sentido del negocio puro y duro y ahora -con el nuevo gobierno de Gabriel Borich- está tratando de crear una empresa estatal.
O sea el marco es muy diferente en estos en los tres países, donde la geografía es muy similar, las culturas son muy similares, pero la política tiene muchos matices.
¿Crees que hay una opción mejor que la otra?
Eso en realidad lo vamos a saber con el tiempo y depende de la perspectiva desde la que lo veamos.
Si uno piensa en la posibilidad de industrializar y de ascender en la cadena de valor, la apuesta de Bolivia es una apuesta a largo plazo que evidentemente no ha dado resultado en lo inmediato.
Porque el nivel de producción ha sido menor y ha tenido más dificultades para avanzar, pero quizás en un futuro se encuentre con un control soberano de sus recursos y con beneficios que sean para el país de manera más general.
En el caso Argentina, venimos desde la década del 90, por lo menos con un esquema extractivista puro y duro, que deja beneficios muy magros al país.
Ahora empieza a cambiar la situación.
¿Cómo?
Ente el final del año pasado y principios de este se empezó a conformar en lo que se llamó la Mesa Nacional de Litio, donde las tres provincias articuladas con el gobierno de la nación, están empezando a unirse -en vez de estar compitiendo entre sí- para para generar mayores beneficios y progresos estratégicos.
Creo que en América Latina se está empezando un proceso diferente para subir en la cadena de valor.
Por ejemplo fabricando las baterías.
Eso implica ya por lo menos un posicionamiento y deja ver que queremos ser algo más que meros exportadores de recursos naturales porque a medida que uno va avanzando la ganancia se multiplica y el país obtiene mayores beneficios.
En tu libro afirmas que lo que se extrae por ejemplo en el Salar del Hombre Muerto en Argentina se procesa en plantas de Estados Unidos o China. ¿América Latina ha vuelto a caer en la trampa de vender sus riquezas minerales sin participar mucho en la cadena de valor, que es lo que más dinero deja?
Ese es el gran riesgo.
El aumento de la demanda va a atraer empresas de Estados Unidos, de China, de Canadá, de Australia o de Corea del Sur.
Por un lado vas a tener un impacto ambiental tremendo y por el otro vas a tener un aumento de la situación de extractivismo.
Si Argentina no hubiera decidido dejar de ser solamente un proveedor de recursos naturales y empezar a industrializarlos, claramente estaríamos asistiendo en primera fila a una vieja película repetida.
La de ser los eternos entregadores de recursos naturales que siguen empobrecidos y que se siguen sacrificando los ecosistemas a costa del hemisferio norte a cambio de unas pocas monedas.
Pero en esta película hay una singularidad y es que esta vez se hace en nombre del medioambiente.
El litio se extrae en nombre de un futuro más verde para dejar atrás el uso de combustibles fósiles.
Pero parece que haya un derecho al medio ambiente en el norte, que en el hemisferio sur es sacrificable.
¿Quiénes controlan este negocio en América Latina?
Fundamentalmente los capitales extranjeros y sus empresas.
Hay comunidades que rechazan su llegada y otras que lo aceptan a cambio de una serie de beneficios como la construcción de caminos, de escuelas o la creación de puestos de trabajo.
¿Parece que las empresas han reemplazado las funciones del Estado?
Exactamente. Es una de las formas que tienen las empresas para entrar.
Todo lo que está pasando muestra los problemas que tiene el Estado para responder a las necesidades de las comunidades.
Las provincias del norte, por lo menos en el caso argentino, son las provincias históricamente más empobrecida del país.
Y entonces esas empresas vienen a responder a eso y a llenar el vacío que deja el Estado.
¿Está transformando el litio a las sociedades de América Latina?
Se están transformando. Lo que no sabemos si para bien o para mal.
Pero claramente estamos hablando de comunidades y territorios históricamente aislados y abandonados, que de pronto están en el ojo público por la existencia y por el aumento de la demanda del litio.
El precio del litio a nivel mundial se multiplicó por 18 en los últimos 10 años.
Esto implica que el aumento de la demanda hace que todas estas empresas se interesen por extraerlo.
Eso ya es una transformación.
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