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La caída del primer ministro Hassan Diab y el gabinete en Líbano es “una respuesta ante el descontento y la frustración” no sólo por las explosiones de la semana pasada que han dejado en el país 165 muertos y más de 6 mil heridos, sino por una crisis económica de años que tiene a los libaneses en la pobreza, señala el internacionalista Mauricio Meschoulam en entrevista con EL UNIVERSAL.
Sin embargo, un cambio de gobierno no es suficiente. Los libaneses reclaman “reformas y cambios mucho más hondos”, advierte el también profesor de la Universidad Iberoamericana.
¿Qué significa la renuncia de Hassan Diab?
—Es una respuesta ante el descontento y la frustración que se expresan en Líbano a raíz de lo sucedido [las explosiones], pero también de muchos elementos que se han combinado y cuya última fase fue esta explosión, que cuesta vidas, genera miles de víctimas, un impacto sicosocial tremendo y daños materiales a un país que venía devastándose económicamente. Es como una medida de momento, lo mínimo que se puede esperar, la renuncia. Importante que el premier, al anunciarla, se refiere a la corrupción como la causa de esta situación.
¿Es suficiente la dimisión?
—No. Para que la sociedad libanesa, que es muy activa y está tomando las cosas en sus manos, se tranquilice, la cúpula política, y diría también la económica, tendrían que mandar el mensaje de que hay la voluntad y disposición de resolver lo más inmediato —la investigación sobre la explosión y las responsabilidades—, pero también el tema de fondo: reformas y cambios mucho más hondos.
La sociedad libanesa, como muchas, está muy golpeada por la pobreza, temas de desigualdad, privilegios acumulados. La crisis no golpea igual a todos (...) La élite está protegida. Esto ha generado mucha frustración.
¿Cuáles son los riesgos si la situación no cambia?
—La renuncia del gobierno [del premier Saad Hariri] en octubre pasado y la de ahora van a terminar siendo una aspirina frente a una sociedad que ha estado muy activa, que no se conforma con cambios cosméticos. Si las cosas siguen como están, no aprece que la sociedad lo permita ni ahí ni en otros países. Estamos ante una concientización social general.
Si no hay cambios de fondo, la sociedad seguirá saliendo a la calle y estos movimientos frecuentemente llegan a la violencia cuando la frustración es excesiva.
¿Qué necesita Líbano para salir de la crisis?
—Necesita reformar estructuras del sistema, pero tendría que empezar hoy, con señales que indiquen la disposición al cambio. Un ejemplo específico. En octubre, noviembre, diciembre, uno de los temas que se mencionó entre algunos sectores que protestaban es una reforma al sistema electoral para que deje de ser sectario.
¿El activismo de la sociedad es una señal positiva?
—Es una señal positiva que haya sensibilidad ante las demandas ciudadanas. El gobierno podría optar por reprimirlas, pero la respuesta que ha dado equivale a un paso mínimo de toma de responsabilidad.
¿Y el factor Israel?
—Va a tratar de mantenerse al margen lo más posible, porque no es bien visto en la sociedad polarizada y no quiere añadir un elemento al polvorín (...) Pero si percibe una inestabilidad tal que use Hezbolá para desviar atención hacia afuera, o siente sus intereses de seguridad amenazados, puede haber intervención.
¿Es optimista?
—Sí creo que es una sacudida enorme. Habrá muchas fuerzas de resistencia, que se privilegian de situación existente y se van a oponer a cualquier cambio que les limite el poder (...) Creo que los elementos son demasiados y en muchos sectores hay conciencia, no sé si suficiente para lograr los cambios que se requieren.
A nivel económico, ¿qué falta?
—Se necesita un rescate financiero, apoyado por la comunidad internacional. Sin una imposición de restricciones que la sociedad termine pagando (...) pero sí con condiciones al gobierno, para que no se lo robe, no haya corrupción y que esos recursos puedan ser utilizados para el alivio inmediato y pueda realizarse una planeación estratégica.
¿Cuál es el papel de la comunidad internacional?
—Quiero hacer énfasis en que los últimos eventos son sólo la triste punta de un iceberg, muy triste y muy lamentable por las vidas que cuesta y la gente que sale afectada, pero que tiene mucho más de fondo, y que tenemos que asumir como problema colectivo. No es un problema de Líbano, sino de todos.